Milagros antes de ingresar a la cocina, tomó una gran bocanada de aire, su estómago se hacía nudos.
—Carmencita —carraspeó.
La señora dejó a un lado el cucharón con el que estaba sirviendo la sopa y con vergüenza giró su rostro hacia la joven.
— Diga señorita Milagros —balbuceó nerviosa.
—Carmencita, quiero presentarte a tu nieto — señaló, con la voz entrecortada, entonces la mujer no pudo contener el llanto, se acercó al pequeño con recelo—. Jorge, ella es tu abuela, salúdala.
—¡Abuelita! —exclamó el infante, saludó con un abrazo a la señora, quién correspondió el gesto de manera muy cariñosa.
Carmenza, no paraba de llorar emocionada; Lina María, también sollozaba muy conmovida, mientras su esposo la abrazaba y observaba con beneplácito que su nieto conociera a sus otros abuelos.
—Señorita Milagros, por fa
Jairo ya conoció a su hijo. ¿Qué les pareció? ¿Habrá arreglo entre él y Milagros? ¿Qué opinan?
Entre tanto en la finca de Carlos, él, su esposa, y su asesor almorzaban juntos. Angélica comía en silencio, mientras ellos charlaban de lo único que les importaba: la campaña política. —¿Cómo van las encuestas? —indagó Carlos. —Después de la rueda de prensa las cosas mejoraron bastante, es más vamos por buen camino —afirmó Francisco— por ahora solo debemos esperar las elecciones, no podemos hacer más; claro que yo te recomendaría salir con tu esposa, es para que la gente los vea juntos y se terminen los chismes. Angélica lo aniquiló con la mirada, presionó sus labios con ira. Carlos se quedó pensativo, él tenía que desquitarse de la bofetada que le propinó Daniela, claro que a él lo que en realidad le dolió fue la desconfianza de ella. —¿Te gustaría salir a cenar? —indagó Carlos a Angélica, la joven se quedó pensativa, recordand
Días después. Un cálido y moderno lugar ambientado con música de los ochenta en una calle tranquila recibía a Daniela y Luis Enrique, quienes estaban invitados a una importante cena en honor al nuevo presidente de la Cámara de Comercio de Manizales. Daniela lucía muy hermosa esa noche. Su cuerpo iba enfundado con un elegante vestido blanco con negro. La falda de corte recto caía de manera delicada sobre sus piernas mientras que la fina pedrería que lucía el vestido en la parte superior le daba el toque de elegancia. Su largo cabello iba recogido en una media cola, el maquillaje de sus parpados era en tonos oscuros hacía resaltar el color de sus ojos, mientras el color nude le daba un toque sutil a sus labios. Fueron recibidos por las elegantes chicas del protocolo del evento, quienes les guiaron hasta su mesa. La pareja saludó con cortesía a varios invitados amigos del ingeniero Córdova.&n
Manizales - Colombia Los primeros rayos del sol alumbraban el cielo de la ciudad, el tan ansiado día de las elecciones había llegado. Los empleados de la finca iban y venían emitiendo su voto. Joaquín le pidió a María Paz, quedarse en casa descansando claro que faltaban como un mes y medio para que sus bebés nacieran, pero el médico les había indicado que en los embarazos múltiples los partos por lo general se adelantaban y él extremaba los cuidados con ella. En época de elecciones la gente se agolpaba en los recintos electorales, a veces había enfrentamientos entre los partidarios de los diferentes partidos él no quería exponer a su esposa. Mientras ambos desayunaban Carlos y Angélica aparecieron en su casa. —Buenos días —saludaron con la pareja, ellos respondieron con amabilidad, últimamente la tensión en
Las horas pasaban con lentitud a las cuatro de la tarde se cerraron las urnas, mientras que los candidatos y sus partidarios se encontraban reunidos en la sede de cada partido a espera de los resultados.Mondragón caminaba de un lado a otro, llamaba a los delegados del bando en los recintos para que estén pendientes que los votos sean contabilizados de forma legal.—Te vas a volver loco —interrumpió Angélica, brindándole una botella de agua.Él giró y la observó, entonces le dedicó una leve sonrisa.—Gracias —contestó, y colgó la llamada.—Hiciste un buen trabajo después de todo —animó Angélica, la observó a los ojos, y él contempló su hermoso rostro, notó que ya había rastros de tristeza en su mirada, se al
En medio de la oscuridad que reinaba en la hacienda Milagros, pisaba lentamente el pasto que cubría la finca, atravesando los árboles fue alejándose de la casa, mientras el canto de las aves nocturnas la acompañaban. Subió por una especie de montaña no muy empinada hasta una gran planicie en donde Jairo, había encendido una fogata y asaba los malvaviscos que a ella tanto le gustaban. La mirada de la joven brilló, no pudo evitar emocionarse; sin embargo, disimuló y se acercó a él quien al verla llegar sintió su corazón latir con fuerza. Parecía que el tiempo hubiera retrocedido y que ella era aquella jovencita que a escondidas se escapaba en las noches para encontrarse con él y darse pequeños besos mientras él con su guitarra le cantaba varias melodías. Los mismos recuerdos se vinieron a la memoria de Milagros. —Hola —saludó con una leve sonrisa. —Buenas noch
Carlos Duque recostado en el sillón de cuero de su oficina miraba el techo respirando agitado, su pecho subía y bajaba, abría y cerraba sus puños, sus profundos pozos negros que tenía como ojos permanecían ausentes. Se llevó las manos hacia su espesa y oscura cabellera intentando que los nefastos recuerdos no terminaran por nublarle la razón. Recordó entonces parte de su tormentoso pasado, y la noche en la que todo terminó. Gruñendo como una fiera herida, se puso de pie y caminaba de un lado a otro por su oficina. «Volviste para vengarte de mí» se repetía en su mente, mientras el pecho le sangraba de dolor; por su cerebro trastornado una y mil ideas se le cruzaban. El odio, el rencor, el resentimiento de nuevo afloraron en su corazón, gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, se sentía burlado, humillado, golpeó con sus puños, con toda su fuerza el escritorio. —¡Maldi
Joaquín al ver que Paz demoraba la fue a buscar al tocador, pero al golpear la puerta se percató que no había nadie. Arrugó el ceño, entonces empezó a preguntar por ella, nadie le daba razón, enseguida corrió a la casa pensando que quizás estaba allá, pero al llegar no la encontró. La angustia se apoderó de él, más aún, cuando su esposa no aparecía, todos en la finca empezaron a buscarla sin ningún resultado. El joven Duque, se sentía desesperado, abatido, no sabía qué hacer. Llamó a la policía, pero ellos le indicaron que debía esperar veinte y cuatro horas, angustiado, se comunicó con sus suegros a avisarles lo sucedido, quienes movieron sus influencias con su amigo el agente García y viajaron de inmediato de Estados Unidos a Colombia. Rosario, ya no pudo ir esa tarde a la finca la Esperanza, la preocupación de no saber nada de María Paz, la hizo quedarse en la Momposina, a espera de noticias. ****** <
El hombre apenas rozó su boca con los de ella. Daniela cerró los ojos, esperaba que la besara. Él delineó con la yema de sus dedos esos carnosos labios, sintió su sangre bullir con la lava, y enseguida la besó, fue una caricia voraz, las manos de él recorrieron el talle de la joven. Tembló en sus brazos. —Todo podría ser diferente luego de esta noche —susurró al oído de Daniela—, usted y yo tenemos algo que quedó pendiente. —Estamos casados —recordó ella, colocando sus manos en el firme pectoral de él. —Eso usted lo puede solucionar con facilidad, solo es cuestión de que lleguemos a un arreglo con nuestros cónyuges —propuso—, y espero sea a la brevedad. Daniela negó con la cabeza, su mirada se llenó de confusión. —Hace un momento habló de tener hijos con su esposa. ¿A qué juega doctor Duque? ¿Quiere que yo solo sea su querida? —cuestionó ru