En medio de la oscuridad que reinaba en la hacienda Milagros, pisaba lentamente el pasto que cubría la finca, atravesando los árboles fue alejándose de la casa, mientras el canto de las aves nocturnas la acompañaban. Subió por una especie de montaña no muy empinada hasta una gran planicie en donde Jairo, había encendido una fogata y asaba los malvaviscos que a ella tanto le gustaban.
La mirada de la joven brilló, no pudo evitar emocionarse; sin embargo, disimuló y se acercó a él quien al verla llegar sintió su corazón latir con fuerza.
Parecía que el tiempo hubiera retrocedido y que ella era aquella jovencita que a escondidas se escapaba en las noches para encontrarse con él y darse pequeños besos mientras él con su guitarra le cantaba varias melodías.
Los mismos recuerdos se vinieron a la memoria de Milagros.
—Hola —saludó con una leve sonrisa.
—Buenas noch
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Carlos Duque recostado en el sillón de cuero de su oficina miraba el techo respirando agitado, su pecho subía y bajaba, abría y cerraba sus puños, sus profundos pozos negros que tenía como ojos permanecían ausentes. Se llevó las manos hacia su espesa y oscura cabellera intentando que los nefastos recuerdos no terminaran por nublarle la razón. Recordó entonces parte de su tormentoso pasado, y la noche en la que todo terminó. Gruñendo como una fiera herida, se puso de pie y caminaba de un lado a otro por su oficina. «Volviste para vengarte de mí» se repetía en su mente, mientras el pecho le sangraba de dolor; por su cerebro trastornado una y mil ideas se le cruzaban. El odio, el rencor, el resentimiento de nuevo afloraron en su corazón, gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, se sentía burlado, humillado, golpeó con sus puños, con toda su fuerza el escritorio. —¡Maldi
Joaquín al ver que Paz demoraba la fue a buscar al tocador, pero al golpear la puerta se percató que no había nadie. Arrugó el ceño, entonces empezó a preguntar por ella, nadie le daba razón, enseguida corrió a la casa pensando que quizás estaba allá, pero al llegar no la encontró. La angustia se apoderó de él, más aún, cuando su esposa no aparecía, todos en la finca empezaron a buscarla sin ningún resultado. El joven Duque, se sentía desesperado, abatido, no sabía qué hacer. Llamó a la policía, pero ellos le indicaron que debía esperar veinte y cuatro horas, angustiado, se comunicó con sus suegros a avisarles lo sucedido, quienes movieron sus influencias con su amigo el agente García y viajaron de inmediato de Estados Unidos a Colombia. Rosario, ya no pudo ir esa tarde a la finca la Esperanza, la preocupación de no saber nada de María Paz, la hizo quedarse en la Momposina, a espera de noticias. ****** <
El hombre apenas rozó su boca con los de ella. Daniela cerró los ojos, esperaba que la besara. Él delineó con la yema de sus dedos esos carnosos labios, sintió su sangre bullir con la lava, y enseguida la besó, fue una caricia voraz, las manos de él recorrieron el talle de la joven. Tembló en sus brazos. —Todo podría ser diferente luego de esta noche —susurró al oído de Daniela—, usted y yo tenemos algo que quedó pendiente. —Estamos casados —recordó ella, colocando sus manos en el firme pectoral de él. —Eso usted lo puede solucionar con facilidad, solo es cuestión de que lleguemos a un arreglo con nuestros cónyuges —propuso—, y espero sea a la brevedad. Daniela negó con la cabeza, su mirada se llenó de confusión. —Hace un momento habló de tener hijos con su esposa. ¿A qué juega doctor Duque? ¿Quiere que yo solo sea su querida? —cuestionó ru
Horas de verdadera incertidumbre se vivía en la Momposina. Joaquín, parecía que estaba a punto de enloquecer sin tener noticias de María Paz. No comprendía quien podía ser tan cruel como para hacerle daño a ella, que era tan buena y no le hacía mal a nadie, pensaba en las pequeñas que ni siquiera venían al mundo. Entre tanto en una casa abandonada en un oscuro cuarto sucio, mantenían a María Paz, encerrada, no se condolían que estaba embarazada. No le proporcionaban bebida, ni alimentos, sentía que la cabeza le iba a estallar de un momento a otro, todo le daba vueltas, gruesas lágrimas salían de sus ojos, y un dolor en el vientre le angustiaba. Entonces la puerta de esa habitación se abrió y una mujer de duras facciones de cabello y ojos claros con la mirada tétrica apareció. —Hasta que tengo el gusto de conocerte —le dijo aquella mujer a María Paz, mientras la joven lloraba. —¿Qu
En aquel cuarto oscuro, sucio, con olor a humedad María Paz, sentía que las fuerzas le faltaban. Las contracciones eran cada vez más fuertes y ella trataba de morder su ropa para que los hombres que la tenían vigilada no se dieran cuenta de que estaba por dar a luz. Lágrimas corrían por sus mejillas. Sentía que todo su cuerpo temblaba, sudaba frío, veía borroso, rogaba a Dios, que alguien la ayudara, se aferraba a las sábanas que cubrían el colchón de la cama de aquella habitación. «Por favor mis niñitas esperen un poquito más» sollozaba en su mente, temía tanto por la vida de sus hijas, el solo hecho de pensar que Luz Aída, cumpliera la amenaza de matarla y llevarse a las bebés le destrozaba el alma. «Por favor Diosito que alguien nos rescate» rogaba en su mente, mientras lloraba de dolor. Sentía que su cuerpo se estaba fracturando, entonces escuchó pasos, ruido, voces. El corazón le empezó a latir c
Daniela, alistaba todo para mudarse a Bogotá, la posesión del senado era en unas semanas, y debía residir en la capital colombiana, cuando de pronto una llamada telefónica interrumpió sus tareas. —Enciende la tele —expresó Monse, agitada al otro lado de la línea. —¿Qué sucede? —preguntó buscando el control del tv. —Se trata de tu amado Carlos —declaró la joven. Daniela encendió la televisión. «En estos momentos el doctor Carlos Mario Duque Garzón, electo senador por el partido republicano acaba de ser detenido por el secuestro de su cuñada la señora María Paz Vidal, quien producto de aquel atentado se encuentra en terapia intensiva, cabe mencionar que la señora Duque, estaba embarazada al momento del secuestro, razón por la cual se complicó su salud» —¡No es cierto! —exclamó Daniela temblando—, él es inocente —sollozó.
Daniela no pudo contener las lágrimas ante las palabras de él, era evidente que él estaba sufriendo y no quería dejarse ayudar. Era demasiado soberbio, orgulloso y estaba demasiado herido, pasando la saliva con dificultad ella habló: —Así no quiera verme yo no voy a descansar hasta sacarlo de aquí — pronunció Daniela, con la voz entrecortada—. Usted no pudo secuestrar a María Paz, porque estuvo conmigo. Carlos volvió a reírse, su profunda y fría mirada se posó en Daniela. —Me sorprende que siendo abogada no se dé cuenta de las cosas, esa era mi cuartada, yo solo la utilicé... ¿Usted pensó que yo deseaba algo serio? —pronunció con ironía, quería herirla, lastimarla, para que sufriera lo mismo que él. —No, jamás he pensado en tener algo serio con usted —respondió ella tratando de contenerse. Carlos resopló abrió la silla y se sentó. —¿Qué hace aquí
En la sala de espera del hospital el doctor Botero informaba que María Paz, no había fallecido. Lamentablemente estaba en coma, y las noticias no eran nada alentadoras. Podía despertar en una semana, un mes, pasar años, o incluso no hacerlo nunca; pero Joaquín, fiel al gran amor que sentía por ella, lleno de fortaleza indicó que no se iba a dar por vencido, que no la iba a dejar irse, él no se iba a mover día y noche del lado de su esposa con tal de que despierte, así les inyecto de ánimo a toda la familia, quienes decidieron colaborar con él en la recuperación de María Paz, y el cuidado de sus pequeñas.Entre tanto Miguel, el padre de los muchachos con el corazón fragmentado, intentaba darle fuerzas a su hijo menor para que no cometiera los mismos errores que él, condenando a sus niñas al olvido, ellas estaban tan pequeñitas y nec