Después de darse un baño y de vestirse con ropa cómoda y deportiva, Borya salió de la habitación en dirección a la cocina seguido por una parlanchina Anna, que no paraba de hablarle de las bellezas que había descubierto en Kamchatka.Ya estaba casi recuperado de las heridas que le habían infringido, aunque se sentía algo débil.Supuso que alimentándose lograría recobrar las energías antes de comunicarse con Drake y supervisar el trabajo de recolección de información que había establecido con los demonios impuros.Ahora más que nunca necesitaba de todos los datos posibles que lo ayudaran a trazar un plan efectivo para acabar con los demonios superiores, porque sus ataques eran cada vez más progresivos y violentos, desatando demasiadas tragedias y pérdidas valiosas.Sin embargo, al llegar a la escalera se detuvo en seco. Su piel se erizó, anunciándole de una presencia desagradable dentro de su casa.Anna, que no había reparado en él por estar concentrada en dar detalles precisos de las
—Anna no irá a la guarida de ningún demonio —ordenó Borya con firmeza.—Los humanos tienen autonomía, ¿lo sabías? —preguntó Lilith con fingida incredulidad.—No me importa. No la utilizaras para tus planes absurdos. Si alguien tiene que ir por las gemas seré yo.—Si tú vas, te asesinarán, recuerda que eres mi hijo y el heredero al trono del infierno. Si no dejas que el plan se haga a mí manera, todo tu esfuerzo por eliminar a los superiores se acabará en un chasquido —explicó, haciendo chasquear sus dedos para dar mayor énfasis a sus palabras.—¿Qué sabes tú del esfuerzo que hago por eliminar a los superiores? Siempre te has mantenido ausente —apuntó, furioso.—El que no me veas no quiere decir que no estoy cerca de ti.Él quedó sin palabras frente a esa afirmación, observándola con ojos agrandados.—Iré. ¿Dónde están las gemas? —declaró Anna con seguridad.—¡No irás a ningún lado! —bramó Borya.—¡No es tu decisión!—¡No volvamos con lo mismo!—¡Entonces, no me discutas! Si en mis man
Alexey logró trasladar en tiempo record al grupo con el que se había refugiado en el interior de un volcán hasta un terreno en medio de la tundra congelada, en las cercanías del pueblo Anavgay, la zona más alejada de la Siberia oriental.Todos estaban tan desesperados por abandonar la montaña que no se quejaron por reiniciar el dificultoso viaje, ahora en bajada, unas horas después de haber llegado.Un helicóptero viejo, de tiempos soviéticos, los trasladó del pie de la montaña a un área solitaria donde unos pastores de la tribu Even cuidaban a una gran manada de renos.Las yurtas, tiendas de campaña redondas fabricadas con palos y lonas donde habitaban los pastores, se hallaba a orillas de un río que comenzaba a descongelarse.Tres de ellos se encontraban junto al cauce del agua, en una zona donde el pasto empezaba a descubrirse, para descuartizar un reno cuya carne les serviría de cena.La manada de renos semisalvajes se apreciaba en la lejanía, algunos de ellos escarbaban la nieve
Una hora después, cuando el sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, llegaron al poblado de Esso, la capital de la etnia Even, ubicada a unos quinientos kilómetros de la ciudad Petropávlovsk-Kamchatski, el centro político y económico de Kamchatka.Bajaron en el helipuerto y enseguida los trasladaron a las cabañas dispuestas para el grupo.Gracias a los buenos contactos que habían logrado por intervención de los Evenki, tribu que los ayudó a establecerse en el volcán y eran como una especie de «primos lejanos» de los Even, consiguieron con facilidad el apoyo de ese poblado que no superaba las dos mil personas.Además de los Even, en Esso habitaban los kamchales, personas que resultaban de la mezcla de antiguos cosacos rusos y nativos de las etnias propias de la región, todos ellos los recibieron con total emoción dejándolos en hogares bien equipados donde nada les faltaba.Alexey apenas puso un pie en la casa se degustó con la enorme bandeja de piroshki, empanadas rusas rellen
Natasha dejó a Alexey recostado en su cama y fue a su habitación en busca de los aceites balsámicos que tenía. No solo la preocupación se albergaba en su pecho, sino una irrefrenable emoción.Tocaría de nuevo el cuerpo de piel suave y músculos duros y definidos de Alexey, tendría el placer de recorrer con sus manos esa anatomía fuerte y sedosa, por la que suspiraba en secreto.Esa idea la llenó de una alegría súbita que la hacía sentirse dichosa, pero también, presa de un deseo que poco podía controlar.Tenía miedo de perder el control, de olvidar la promesa que se había hecho a sí misma de evitar que alguien más cayera dentro de su mundo condenado, signado por la culpa y los errores, pero no podía impedirlo.Aquellas atenciones que tendría con Alexey sería lo más cercano a una intimidad física con él, no podía ir a más.Mientras hurgaba en su maleta, recordó la época en la que era una chica normal, abandonada por su padre y huérfana de madre, a quien la familia de Alexey había dado r
Natasha repartió su atención entre el cuerpo sin desperdicios de él y su cara de niño necesitado.Anhelaba amarlo con locura, saturarlo de atenciones, llenarle de nuevo el alma de todas esas emociones que le habían robado y hacerlo tan feliz como lo fue en el pasado.Amaba al Alexey de ahora, tanto como al de antes, y sabía que regresándole su paz, él volvería a ser el hombre despreocupado y rebelde del que ella se había enamorado.Cuando al fin tuvo el aceite caliente en sus manos, se inclinó hacia Alexey para extenderlo en su espalda con movimientos deslizantes, largos y uniformes, haciendo un poco de presión desde la parte baja de su espalda hacia el corazón, imitando el flujo sanguíneo para luego bajar de nuevo a través de los costados.Él emitió un gemido involuntario que a ella la hizo estremecer de nuevo, creando un tsunami de emociones en su vientre que humedeció sus partes íntimas.—¿Estás bien? Si sientes algún dolor…—Si paras te odiaré toda la vida —suspiró él con los ojos
Natasha tuvo que poner en práctica sus trucos hipnóticos para hacer dormir a Alexey y librarse de su ardiente atracción. Si le seguía el juego, terminaría enredada entre sus brazos, un sitio del que no saldría nunca.A la mañana siguiente, ella despertó con un fuerte sentimiento de culpa. Su egoísmo comenzaba a rozar límites.Le negaba a Alexey el placer que él tanto buscaba, pero también, le impedía alejarse de ella. No cedía de ninguna manera y lo peor era que entendía que si continuaba comportándose de esa forma, alguno de los dos saldría seriamente lastimado.—Me volviste a jugar sucio, brujita.Se sobresaltó dejando caer sobre la encimera la taza donde pretendía servirse un poco de té. Para su suerte, el objeto ni siquiera se astilló.Alexey había aparecido de forma repentina en la cocina, aproximándose mucho a ella sin que lo notara, y le habló al oído con una voz cálida y envolvente que tiraba abajo cada una de sus barreras.—No hagas eso, sabes que no me gusta —se quejó, contr
Sus malas decisiones las pagó con la sangre y con la vida de varios de los que habían confiado en él. Alexey no podía repetir esos errores. No iba a ser como Ezael.Los humanos, a diferencia de los demonios y de los disciplinados ángeles, no tenían que vivir en medio de carencia y limitaciones para servir como un ejército eficiente.Los humanos tenía emociones, y si estas no estaban equilibradas, ellos jamás funcionarían con efectividad.Mudarse a ese pueblo para garantizar algunas comodidades le daría a su gente seguridad de espíritu. De esa forma, estarían dispuestos para la batalla.Ahora le faltaba conseguir los recursos que avalaran un buen entrenamiento y para eso se dirigía de nuevo a la agreste tundra, en busca de ese «algo» que podía ofrecerles a Drake y a Borya para unirse.—¡Yuri! ¿Cómo llevas la herida? ¿Caminas bien?Un sujeto alto, de piel negra y cuerpo robusto se apartó de las cajas que supervisaba dejando que dos jóvenes Even las llevaran hasta el helicóptero apostado