HOMBRE 2. Capítulo 36.

Entraron en una terraza privada ubicada en un lateral de la casa. El cielo que podía divisarse a través del cristal del techo estaba por completo tintado de añil, sin nubes ni nada que manchara su imagen perfecta.

Borya se llegó hasta la puerta acristalada y repasó un instante las viñas con atención, como si buscara algún intruso escondido entre ellas.

Aunque sabía que la seguridad de aquel lugar era máxima, no dejaba de sentir inquietud.

Él sabía que los demonios superiores podían encontrar métodos para burlar cualquier sistema, ya fuera hecho por humanos o por magia negra. No debía descuidarse.

Al sentir que Anna se había detenido detrás de él, se giró para encararla sacando un objeto del bolsillo de su abrigo.

—Quiero que lleves esto siempre —dijo y estiró ante ella una pulsera de cuero trenzado con una piedra de topacio azul fijada en su centro.

Tomó su brazo derecho y lo alzó apartando la manga de su abrigo para colocarle la pulsera en la muñeca.

—¿Qué es?

—Un medio de comunicaci
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