Enseguida estuvieron en la habitación de él. Un dormitorio bastante amplio con un área de estudio donde se hallaba un computador con un monitor de más de sesenta pulgadas, rodeado por infinidad de equipos electrónicos.—¿Jugaremos un rato? —preguntó ella, dirigiéndose hacia ese lugar.Pero Drake no la dejó avanzar mucho. La retuvo por la cintura y la hizo retroceder.—¿A dónde vas?—Aquí tienes los mejores videojuegos. ¿Cierto?Las inquietudes que pudo haber tenido Yelena por lo electrónico murieron una vez que se giró quedando a escasos centímetros de Drake, tropezando con su pecho duro y confortable y recibiendo en sus labios el calor de su aliento.—Sí, están los mejores. Con algo he tenido que entretenerme durante todos estos años de soledad.Él la envolvió en sus brazos pegando su rostro al de ella, llenándola de mimos y besos por toda su cara mientras sus manos buscaban meterse bajo su ropa para acariciarle la piel.—¿Con videojuegos? ¿Nunca trajiste aquí a mujeres?Drake sonrió
Cuando Borya llamó a Drake, era de noche. Él tuvo que interrumpir el videojuego que compartía con Yelena y activarle la opción de un solo jugador, porque ella no quería esperar a que él terminara para continuar.Se había enviciado con la partida. Descubrió que amaba asesinar zombis.Mientras él se retiraba hacia el área del dormitorio, ella se quedó en el estudio arropada por el sonido estimulante del juego y los constantes disparos de la ametralladora.Entre el largo entrenamiento de tiro y esas estimulantes partidas, la chica se sentía una profesional.Drake regresó casi una hora después y se sentó con agotamiento en la segunda silla de gamer, que tuvo que buscar en el salón de juegos para compartir partidas con Yelena.Mudó además, todas las pertenencias de la chica del dormitorio que Frederick le había asignado al suyo. Estaba dispuesto a no dejarla salir de su cama, ni de su vida, por mucho tiempo. La quería para él.—¿Qué te dijo Borya? —preguntó ella sin dejar de asesinar zombi
Se olvidó de los zombis para ocuparse de algo mucho más beneficioso: amar y dejarse amar.Debía tomarse muy enserio eso de aprender a controlar sus emociones para dominar su faceta como ser infernal y algo que hacía brotar sus instintos salvajes, era la pasión que él despertaba en ella.Se levantaron a media mañana por culpa de la visita de Borya. El demonio impuro ya tenía todo preparado para la invasión a Urales.Luego de ducharse y cambiarse, Yelena lo esperó en el estudio jugueteando con uno de los mandos mientras él terminaba de ponerse los zapatos.—¿Qué pasa? Has estado muy callada —quiso saber Drake abrazándola por la cintura.—Solo estoy algo inquieta. He tenido muchas ganas por ir a Urales, pero ahora que estoy a un paso… tengo miedo.—Es normal tener miedo.—El miedo me paraliza.—El miedo te salva.—Me paralizo y por eso lastiman a los que me rodean —insistió con rabia y dejó el aparato en la mesa para girarse hacia él, aunque esquivando su mirada, simulando acomodarle el
Ekaterimburgo estaba ubicada a los pies del monte Urales, en la frontera entre Asia y Europa, siendo conocida por muchos como el último emplazamiento urbano de occidente antes de llegar a Oriente.Gracias a la teletransportación, Borya, Drake y Yelena cruzaron en segundos los casi dos mil kilómetros de distancia que los separaba con esa ciudad moderna, pero que mantenía con orgullo hermosas edificaciones antiguas e infinidad de monumentos.Aparecieron en el interior de un callejón desolado en pleno centro histórico, a pocos metros de la torre Vysotsky, el único rascacielos de la ciudad.—En marcha. Iván debe estar esperándonos —apuró Borya, antes de salir del callejón.Drake tomó a Yelena de la mano y caminó tras el demonio. Cuando andaban por las anchas calles, notó que la chica miraba todo con curiosidad e inquietud.—¿Es tu primera vez aquí?Ella negó con la cabeza.—Nací en esta ciudad, pero recuerdo muy poco de ella. Nunca regresé por miedo a Belfergor —confesó sin dejar de evalu
—¿Y cuál es el otro detalle? —preguntó el demonio.Iván se bebió de un solo trago el vino que quedaba en su copa, ocupándose de rellenarla enseguida.—El recorrido dentro de la base será dividido. —Drake y Borya gruñeron con evidente enfado. Iván se apresuró por explicar la decisión—. Sé que quedamos en que todos acompañaríamos a la señorita cubriendo la retaguardia, pero en vista de que habrá poco peligro, porque el dueño no estará en casa, aprovecharemos la ocasión para revisar otras áreas mientras ustedes hacen lo que tienen que hacer.—¡¿Por qué?! —quiso saber Borya con molestia. Odiaba que cambiaran el plan sin su consentimiento—. Si ocurre un inconveniente estaremos separados.—Anoche, luego de que te marcharas, pensamos mejor la situación y entendimos que necesitamos realizar una revisión minuciosa del lugar y esta es una oportunidad única para hacerlo. El conflicto que se presenta en las casas de nuestros amigos nos hace suponer que se preparan para algo grande y de ser así, e
Drake caminó con ella a la parte trasera, donde estaba ubicada la avenida Ulitsa Karla Libknekhta.Evaluó ambos sentidos de la calle hasta que su olfato lo llevó al jardín asentado a un costado de la iglesia, en cuyo centro se encontraba una pequeña capilla de madera con forma de hexágono que rendía tributo a la Santa Alejandra Fiódorovna Románova, la esposa del último zar de Rusia Nicolás II.Recostado de la base de la cruz que precedía a la ermita, se hallaba un hombre de estatura baja con las manos guardadas en los bolsillos de su grueso abrigo. La capucha de borde peludo tapaba su cabeza y parte del rostro.Drake avanzó hasta él. Yelena supo que se trataba de un simple humano al no presentir nada junto al hombre.—¿Yuvan?El sujeto alzó un poco la cabeza para observarlo con unos ojos fríos y rencorosos.—Llegas tarde.Drake revisó su reloj de pulsera antes de hablarle.—No. Llegué a tiempo, ¿dónde están los demás?—Se fueron porque llegaste tarde —bramó con soberbia, actitud que m
El bar era una construcción de madera que se mantenía cálida en su interior gracias a lo pequeño y abarrotado del lugar, más que por la pobre calefacción.La luz era tenue y había mucho ruido por la animación de las personas presentes. En un costado, un grupo nutrido miraba por un televisor de plasma atornillado a la pared un partido de hockey sobre hielo.En el otro, se hallaban dos mesas de billar donde se gestaban partidas.Sobre un entarimado de un escalón había algunas mesas con comensales. La mayoría de los presentes eran hombres que trabajaban en las fábricas cercanas y hacían una parada allí para tomar una cerveza antes de regresar a sus hogares.En la que se hallaba más apartada se encontraba el grupo que había inquietado a Yelena y la paralizó en la entrada del establecimiento.—Tranquila, ahí está Borya e Iván. Con ellos emprenderemos el viaje.Ella los observó con recelo, pero igual se dejó llevar por él.Yuvan había llegado antes y parecía discutir con Iván por la presenc
A Drake le costó convencer a Yelena de entrar en la casa de Natasha, a pesar de que Borya se había adelantado para revisar que no hubiese personas extrañas.Ni él ni Drake sentían presencias sobrenaturales, solo ella.El hogar era una vieja construcción de madera con habitaciones amplias, pero todas estaban abarrotadas. La madre de Natasha era una vieja curandera que fabricaba sus propios medicamentos naturales.En los mesones y estantes pegados a las paredes había infinidad de frascos, llenos y vacíos, así como ramas de hierbas colgando del techo y macetas con plantas en los rincones.Yelena miraba con angustia una exhibición de restos de animales y serpientes sumergidos en un líquido amarillento, pero también podía divisarse trozos de seres infernales.En uno de los anaqueles vio una variada muestra de huesos, sin animarse a preguntar de qué eran. Uno de ellos parecía un cráneo humano, pero tenía cuernos de unos veinte centímetros sobresaliendo del hueso frontal, habituales en los d