Alexey comenzó a desesperarse al no poder respirar. Manoteó con intención de golpear a la bestia, pero esta era demasiado fuerte, así que tuvo que hacer uso de su herramienta más efectiva.Una que le habían prohibido utilizar mientras estuviera en la ciudad para no ponerse en peligro.Sin embargo, la desesperación que lo invadió cuando se sintió al borde de la muerte por la falta de oxígeno lo empujó a actuar sin pensar.Con una de sus manos aferró el brazo de la bestia y con los dedos índice y medio unidos, trazó figuras sobre la piel mientras recitaba en susurros un conjuro.Drake lo soltó y emitió un sonoro quejido cuando la piel donde el cazador había realizado su ritual de maldición le ardió de forma dolorosa.Retrocedió un paso, viendo como una mancha rojiza se extendía con lentitud desde su muñeca hacia el brazo.—¡Miserable! —lo insultó, antes de rugir doblegado por el sufrimiento.—¡¿Qué pasa?! —quiso saber Yelena, angustiada. Se desconcertó al ver a Drake retorciéndose de do
Poco a poco, Drake dejó de retenerla para abrazarla y enredó sus dedos en sus cabellos buscando acariciarle la nuca.Ella se aferró a él para sentirse segura y terminar de disipar las amargas sensaciones que invadieron su alma.Hundió la cara en su pecho, aspirando su aroma, que resultaba como un narcótico tranquilizante.Cuando todo hubo pasado, quedando solo un dolor incómodo en su pecho, Yelena alzó el rostro para mirarlo a los ojos.Las preguntas que tenía en su cabeza sobre los hechos ocurridos desaparecieron al ver el sufrimiento marcado en sus facciones.—Oh, Dios. ¡Tú herida!Se apartó un poco para revisarle el brazo, descubriendo que la lesión cubría más de la mitad del mismo y seguía expulsando un humo oscuro que olía a piel quemada.—Estoy bien —mintió. Su semblante enfermo lo delataba.—Drake, el hechicero desapareció —recordó Borya aproximándose a él—. Sin él, solo hay una forma de detener esa maldición.Ambos compartieron una mirada irascible.—¿Cuál? ¿Qué debemos hacer?
Mientras Drake dormía, Yelena repasó en su mente la corta conversación que había tenido con Alexey.Aunque el mitad bestia aseguraba que el cazador no era un novato por su forma de pelear, a ella le pareció un tipo poco experimentado en el lío en el que estaba metido.Tenía un motivo diferente al del reclamo del premio para asistir al Astoria, pero sabía que lo perseguían demonios, huía de ellos.Por eso había evaluado el edificio al llegar conociendo salidas alternas para escapar en caso de problemas. Él sospechaba que una situación como la ocurrida podía presentarse.Sin embargo, se le había olvidado la espada en casa, eso demostraba que no era un experto para enfrentar esos conflictos, y se comportaba con cierta inseguridad, sobre todo, para tomar decisiones trascendentales.«Están detrás de mí. ¿Qué hago?», le había escrito por el chat de su teléfono móvil a un tal Morobil. «Ven a Ekaterimburgo», le indicó este.—Ekaterimburgo es parte de la región de Ural —dijo para sí misma, inq
—Nunca he aceptado nada de un demonio. ¡Nada! —enfatizó, entre molesta y asustada—. Pero una vez me atacó una bestia. —Su confesión interesó a Drake, quién no podía apartar su mirada de ella—. Fue hace diez años, en una granja en las afueran de Ekaterimburgo, donde vivía con mis padres y mi hermana. Una bestia apareció una noche, enloquecida, y entró a nuestro establo, donde nos encontrábamos mi padre y yo. A él lo asesinó en segundos y a mí solo alcanzó a darme un zarpazo.Él apretó la mandíbula recordando la enorme cicatriz que ella tenía en su estómago.—No recuerdo nada más —dijo entristecida, con la mirada perdida en sus dramáticas memorias—. Mi madre me dijo que un cazador apareció y la asesinó, luego tuvo que enfrentarse con el demonio que buscaba a la bestia… es todo.—¿Es todo? —consultó, insatisfecho. Ella solo asintió, algo avergonzada.Odiaba aquella noche, por eso suplantó los recuerdos atroces que había vivido ese día con olvido. Nunca quiso averiguar nada para no reaviv
Yelena dejó de respirar. Aquella conversación pasó de ser intimista a descarada.—Yo… no me siento cómoda —dijo para justificar su huida y pretendió bajar de la cama, pero Drake la apresó entre sus brazos y la aproximó a él buscando que sus rostros estuvieran muy cerca.—Tienes miedo, por eso no estás cómoda —susurró sobre la cara de ella, bañándola con su aliento y acariciándole la piel con la punta de su nariz.—No tengo miedo —rebatió la joven en medio de un suspiro y cerró los ojos para disfrutar de las atenciones de él.Drake sonrió, complacido. Yelena lo había sujetado por los hombros haciéndole presión con las uñas.No lo acercaba, pero tampoco, lo apartaba. Lo obligaba a permanecer allí, exactamente donde estaba, con una tensión tan fuerte que le hacía temblar un poco las manos.Sin embargo, con el aumento de sus caricias, el agarre poco a poco se relajaba. Ya sus uñas no se encajaban en su piel, aunque igual lo sujetaba con fuerza, impidiendo que se apartara.Y su corazón, qu
Drake la poseyó lleno de una energía que amenazaba con desbordarse.Su mente se había nublado por el deseo, volviéndolo en ocasiones salvaje y exigente, pero permitiéndose recuperar algo de cordura para ralentizar el acto convirtiéndolo en una entrega total, donde ambos se disfrutaran a plenitud.A pesar de la fuerza y corpulencia de él, Yelena logró dominarlo rodando en la cama para quedar encima liderando la cabalgata, arrancándole gritos desesperados y marcados por el goce.Se extasiaba al recibir su intensa mirada plateada e incandescente, que observaba con adoración su cuerpo, como si este fuera un objeto precioso, sin ninguna marca de odio ni cobardía.Su devoción la ayudó a olvidarse de sus imperfecciones para dejarse llevar por ese fuego que crepitaba con furia en su interior y la hacía sentirse salvaje.Para evitar perder la conciencia por el deleite, Drake se levantó quedando sentado, dejando que ella siguiera moviéndose a su gusto mientras él devoraba sus senos como si no t
Frederick los interrumpió para anunciarles que la cena estaba lista. Ambos decidieron postergar la conversación para ir a sus habitaciones a cambiarse y atender sus necesidades básicas.Drake no había ingerido alimentos desde la mañana y Yelena poco había comido por cuidar de él y averiguar sobre Alexey Kozlov.Mientras estaban en el comedor, Borya apareció. Por un momento el demonio quedó paralizado al ver las marcas de mordiscos que ambos tenían en sus cuellos. Decidió no hacer ningún comentario, aunque entendía perfectamente la situación.—Los demonios que aparecieron en el Astoria no estaban allí para crear caos y muerte como ha estado sucediendo en otras ciudades del planeta —comentó mientras bebía un whiskey, lo único que aceptó al sentarse en la mesa con ellos—. Eran parte del ejército de Astaroth y fueron en busca del cazador.Yelena y Drake dejaron de comer al impactarse por esa noticia. Se decía que el infierno estaba gobernado por un triunvirato de demonios: Lucifer, Belceb
—¿Y si Alexey se está haciendo pasar por cazador por algún motivo, pero en realidad, no pertenece a ese gremio, ni a los hechiceros? ¿Puede existir una tercera facción?Ambos hombres la observaron con atención. Ella respiró hondo sabiendo que debía mejorar su explicación.—¿Y si el chico está metido en todo esto por petición de otra persona, o grupo de personas, que busca afectar los intereses de un príncipe del infierno? Supuestamente, Astaroth está detrás de él. Eso quiere decir que es posible que lo que Alexey haga lo moleste a él. No creo que un chico imprudente se atreva a fastidiar a un príncipe del infierno solo porque le provoque, debe existir un grupo de poder a sus espaldas.El silencio reinó en el comedor un instante mientras los hombres se observaban entre sí examinando esa posibilidad, que, aunque parecía absurda por su complejidad, no resultaba una completa locura.—Lo único que ha preocupado a Lucifer y a los príncipes del infierno es la disminución alarmante de los dem