"Robert", Michelle no podía alejar aquel nombre de su mente, simplemente algo en aquel sujeto le generaba una intriga enorme; no sabia relativamente nada de él y, aquello, lo frustraba de cierta manera. Su curiosidad era fuerte, aunque él deseaba que no fuera así; sentía aquella ola de cuestionamientos derrumbar todos los muros de la razón, no querían hacerlo, pero era necesario romper para entrar."¿Quién era Robert y por qué era tan importante que Miranda lo conociera?" Aquel fue el primero en entrar a la mente del italiano, y cómo las puertas del ascensor, que son detenidas por sus ocupantes; las puertas de su mente se vieron detenidas y, pronto, inundadas de impacientes dudas y cuestionamientos. El camino estaba libre y él no lograba cambiar aquello."Robert… ¿qué tiene él que es tan impresionante?" Se preguntó; su mente tardó un momento en responder, buscaba la manera adecuada de hacerlo, sin interrumpir el flujo de pensamientos, eso sería terrible. "Tal vez conoce al gran: Josep
Michelle no preguntó, no habló, no hizo nada; tan solo se quedó con sus pensamientos, dudas e intrigas; no quería molestar a Miranda con sus inquietudes, porque, en realidad, podían ser nada en absoluto; nada además de simples pensamientos extremistas y sin sentido. No valía la pena perturbar a la chica por algo así.Tal vez, sí hubiera tenido la valentía de pronunciar algunas palabras, las respuestas habrían llegado más rápido que los miedos; tal vez no hubiera lastimado a Gardner, de haberle expresado sus preocupaciones; pero ¿quién lo sabría?Mientras tanto, la mente de Miranda permanencia cuan agua en río: transparente, tranquila y fluyendo sin dificultades; realmente no tenía idea de nada, no sabía que, dentro de Michelle, un enorme caos se desataba, en el interior del muchacho había una constante lucha de poder, el raciocinio y los sentimientos peleaban con bastante fuerza y, mientras tanto, las lágrimas avanzaban tanto cómo podían hacía los ojos, querían hacer una aparición esp
Joseph habló con Victoria sobre la declaración de Robert; era una de esas oraciones importantes y que debían saberse por todos, menos por Miranda.Victoria se pronunciò en contra de los deseos del chico y Joseph no sabía que decir o que pensar; sin duda le agradaba la idea de tener a Robert cómo yerno, pero no quería que la felicidad de su hija dependiera del propio capricho y, hasta aquel momento, parecía que así era. La señora Gardner sostenía su punto: Miranda ya estaba en una relación y debían respetar aquello, era evidente, ellos no podían controlar lo que hiciera su hija, no todo al menos; aunque podían sugerir y hasta pedir que ella amase a alguien en específico; su jurisdicción no iba más allá, después de todo, ya no estaban en la época en la que los padres escogían a los maridos de sus hijas; así que la decisión era enteramente de Miranda.— Ella podría terminar su relación sí asi lo deseara —, dijo Joseph— No parece que lo quiera.— Terminó su relación con Matthew y tampo
¿Cuándo es un ave libre? ¿Cuándo vuela o cuando cae? Seguramente, es cuando emprende el vuelo, cuando la fresca brisa o el intenso viento, acomoda su plumaje a su antojo, cuando la tierra firme se ve tan lejana y pequeña, cuando el inmenso cielo le abraza con su intenso azul; cuando el enorme astro amarillo que ilumina nuestros días con su cálida luz dorada, lo saluda con una sonrisa en cada amanecer y se depide con un cálido beso anaranjado al atardecer.El ave emprende el vuelo buscando, siempre, dónde aterrizar; no vuela por capricho, sino por necesidad e, incluso en el aire, el miedo nunca la abandona. El terror a caer, a olvidarse de aletear o planear por demasiado tiempo, estaba siempre presente, ¿sé es libre estando lleno de terror? Definitivamente, no.Pero al estar en tierra, al sentir el suave tacto del suelo en sus patas, al aire acariciando sus cabezas y al sol espiando sus movimientos desde las alturas, sentía cierta seguridad; sabía que no caería y que, de necesitarlo, p
Miranda descendía de la enorme torre en la que, ella misma, se había encerrado tras creer que así prosperaría su relación. La falta de comunicación dentro de la misma había, provocado aquel pensamiento y, por ende, derivado en acciones poco favorecedoras para ella; aquella decisión, casi había terminado con su personalidad.Cada escalón que lograba descemder, era una pequeña inseguridad, un leve miedo o un pensamiento que casi se convirtió en dilema; aquellas molestias ficticias, no le resultaban complicadas de pasar, pero no todo sería así de sencillo. Descender por la torre de la angustia, para llegar a la explanada del ser auténtico, era más difícil de lo que podía pensarse; por que cada escalón, suponía un enfrentamiento al ser interno, a aquel individuo vivo y genuino que no sabe de temor; pero que, de igual manera, se oculta por orden de aquella personalidad creada y matenida por nada más que: la sociedad. La puerta de la torre del olvido, esa que Miranda había buscado ocultar t
Joseph sabía que Robert buscaba algo, buscaba respuestas y un poco más de información; cosas que, él, tenía y podía compartir, pero no lo haría. No pensaba, por ningún motivo, pronunciar las palabras, "Miranda sostiene una relación con…"; no porque le desagradara aquel hecho —aunque lo hacía—, sino porque entendía que, de mencionar la existencia de dicha relación, estaría aceptando a Michelle y, sinceramente, nunca le había agradado eso.Para el profesor, Michelle y la relación que sostenía con su hija, no era nada, no significaba nada en absoluto; lo veía cómo un gracioso capricho de su pequeña y nada más; después de todo, no había anillo en el dedo de ella y él no se había presentado aún. Aquello hablaba de la seriedad del asunto, y no parecía tener mucha.Robert no necesitaba saber nada de aquello, aunque quería hacerlo, no tenía porque. Aun con ello, él intentaba indagar más en el tema, quería saber más sobre la vida de Miranda, específicamente, sobre su vida amorosa. ¿Estaba sola
Miranda y Michelle buscaban un lugar para hablar, querían conversar Sin sentirse observados o expuestos, tenían mucho de que hablar y pocos lugares a los que ir. Querían un momento más privado, uno sin personas molestas que escucharan su conversación, tampoco querían ir a el hogar del otro, sabían lo inapropiad que era; fuera en Italia o en Estados Unidos, visitar la casa de la pareja, suponía un escándalo enorme y, francamente, no estaban dispuestos a lidiar con algo así.Después de pensar por un largo rato, decidieron que una banca aislada del parque, tal vez no era el lugar más privado o solitario, pero al menos podrían hablar más fácilmente que en un restaurante o una cafetería. Antes de que cualquiera de los dos comenzara a hablar; se miraron por un largo rato, parecía que intentaban leer los pensamientos del otro, pero así no funcionaba.Ninguno quería ser el primero en hablar, temían de sus palabras y, por sobre todo, de sus pensamientos, ¿qué tal y decían algo que lastimara al
Joseph estaba en su estudio; recargando su cabeza en el respaldo de su silla, observaba el techo sobre él; volvía a pensar en todo, al final era lo único que se atrevía a hacer, tan sólo pensaba y repasaba una y otra vez las mismas situaciones, llegando a las mismas conclusiones: hacer lo que, desde el principio, debió hacer.¡Pero no hacía nada! Estaba demasiado ocupado pensando en todos los errores cometidos; y había encontrado ya tantos que no podía continuar con el hilo de pensamiento.Suspiró poniéndose de pie; era momento de aceptar que sus acciones no habían sido las más brillantes, y que debía, de una vez por todas, hacer lo correcto.En la sala de estar, se encontraban las mujeres, ambas disfrutaban de una taza de café y conversaban sobre nada en particular, pero al mismo tiempo, de todo. Mujeres, hablan de "nada", cuando (o tal vez porque), lo entienden todo.— Miranda —, dijo con tono casi solemne; la mencionada respondió levantando la mirada y llevándola a él. Volvía a ser