Un viaje a Italia sonaba a una idea rídicula y hasta un tanto exagerada; y la verdad er que Joseph estaba en profundo desacuerdo, a diferencia de su adorada esposa, Victoria; quien se había emocionado, incluso más que Miranda cuando escuchó sobre aquel viaje de presentación. Michelle había ido a pedir el permiso de llevar a la chica con él a su país natal en las vacaciones de invierno, a pesar de aún ser verano.Llevó consigo la carta de sus padres, aunque deseaba fervientemente no tener que usarla o leerla, no porque creyera que los Gardner eran fáciles de persuadir, sino porque temía leer aquellas líneas en las que, aunque leve, podía persibirse cierto desprecio a los americanos y, francamente, eso no sería de mucha ayuda. Victoria ni siquiera le había permitido terminar de presentar su petición y ya estaba aceptando y planeando el viaje de su hija; pero Joseph era un sujeto un tanto más complicado de convencer; no paró de preguntar detalles de todo tipo, parecía querer estar seguro
A fuera el día era gris, las espesas y oscuras nubes cubrían al sol que, muy de vez en cuando, buscaba salir y resultar cálido; parecía que llovería y que así sería el día entero, gris y, para muchos, algo melancólico. El ambiente exterior iba muy acorde con la atmósfera que reinaba en el interior de la residencia Gardner, lo cuál no era muy favorable pues, cuando uno se encuentra mal, sólo quiere ver al sol brillar para recordarse sonreír.Joseph y Victoria desayunaron en silencio, él no revisó el periódico cómo de costumbre, no le apetecía hacerlo, ni tampoco menciono la más reciente publicación de su artículo aunque se moría por hacerlo. Ella no terminó su comida, ni explicó la naturaleza de sus planes a la familia, así cómo tampoco pregunto por los del resto. Miranda tan sólo comía, no quería preguntar nada, porque era evidente que todo estaba algo tenso y no quería tensarlo más, no quería que se rompiera algo.* * *Después de algunas semanas desaparecidas, totalmente incomunicad
Una mañana fría, pero de extraña claridad exterior; James pensaba, de la manera más seria que podía, en que tal vez necesitaba encontrar el amor para vivir un poco mejor; después de todo, Michelle parecía estar considerablemente más tranquilo, desde que Miranda apereció en su vida o, más bien, cuando permaneció en ella y no fue más un encuentro casual en un bar; claro que las calificaciones del italiano y su vida académica ya no eran excepcionales, más bien, sólo suficientes para mantener esa beca, pero no para superarla... pero ¿qué importaba? Parecía feliz y, ¿no es eso lo único que importa?No se podía decir lo mismo de Thomas, aunque él también había encontrado al amor en cirrcunstancias curiosas y bastante similares a las del italiano, nada de su historia de romance habia sido similar a la de su amigo, de hecho, había sido bastante distinta. Su vida académica seguía siendo brillante; su vida social, no se había visto afectada de formas catastróficas y él parecía crecer y mejorar c
"Todo el tiempo", vaya respuesta; parecía ser sincera, pero al mismo tiempo no lo era. Era evidente que Miranda se olvidaría de todo una vez llegada a Italia. Las promesas serían vanas y los intentos nulos, así que... ¿Qué decisión se debería tomar en esos casos? El "no", sería lo más prudente; pero no sólo había un permiso en juego, sino un vínculo. O, mejor dicho, dos.Miranda no tenía idea de que pensar, y su mente se confundía cada vez más. El miedo y la duda la invadían, quería ir, pero le aterrorizaba hacerlo. Esa era la decisión más importante de la relación y no parecía poder aplazarse. Elegir ir significaba hacer de la relación, algo todavía más formal y no ir, significaba temerle al compromiso y corría el riesgo de destrozarlo todo. Pero su relación sentimental con Michelle no era lo único en juego... había otros vínculos en peligro; su relación con su padre se vería gravemente afectada sí decidía salir del país, pero sí no lo hacía, sería la relación con su madre la que su
La ciudad nocturna era una muy distinta a la ciudad diurna. Por la noche la ciudad se transformaba totalmente. Las personas ya no salían por trabajo o por la escuela, sino por mera diversión; salían a cenar, en citas o tan solo a caminar, pero por sobre todo a bailar en los clubes nocturnos; la música era, para cualquiera, un escape de todo. La llegada de los 60s se llevó la angustia de los 50s y borró el sufrimiento de los 40s, de la mente de la mayoría de las personas; además de traer consigo a la famosa banda de rock: "The Beatles". * * * Miranda Gardner, era una chica divertida, ocurrente y bastante activa; era fanática de ir de un lugar a otro, probando cosas nuevas y conociendo personas, pero por sobre todo, ella adoraba la joyería, la ropa, el maquillaje y los accesorios. Básicamente todo aquello que ayudara a resaltar su belleza natural, aunque eso no le costaba mucho: su estilo era impecable y ella bellísima. Su estatura era la promedio, su cuerpo poseía curvas delicadas
Miranda iba en el asiento trasero, incluso cuando sus amigas habían insistido en que fuera en el asiento del copiloto. No lograron convencerla, la fuerza de sus hábitos de niña rica era mayor. Angela iba de copiloto y Megan conducía; era la única que sabía hacerlo, así que la elección de lugares no era tan complicada. — ¿Tina y Rita vendrán con nosotras? —, preguntó Miranda mientras acomodaba su bolso una vez más; Megan negó con la cabeza. — Ellas nos verán allá —, respondió Angela y nadie dijo nada más. Las chicas tan solo disfrutaban de la música que sonaba en la radio; quizás era el rey del rock: Elvis o quizás nadie que conocieran. * * * Incluso las luces del club resultaban algo embriagantes, no se necesitaba de una sola bebida alcohólica para sentir como todo tu ser se embriagaba, se inundaba de una sensación extraña, casi psicodélica aunque las drogas no formaban parte del lugar o el plan. Miranda escaneó el lugar mientras entraban, sentía una extrema fascinación por el a
La música variaba conforme la noche avanzaba. Al llegar, en el lugar reinaba el rock-pop o rock sinfónico característico de los 4 grandes de Liverpool: The Beatles.Por doquier las parejas bailaban, cantaban, reían o simplemente disfrutaban de sus bebidas, la compañía del otro y de la música.Ya entrada la noche, el tono del lugar había cambiado drásticamente (bueno, no tanto), el rock de los 50s; cortesía de Elvis Presley, se hacía presente retumbando, no solo en las paredes, sino también en los corazones de los presentes. Todos bailaban al ritmo que "el rey del rock" marcaba.Cuando Miranda y el, recién conocido, Michelle, entraron a la pista, la música estaba muy distante del rock, era más bien algo muy cercano al vals; su melodía sonaba a algo de los 40s. Resultaba curioso.La pequeña Gardner cayó en cuenta de dichos cambios, pero no le molestaron en absoluto, de hecho le resultaban fascinantes. Sentía que se encontraba dentro de una máquina del tiempo músical; esperaba ansiosa esc
Su plato de crema humeante esperaba frente a ella; su café estaba a punto de enfriarse y su mente no dejaba de dar vueltas a un solo asunto: la noche del club.Estaba consciente de conocer el nombre del italiano, pero ¿eso de qué servía? El hecho de conocer tan solo un nombre no ayudaba en nada más que a alimentar los terribles pensamientos del "hubiera".Aquel italiano que había robado su atención y corazón; seguía prófugo, era un criminal sin serlo y estaba perdido en el mar de neoyorquinos que día a día salía a olear.¿Dónde estaría? ¿Quién sería? ¿Quién era?Todas esas preguntas la perseguían al dormir, al comer, al ducharse… siempre estaban ahí acompañados de sus terribles amigas: fantasías y escenarios ficticios.* * *— Oh, Miran; esa salida fue planeada para distraerte de tu roto corazón, no para agraviarlo —, dijo Angela con una expresión maternal.Megan observaba la escena mientras jugaba con la espuma de su capuchino.— No agraviaron mi roto corazón, Angie — comenzó Miranda