Miranda iba en el asiento trasero, incluso cuando sus amigas habían insistido en que fuera en el asiento del copiloto. No lograron convencerla, la fuerza de sus hábitos de niña rica era mayor. Angela iba de copiloto y Megan conducía; era la única que sabía hacerlo, así que la elección de lugares no era tan complicada. — ¿Tina y Rita vendrán con nosotras? —, preguntó Miranda mientras acomodaba su bolso una vez más; Megan negó con la cabeza. — Ellas nos verán allá —, respondió Angela y nadie dijo nada más. Las chicas tan solo disfrutaban de la música que sonaba en la radio; quizás era el rey del rock: Elvis o quizás nadie que conocieran. * * * Incluso las luces del club resultaban algo embriagantes, no se necesitaba de una sola bebida alcohólica para sentir como todo tu ser se embriagaba, se inundaba de una sensación extraña, casi psicodélica aunque las drogas no formaban parte del lugar o el plan. Miranda escaneó el lugar mientras entraban, sentía una extrema fascinación por el a
La música variaba conforme la noche avanzaba. Al llegar, en el lugar reinaba el rock-pop o rock sinfónico característico de los 4 grandes de Liverpool: The Beatles.Por doquier las parejas bailaban, cantaban, reían o simplemente disfrutaban de sus bebidas, la compañía del otro y de la música.Ya entrada la noche, el tono del lugar había cambiado drásticamente (bueno, no tanto), el rock de los 50s; cortesía de Elvis Presley, se hacía presente retumbando, no solo en las paredes, sino también en los corazones de los presentes. Todos bailaban al ritmo que "el rey del rock" marcaba.Cuando Miranda y el, recién conocido, Michelle, entraron a la pista, la música estaba muy distante del rock, era más bien algo muy cercano al vals; su melodía sonaba a algo de los 40s. Resultaba curioso.La pequeña Gardner cayó en cuenta de dichos cambios, pero no le molestaron en absoluto, de hecho le resultaban fascinantes. Sentía que se encontraba dentro de una máquina del tiempo músical; esperaba ansiosa esc
Su plato de crema humeante esperaba frente a ella; su café estaba a punto de enfriarse y su mente no dejaba de dar vueltas a un solo asunto: la noche del club.Estaba consciente de conocer el nombre del italiano, pero ¿eso de qué servía? El hecho de conocer tan solo un nombre no ayudaba en nada más que a alimentar los terribles pensamientos del "hubiera".Aquel italiano que había robado su atención y corazón; seguía prófugo, era un criminal sin serlo y estaba perdido en el mar de neoyorquinos que día a día salía a olear.¿Dónde estaría? ¿Quién sería? ¿Quién era?Todas esas preguntas la perseguían al dormir, al comer, al ducharse… siempre estaban ahí acompañados de sus terribles amigas: fantasías y escenarios ficticios.* * *— Oh, Miran; esa salida fue planeada para distraerte de tu roto corazón, no para agraviarlo —, dijo Angela con una expresión maternal.Megan observaba la escena mientras jugaba con la espuma de su capuchino.— No agraviaron mi roto corazón, Angie — comenzó Miranda
"Miranda"Dicho nombre jugaba dentro de su mente, a veces revoloteaba y otras se escondía. Incluso a veces amenazaba con desaparecer sin dejar rastro alguno.Michelle no podía dejar de pensar en esa bella castaña del club. Recordaba cada movimiento, cada palabra, cada gesto y cada sensación; cada vez que aquella preciosa película se reproducía en su memoria, no podía evitar enamorarse un poco más.La sensación de tomar la cintura de Miranda volvía a él, como un embriagante recuerdo; aún temía ese contacto, no porque no lo deseara, sino porque lo hacía. Deseaba fervientemente aquel contacto, sentir a Miranda tan cerca de sí, rodear su cintura con los brazos; sentir los de ella abrazando su cuello e inundarse con el olor de su perfume…Sentirla, amarla…Era miedo, tal vez, era miedo a sentir. En su natal Italia, nunca tuvo tiempo de amar; siempre se había enfocado, solamente, en conseguir becas, graduarse con honores, crecer académicamente y no desperdiciar oportunidades, pero en aquel a
Existe una leyenda, es poco conocida, pero quienes han escuchado de ella no pueden expresar más dulzura, por su naturaleza cálida y linda. * * * "Dicen que tenemos 3 vidas. En cada una de estas vidas, nuestro destino es encontrar a nuestra alma gemela. No siempre se trata de un amor, pero cuando así lo es, puedes explicar el porqué de tus lunares". Miranda escuchaba con atención las palabras de la tierna anciana frente a ella. A pesar de su avanzada edad. ella permanecía erguida, su blanco cabello era corto y estaba peinado de una manera tan curiosa que asemejaba a una coliflor; más aún cuando se observaba a su cuerpo entero, tan menudo y delgado. Había en él, vestigios de una figura envidiable. "Cuenta la leyenda que algunas almas se encuentran y se complementan de manera tan maravillosa que se unen para construir y amarse...— la anciana hizo una pausa dramática —, pero hay otras, niña, otras almas que se encuentran y se unen, para destruirse. Ese es el caso más desastroso, encont
"Novela trágica". ¿Realmente había dicho eso? Había definido su vida en un concepto al sentirse tan agobiada por tanto, miles de pensamientos y cientos de ideas distintas. Pero, ¿qué tan cierta era esa definición? Posiblemente no mucho, tal vez nada; cómo Rita había dicho, sería tan real como ella lo quisiese creer y ella no quería creerlo del todo. Pasarón los días, las semanas, los meses y ella por fin entró a la universidad. Estudiaba todos los días, devoraba libros en italiano, uno tras otro, practicaba el idioma con su reflejo en el espejo del tocador. — Ciao, mi chiamo Miranda Jean Gardner — , el salón repleto de mujeres aplaudió ante la presentación. El profesor hizo una seña para que guardaran silencio y ella pudiera continuar — , e questa è la mia seconda lurea Todos la vieron asombrados, había dicho justo lo que el profesor le había pedido con un italiano fluido y una pronunciación magnífica. — Grazie mille, signorina — , respondió el profesor con un aplauso, breve, pero
Cómo cada mañana el correo llegó a la puerta de los Gardner. Entre todo aquel papeleo, no solo se podían encontrar cartas dirigidas a Joseph o a la señora Gardner, sino también una dirigida a Miranda. Usualmente era Rose quien recogía y entregaba el correo, algo que resultaba bastante cómodo para toda la familia, ya que ella nunca cuestionaba la correspondencia ni espiaba entre las cortinas. Pero aquella mañana, por azares del destino, no fue Rose quien recogía las cartas, sino Victoria. Mientras ella entregaba el correo dirigido a su esposo Joseph, su mirada fue atrapada por un sobre color amarillo, en la parte posterior podía encontrarse la estampilla y la dirección y nombre del destinatario escritos con tinta azul; pero a Victoria tan solo le había interesado el nombre del destinatario: "Miranda Gardner". Camino a la habitación de su hija, Victoria no pudo evitar leer nuevamente y más detenidamente los datos que el sobre contenía. La letra era fluida y bastante sencilla, pero l
A veces, cuando no sabes cómo encontrar a alguien, simplemente dejas de buscarlo. Y eso fue justo lo que le sucedió al italiano.Michelle ya había hecho todo lo que creía necesario para encontrar a Miranda; había ido al club, múltiples veces, dado largas caminatas por las calles de Nueva York y observado con atención a cada persona a su alrededor, la había buscado en cada oportunidad que se le presentaba y, aún con ello, no la había encontrado. Ni siquiera con la ayuda que Thomas y James le habían ofrecido.¿Habría sido, todo ello, tan solo un sueño infantil, una esperanza sin fundamentos o un anhelo quebradizo? No lo sabía, pero daba igual.Michelle no se había cansado de buscar, sino de no encontrar.Por otro lado, Miranda no había buscado nunca al italiano, al menos no de la misma manera que él a ella; ella no había buscado encontrarlo, sino mantenerlo, ella no quería olvidarlo ni que fuera algo efímero, por desgracia, sus amigas se habían encargado de administrarle cierta dosis de