Joseph estaba en su estudio; recargando su cabeza en el respaldo de su silla, observaba el techo sobre él; volvía a pensar en todo, al final era lo único que se atrevía a hacer, tan sólo pensaba y repasaba una y otra vez las mismas situaciones, llegando a las mismas conclusiones: hacer lo que, desde el principio, debió hacer.¡Pero no hacía nada! Estaba demasiado ocupado pensando en todos los errores cometidos; y había encontrado ya tantos que no podía continuar con el hilo de pensamiento.Suspiró poniéndose de pie; era momento de aceptar que sus acciones no habían sido las más brillantes, y que debía, de una vez por todas, hacer lo correcto.En la sala de estar, se encontraban las mujeres, ambas disfrutaban de una taza de café y conversaban sobre nada en particular, pero al mismo tiempo, de todo. Mujeres, hablan de "nada", cuando (o tal vez porque), lo entienden todo.— Miranda —, dijo con tono casi solemne; la mencionada respondió levantando la mirada y llevándola a él. Volvía a ser
Thomas se encontraba absorto en sus pensamientos, su mente era, en aquel momento, un inmenso caos; una parte de él prestaba atención a lo que fuera que James le decía y la otra parte intentaba entender que pasaba en su interior. Había sentido un leve escalofrío recorrer su cuerpo, eso le hubiera parecido normal a cualquiera, incluso tal vez gracioso; pero a Tom le parecía aterrador, sentía que las paredes se le caían encima, que todo, en algún momento, lo aplastaría sin remordimientos.Su rostro presumía una seriedad increíble, pero él ni siquiera se había percatado de ello, no podía controlarlo, suficiente tenía con su sufrimiento interno. James se había percatado de dicha expresión, pero decidió no preguntar nada, no aún, debía esperar un poco, no a que Thomas se calmara, sino a que él mismo entendiera lo que sucedía.— ¿Todo bien? —, preguntó después de algunos instantes; Thomas pareció despertar de un sueño; volvió su mirada al castaño y sonrió, sonrió como sí nada estuviese pasand
Los nervios que Michelle sentía al principio de la cena, habían desaparecido al cabo de unos minutos, pues Joseph no lo había intimidado cómo él creía que sería; después de un intercambio de palabras, las risas hicieron su aparición y, aquello había inundado de alivio al italiano, pues sentía que todo iba espléndidamente.Miranda observaba la convivencia de sus padres con Michelle, sin poder evitar sentirse extremadamente feliz, veía como todo avanzaba de la manera más natural, ella no tenía que intervenir para nada que no fuera participar en la conversación. Pronto todos guardaron silencio: la comida había llegado.— ¿Por qué Matemáticas? —, preguntó Joseph por mera curiosidad; aunque, tal vez, una capa más dentro de su ser; aquella pregunta fuese como una medida más en contra del buen avance de Michelle. El señor Gardner no entendía por qué aquel italiano, sin estatus ni dinero, comenzaba a agradarle, incluso más que su brillante alumno Robert.— Es una de mis pasiones —, comenzó el
Cuando la cena terminó, Michelle observó al auto de los Gardner alejarse; al perderlos en la distancia, el italiano sonrió y comenzó a caminar en dirección contraria. A pesar de haber recibido cierta propuesta de Thomas para tomar prestado su auto; la rechazó con bastante seguridad.Quería mostrarse en su manera más genuina, aunque eso significase ser un italiano, estudiante de matemáticas y no tener un quinto por ser becado; y, según parecía, no había resultado en absoluto mal, sino al contrario.Las últimas sonrisas intercambiadas, se habían sentido tan genuinas, cómo sí todos hubiesen conectado de la más espléndida manera; en los ojos de Miranda resplandeció un brillo casi infantil, esa clase de brillo que se hace presente al sentir la mayor de las dichas. ¿Qué pensaría la chica durante aquella velada? Al llegar él al departamento que compartía con James, sentía una enorme emoción, pero al mismo tiempo, un cansancio insoportable; no era muy tarde, tal vez las 11:00 o las 12:00, pe
¿Qué pasó después? Esa pregunta era un tormento para quién la escuchara o, bien, la ponunciara. Y justo era esa la pregunta que se había pronunciado, que inocentes y dulces labios habían pronunciado; aquella niña frente a ellos les preguntaba, ¿qué más había pasado? ¿Qué sucedió después?La niña de ojos grises y cabellos castaños los observaba con una curiosidad inmensa, sus ojitos brillaban por la emoción y su expresión sonriente, deslumbraba cuan candela. — Mamá, papá, ¿qué pasó después? —, repitió con la impaciencia de un niño.— Pasó que le pedí matrimonio —, respondió Michelle con una sonrisa embelesada, gesto que nunca aparecía sí no era Miranda en quien posaba la mirada.— Si, después de todo, los italianos también aman —, respondió Gardner correspondiendo el gesto.La pequeña niña los observaba con profunda admiración, identificaba el amor de sus padres al verlos, ni siquiera debían hablar para hacer saber al mundo que, sus corazones, almas y anhelos, estaban unidos por las má
"Michelle AmorettiEn realidad, no tenemos ni la más remota idea de qué responder a la carta que enviaste; tu madre sigue dando vueltas por la sala y en su rostro puede verse una expresión de genuina angustia.Ninguno de los dos puede creer las palabras que has escrito, no entendemos, ¿por qué?, ¿por qué tuviste que caer en los brazos de una americana, sí fue la única condición que te pusimos: no caer?De cualquier modo, no estamos molestos o decepcionados, no, más bien algo sorprendidos; y es que nunca creímos que conseguirías a alguien… es decir, sí que confiábamos en qué te casarías y nos darías lindos nietos; pero no creíamos que fuese a ser tan pronto.Tu madre siempre creyó que te casarías con una italiana, una bella italiana de cabello castaño, tez blanca y ojos avellana; y francamente yo también lo creía. Pero recibir la noticia de tu relación con una americana fue una verdadera ola de emociones, pasamos del desconcierto a la sorpresa y de ahí a la intriga.Bueno, tu madre sigu
Un viaje a Italia sonaba a una idea rídicula y hasta un tanto exagerada; y la verdad er que Joseph estaba en profundo desacuerdo, a diferencia de su adorada esposa, Victoria; quien se había emocionado, incluso más que Miranda cuando escuchó sobre aquel viaje de presentación. Michelle había ido a pedir el permiso de llevar a la chica con él a su país natal en las vacaciones de invierno, a pesar de aún ser verano.Llevó consigo la carta de sus padres, aunque deseaba fervientemente no tener que usarla o leerla, no porque creyera que los Gardner eran fáciles de persuadir, sino porque temía leer aquellas líneas en las que, aunque leve, podía persibirse cierto desprecio a los americanos y, francamente, eso no sería de mucha ayuda. Victoria ni siquiera le había permitido terminar de presentar su petición y ya estaba aceptando y planeando el viaje de su hija; pero Joseph era un sujeto un tanto más complicado de convencer; no paró de preguntar detalles de todo tipo, parecía querer estar seguro
A fuera el día era gris, las espesas y oscuras nubes cubrían al sol que, muy de vez en cuando, buscaba salir y resultar cálido; parecía que llovería y que así sería el día entero, gris y, para muchos, algo melancólico. El ambiente exterior iba muy acorde con la atmósfera que reinaba en el interior de la residencia Gardner, lo cuál no era muy favorable pues, cuando uno se encuentra mal, sólo quiere ver al sol brillar para recordarse sonreír.Joseph y Victoria desayunaron en silencio, él no revisó el periódico cómo de costumbre, no le apetecía hacerlo, ni tampoco menciono la más reciente publicación de su artículo aunque se moría por hacerlo. Ella no terminó su comida, ni explicó la naturaleza de sus planes a la familia, así cómo tampoco pregunto por los del resto. Miranda tan sólo comía, no quería preguntar nada, porque era evidente que todo estaba algo tenso y no quería tensarlo más, no quería que se rompiera algo.* * *Después de algunas semanas desaparecidas, totalmente incomunicad