―¿Cómo se tomó Aristo la noticia? ―preguntó Demetrios. ―Mejor de lo que esperaba, podrán tener sus diferencias, pero son hermanos. ―Siento que este Alec es que debió ser si Colette no los hubiera separado, mi hijo era un niño, noble, cariñoso y bastante dulce. En cambio, Aristo era el travieso y el instigador de todos los planes y travesuras. Alec era quien lo seguía a todas partes ―reveló Demetrios con nostalgia. ―Solo espero que formen una sólida relación antes de que los recuerdos de Alec regresen ―indicó Sam ―Aunque Aristo decidió creer en mí, necesito que tenga la confirmación de que nunca hubo nada entre Alec y yo. Que tenga la seguridad de que las gemelas son sus hijas. ―Si es que sus recuerdos regresan, no tenemos garantía de eso, quizás los recupere por completo o quizás solo parte de ellos ―explicó Demetrio. Sam deseo que estuviese equivocado. ―Voy a dar algunas instrucciones para la cena y pedir una jarra de agua de coco para los caballos, de seguro vendrán sedientos.
El día anterior al bautizo comenzaron a llegar los invitados que se alojarían en la isla, personas de la alta sociedad griega que hacía mucho que Samantha no veía y que en el pasado se comportaron con ella de forma despectiva. Para los invitados que pernoctarían en la casa se dispondría de varias opciones de alojamiento: la casa de invitados, el antiguo apartamento de Aristo en el ala este del segundo piso y parte de las habitaciones disponibles en el apartamento de Alec que este cedió amablemente. El único lugar que permanecería sin visitas sería el último piso de la casa. En ese aspecto, Samantha fue inflexible, era su lugar privado y no quería intrusos allí. También llegarían varios yates que pernoctarían frente a la isla y se unirían a la ceremonia por la mañana. Aunque a Sam le molestaba que se hubiese invitado a París Papadopoulou, no dijo nada por tratarse de la hija menor de Théo Papadopoulouel el mejor amigo de Demetrio. Cómo señora de la casa hizo la distribución de las h
El último helicóptero que llegó al final de la tarde traía a dos mujeres, la primera de ellas y la más esperada, la madrina de las gemelas, la tía Joy Méndez, que había hecho un alto en su gira para ir al bautizar a las niñas. La segunda mujer que descendió del aparato era una pequeña pelirroja de penetrantes ojos verdes, era Emma Gardener, la CEO que manejaba los hoteles de Alec, y a quien Aristo decidió invitar en el momento en que su hermano recordó su nombre. ―¡Joy! Qué alegría verte, te he extrañado mucho ―exclamó Samantha abrazando a su mejor amiga. ―Y yo a ustedes. Por su parte Aristo le daba la bienvenida a Emma. ―Agápi mou, te presento a Emma Gardener, la CEO encargada de manejar los hoteles de Alec, sin su apoyo no sé qué habría hecho. ―Es un placer conocerla, señorita Emma, bienvenida a nuestra casa ―dijo Sam con una sonrisa sincera. ―Llámeme, Emma, señora Christakos, es un placer para mí ser incluida en su celebración. ―Entonces tendrás que llamarme Sam. ―Gracias, S
―¡Oh!, Las niñas se ven tan lindas y angelicales en sus vestidos blancos, parecen pequeñas novias ―dijo Joy a Emma cuando vio a las gemelas descender del coche acompañadas de Samantha y Aristo.«¡Demonio! Sam trae la cara de la Mona Lisa lo que significa que estos dos pelearon por algo» pensó Joy.―Y ahí viene la novia ―dijo Emma casi para sí misma, al ver llegar a París con un elegante vestido blanco y una mantilla para entrar a la iglesia.―Es lo más cercano que estará de Aristo, dentro de una iglesia y vestida de blanco ―señaló Joy con maldad.―¿También está detrás de Aristo? Pensaba que su objetivo era Alec ―preguntó Emma con la confusión pintada en la cara.―Esa bruja le hizo la vida miserable a Sam porque quería a Aristo para sí. ¿Y ahora me dices que también estaba detrás de Alec? ―preguntó Joy con asombro ―Por favor, cuéntame lo que sabes.―Cuando yo renuncié a trabajar con Alec, unos meses antes de su desaparición, ellos tenían un amorío, de hecho, una vez los encontré en una
―¿Qué es todo eso que pasó en la iglesia? ―preguntó Aristo a Sam.―No sé de qué hablas ―respondió Sam con inocencia.―Hiciste un comentario sobre París que fue poco apropiado.―Y ella fue a quejarse contigo.―La hiciste llorar de la vergüenza.―¿Por qué? ¿Por decir que su bautizo fue hace mucho tiempo? Imagino que la bautizaron recién nacida y tenemos casi la misma edad.―Fueron las palabras que usaste la que dieron la impresión de que hablabas de otra cosa.―¿Cómo el término bíblico de conocer?―Sí ―respondió Aristo.―¿Y usar señor en vez de Dios? ―preguntó burlona.―Sam…―Como dice el refrán “El que no la debe, no la teme” Aristo, y si no tienes nada nuevo, bueno o interesante que decir, te dejo, debo atender a los invitados.―¡Samantha!―¿No es suficiente con lo de ayer, para que hoy tengas que venir a amargarme el día con tus reclamos absurdos?―Tienes razón, lo siento, es un día para celebrar, en otro momento podemos hablar sobre esto.Sam lo miró, no tenía ganas de aceptar sus d
El almuerzo se sirvió en los jardines de la casa, bajo elegantes toldos ventilados. En la mesa familiar el ambiente era tenso, Demetrio estaba muy molesto por lo ocurrido, había discutido con Théo. Su amigo se había empeñado en justificar el comportamiento de su hija y Maureen, su esposa, había querido marcharse, pero Théo la mandó a callar. Aristo y Samantha no se hablaban, se sentaron con las gemelas entre ambos, por lo que estaban separados por dos sillas. Alec permanecía en silencio al lado de su padre. Los únicos que intentaban mantener una conversación eran Flavián y Joy. Sam agradeció que el diámetro de la mesa fuera lo suficientemente grande para estar lejos de Maureen y que el centro de floral le tapara el rostro, porque tenía tanta rabia que si la mujer se atrevía a decirle algo se la comería viva.Después del almuerzo, la orquesta comenzó a tocar música bailable para los adultos, los niños se trasladaron al parque que se había instalado en el jardín lateral. Sam se levantó
Emma se marchó dejándolo solo en la playa. Alec sentía mucha confusión, retazos de recuerdos llegaban a su mente y así como llegaban se iban. No podía retenerlos. Se sentó en la tumbona y se agarró la cabeza con las manos como si de esa manera pudiera evitar que se escaparan.A lo lejos dentro de una habitación en la casa de invitados París lo miraba pensando en cómo podía usar a Alec para sus fines. Samantha la había engañado haciéndole creer que no sabía el idioma y la hizo quedar mal delante de Aristo, necesitaba cobrárselas y sacarla de una vez por toda de la vida del hombre que quería para sí. No tiraría el trabajo de tantos años que había hecho con Aristo, siempre mostrándose como una mosquita muerta. Quería ser dueña de la fortuna de los Christakos, su padre tenía dinero, pero cuando muriera Demetrio, Aristo sería uno de los hombres más ricos de Grecia y ese era el tipo de hombre que necesitaba en su vida. Era el mayor de los hermanos y el que llevaba las riendas del negocio, s
Alec salió de su habitación cuando vio que el helicóptero que se llevaba a París despegó de la isla. Se había despertado muy temprano, pero se quedó en la cama pensando en lo que debía hacer. Unos minutos después de ver volar el aparato salió en busca de su hermano, lo encontró sentado en el despacho leyendo unos documentos.―Aristo, necesito hablar contigo ―dijo con voz seria.Su hermano levantó la cabeza de los documentos y lo miró con el ceño fruncido.―Supe que te desmayaste ayer en la playa, ¿cómo te sientes?―Estoy bien, tuve una ráfaga de recuerdos y mi mente no pudo procesarlo todo, ahora estoy un poco más calmado… Vengo a pedirte perdón por haberte engañado con tu esposa. No hay modo en que pueda excusarme por haberte traicionado de ese modo, no sé ni porque lo hice, porque en este momento no siento ni la más mínima atracción por ella. ¿Qué clase de hombre era que pude acostarme con la esposa de mi hermano?Aristo lo miró con resentimiento.Cuando se enteró de que Alec estaba