Alec se mantuvo callado durante todo en el viaje desde la isla a Atenas, no quería hablar con su padre para que el piloto no descubriera que no era Aristo. Por su parte Demetrios se dedicó a platicar con el piloto para llenar el incómodo silencio. Una vez en la consulta el neurólogo escuchó el relato de Alec, pidió una resonancia de su cerebro y un encefalograma para verificar que su amnesia no fuera productos del golpe recibido. Al final de la tarde se reunió con Alec y Demetrios para dar su diagnóstico. ―Primero que nada, querido amigo ―dijo refiriéndose a Demetrios ―, quiero felicitarte por haber recuperado a tu hijo, la prueba de paternidad confirma con un 99,97 por ciento de que este hombre es tu hijo. ―Ya eso lo sabía, pedí la prueba porque Alec así lo quiso. ―No quería ni un asomo de dudas de quien soy ―explicó Alec con una sonrisa. ―Alec, los exámenes a los que fuiste sometido demuestran que tu cerebro no fue afectado por el golpe del accidente, por lo que te puedo decir
Aristo salió del centro de rehabilitación esperando encontrarse con Flavián. Su sorpresa fue mayúscula al ver a Sam en su lugar, una gran sonrisa asomó a su rostro que se desvaneció al ver la mirada aprehensiva de su esposa. Algo malo debió de ocurrir para que ella estuviese allí en lugar de su jefe de seguridad, sobre todo cuando él le pidió que no saliera de la isla. ―¿Qué ocurre agápi mou? ¿Le ha pasado algo a mi padre? ―preguntó Aristo con preocupación. El corazón de Sam dio un salto al escuchar que la llamaba amor mío, como en los inicios de su matrimonio. ―No, tu padre está bien, pero si ocurrió algo ―dijo Sam ―ven subamos al coche para que podamos hablar, es delicado por lo que dentro solo está Flavián conduciendo y él lo sabe todo. Aristo asintió, su jefe de seguridad bajó en ese momento para tomar su maleta y meterla al portaequipaje del vehículo mientras ellos subían a la parte trasera. ―No quería que te enterases por la prensa amarillista por eso vine en persona ―dijo
El helicóptero donde Aristo y Samantha regresaban, sobrevolaba la casa Christakos en la isla. En la terraza Alec se paseaba nervioso esperando a Aristo, por la señora Agnes se enteró de que su hermano y Samantha estuvieron separados desde su desaparición hasta el secuestro de las niñas. Ellas vivían en Londres cuando eso ocurrió. También le comentó que su padre conoció a sus nietas cuando la policía las llevó a la isla y que su hermano casi no tenía relación con sus hijas. No sabía que pasaba entre Aristo y Samantha, pero esperaba que por el bien de las niñas hubiese una reconciliación permanente porque las gemelas eran adorables y la alegría de esa casa. El helicóptero se posó en el helipuerto y Aristo bajó del aparato, de inmediato se giró para ayudar a su esposa a descender. El corazón de Alec dio un vuelco al ver a su hermano y tuvo que contenerse para no salir corriendo a abrazarlo, los recuerdos de él eran los más bonitos que tenía en su memoria. Cuando los vio salir del área
―¿Cómo se tomó Aristo la noticia? ―preguntó Demetrios. ―Mejor de lo que esperaba, podrán tener sus diferencias, pero son hermanos. ―Siento que este Alec es que debió ser si Colette no los hubiera separado, mi hijo era un niño, noble, cariñoso y bastante dulce. En cambio, Aristo era el travieso y el instigador de todos los planes y travesuras. Alec era quien lo seguía a todas partes ―reveló Demetrios con nostalgia. ―Solo espero que formen una sólida relación antes de que los recuerdos de Alec regresen ―indicó Sam ―Aunque Aristo decidió creer en mí, necesito que tenga la confirmación de que nunca hubo nada entre Alec y yo. Que tenga la seguridad de que las gemelas son sus hijas. ―Si es que sus recuerdos regresan, no tenemos garantía de eso, quizás los recupere por completo o quizás solo parte de ellos ―explicó Demetrio. Sam deseo que estuviese equivocado. ―Voy a dar algunas instrucciones para la cena y pedir una jarra de agua de coco para los caballos, de seguro vendrán sedientos.
El día anterior al bautizo comenzaron a llegar los invitados que se alojarían en la isla, personas de la alta sociedad griega que hacía mucho que Samantha no veía y que en el pasado se comportaron con ella de forma despectiva. Para los invitados que pernoctarían en la casa se dispondría de varias opciones de alojamiento: la casa de invitados, el antiguo apartamento de Aristo en el ala este del segundo piso y parte de las habitaciones disponibles en el apartamento de Alec que este cedió amablemente. El único lugar que permanecería sin visitas sería el último piso de la casa. En ese aspecto, Samantha fue inflexible, era su lugar privado y no quería intrusos allí. También llegarían varios yates que pernoctarían frente a la isla y se unirían a la ceremonia por la mañana. Aunque a Sam le molestaba que se hubiese invitado a París Papadopoulou, no dijo nada por tratarse de la hija menor de Théo Papadopoulouel el mejor amigo de Demetrio. Cómo señora de la casa hizo la distribución de las h
El último helicóptero que llegó al final de la tarde traía a dos mujeres, la primera de ellas y la más esperada, la madrina de las gemelas, la tía Joy Méndez, que había hecho un alto en su gira para ir al bautizar a las niñas. La segunda mujer que descendió del aparato era una pequeña pelirroja de penetrantes ojos verdes, era Emma Gardener, la CEO que manejaba los hoteles de Alec, y a quien Aristo decidió invitar en el momento en que su hermano recordó su nombre. ―¡Joy! Qué alegría verte, te he extrañado mucho ―exclamó Samantha abrazando a su mejor amiga. ―Y yo a ustedes. Por su parte Aristo le daba la bienvenida a Emma. ―Agápi mou, te presento a Emma Gardener, la CEO encargada de manejar los hoteles de Alec, sin su apoyo no sé qué habría hecho. ―Es un placer conocerla, señorita Emma, bienvenida a nuestra casa ―dijo Sam con una sonrisa sincera. ―Llámeme, Emma, señora Christakos, es un placer para mí ser incluida en su celebración. ―Entonces tendrás que llamarme Sam. ―Gracias, S
―¡Oh!, Las niñas se ven tan lindas y angelicales en sus vestidos blancos, parecen pequeñas novias ―dijo Joy a Emma cuando vio a las gemelas descender del coche acompañadas de Samantha y Aristo.«¡Demonio! Sam trae la cara de la Mona Lisa lo que significa que estos dos pelearon por algo» pensó Joy.―Y ahí viene la novia ―dijo Emma casi para sí misma, al ver llegar a París con un elegante vestido blanco y una mantilla para entrar a la iglesia.―Es lo más cercano que estará de Aristo, dentro de una iglesia y vestida de blanco ―señaló Joy con maldad.―¿También está detrás de Aristo? Pensaba que su objetivo era Alec ―preguntó Emma con la confusión pintada en la cara.―Esa bruja le hizo la vida miserable a Sam porque quería a Aristo para sí. ¿Y ahora me dices que también estaba detrás de Alec? ―preguntó Joy con asombro ―Por favor, cuéntame lo que sabes.―Cuando yo renuncié a trabajar con Alec, unos meses antes de su desaparición, ellos tenían un amorío, de hecho, una vez los encontré en una
―¿Qué es todo eso que pasó en la iglesia? ―preguntó Aristo a Sam.―No sé de qué hablas ―respondió Sam con inocencia.―Hiciste un comentario sobre París que fue poco apropiado.―Y ella fue a quejarse contigo.―La hiciste llorar de la vergüenza.―¿Por qué? ¿Por decir que su bautizo fue hace mucho tiempo? Imagino que la bautizaron recién nacida y tenemos casi la misma edad.―Fueron las palabras que usaste la que dieron la impresión de que hablabas de otra cosa.―¿Cómo el término bíblico de conocer?―Sí ―respondió Aristo.―¿Y usar señor en vez de Dios? ―preguntó burlona.―Sam…―Como dice el refrán “El que no la debe, no la teme” Aristo, y si no tienes nada nuevo, bueno o interesante que decir, te dejo, debo atender a los invitados.―¡Samantha!―¿No es suficiente con lo de ayer, para que hoy tengas que venir a amargarme el día con tus reclamos absurdos?―Tienes razón, lo siento, es un día para celebrar, en otro momento podemos hablar sobre esto.Sam lo miró, no tenía ganas de aceptar sus d