Siento mi cuerpo debilitado, todo a mí alrededor parece poco visible, como si estuviera cubierto por una fina cortina de humo, mi cabeza no deja de dar vueltas y un cosquilleo recorre cada espacio de mi piel, desde la cabeza a la punta de los pies. El aire se comprime en mis pulmones y cuando el cuerpo masculino y desnudo toca mi piel al descubierto, varias fibras explotan en una mezcla de amor y lujuria.
No logro entender nada, pero el chico (que no sé quién es) porque su rostro permanece borroso, deja escapar un gemido ahogado y prolongado. Se mueve obedeciendo solo a su instinto masculino, se siente abrumado por la pasión, los sentimientos y pensamientos que se precipitan en un furioso torbellino.
«Esto es de locos»
Silencio la pequeña voz que martiriza mi cabeza, indicándome que esto está mal, que no es correcto, sin embargo por alguna extraña razón, le deseo. Mi cuerpo encaja a la perfección con el suyo, como si fuéramos dos piezas perdidas de un rompecabezas infinito. La rebeldía me domina cuando hundo mis labios con los de él, inmediatamente el beso toma calor y profundidad, en especial cuando él comienza a acariciar la parte inferior húmeda de mi boca con la punta de su lengua.
Los latidos de mi corazón aumentan mientras él continúa explorando mi cuerpo, hambriento de intimidad. Conforme pasan los segundos bailando dentro de un tortuoso balance de incertidumbre, la intensidad de la pasión va en aumento. El sudor gotea de nuestros cuerpos fundidos, ardiendo ambos como si tuviéramos fiebre.
—Te deseo —gruñe el chico, erizando la piel de mi delicado cuello.
—Te deseo —repito como si una fuerza sobrehumana empujara las palabras atoradas de mi pecho, avasallándome durante largo tiempo.
Exhalo ruidosamente cuando él comienza a acariciar mis pechos con entusiasmo, como si llevara toda una vida queriéndolo hacer. Yo ladeo una media sonrisa que le da a entender que el deseo de una mujer por el deseo carnal, no era de ninguna manera inferior al deseo de un hombre.
—Eres solo mía —ronronea con su voz ronca, gélida y varonil—. Ya entiéndelo de una vez.
—Eres solo mío —afirmo con tanta seguridad que me asusta.
Pasa sus dedos por mi cabello rubio, y yo quiero levantar el rostro para ver el suyo, pero es una tortura no poder hacerlo.
—Esta vez si te parto —sentencia y mi cuerpo tiembla ante el peso que ejercen sus duras palabras—. Pringada.
Frunzo el ceño ante esa palabra que me parece tan familiar, pero no logro recordar, quiero salir del trance, sin embargo, mi cuerpo me obliga a envolver mis piernas alrededor de él cuando de una estocada furiosa, dura y profunda, expande mis paredes internas y me hace soltar un gemido. Tomo una posición que le permite adentrarse lo más intenso y profundo posible, como si su grosor y tamaño no fueran suficientes para alguien de mi tamaño, porque claramente era más alto, fuerte y peligroso que yo.
Mueve sus caderas, frenético, saborea mi piel como si fuera el dulce que siempre deseó y que nunca estuvo a su alcance. Bombea brusco y exquisito a la vez, puedo sentir su miedo, su amor y admiración por mí, así como una breve brecha de rechazo que se abre entre el infinito mar de su iris azul, soy capaz de leer sus pensamientos y palpar con la punta de mis dedos sus más oscuros deseos, así como acariciar la fina línea que separa su realidad de sus pesadillas, lo correcto de lo perverso.
—Eres mía, joder, solo mía —dice tensando la mandíbula, está molesto, su ira recorre como espina desgarrando mi piel, mientras baja a la curvatura de mi cuello y me muerde para luego succionar—. Me perteneces, Via, y te lo demostraré cada que lo dudes, hasta que aprendas que el único miembro que debes desear, es el mío y no el de ese rubio idiota que te trata como m****a.
Abro la boca para hablar, pero mis palabras se ven opacadas por los dulces gemidos que me hace soltar al darme a lo bestia, duele, mi corazón se funde con el suyo y siento que me ahogo en el compás de su frenético arranque de celos, su enfado es más que apocalíptico, el sonido encharcado de nuestros sexos al chocar con nuestros fluidos mezclados, se convierte en el chapoteadero más exquisito, el nivel de lujuria, perversidad, deseo y admiración es tanta, que cuando la tensión de ambos alcanza su límite, una ola de calor electrizante me hace estremecer, llegando al mismo tiempo al tan deseado clímax.
—Tan deliciosa, apretada y húmeda como me lo imaginé —se deja caer encima de mí ya mallugado cuerpo, todo mi ser huele a él, a loción de hombre, a cigarrillos y a alcohol, todo con un ligero toque de menta.
Quiero verlo bien, pero es como si estuviera con la vista borrosa, luces multicolores destellan ante mis ojos al sentir sus calientes y húmedos labios sobre los míos, succionando y mordiendo mi labio inferior, a tal punto de herirme, el sabor metálico entre nosotros lo enloquece, lo sé, tiembla, su ansiedad por poseerme nuevamente se acrecienta con cada segundo marcado.
Arremete contra mí y chillo, ya no estaba dilatada, por lo que el dolor con el ardor que me deja su enorme miembro en mi interior, hace que gima en su boca, la cual se niega a dejar la mía, es posesivo, y no me dejo de repetir que está enfadado ¿por qué? Contengo la respiración recibiendo toda su furia, su fuerza y su pasión sin remedio.
—No vuelvas a usar esos jodidos jeans tan ajustados —me gira quedando en cuatro—. Y mucho menos besarlo frente a mí.
Me congelo cuando siento cómo golpetea mis muslos con su miembro, jugando a enfilarlo en mi puerta trasera, baja y sube, me tenso, una expresión de incertidumbre brilla en mis ojos con pasión y miedo al sentir como la cabeza de su trozo de carne, se dirige hacia mi. La mera cabeza me hace chillar, duele.
—Te voy a partir en dos, Via, como castigo por ponerme así todo el tiempo —su tono de voz es gélido, me eriza la piel.
Empuja un poco más y vuelvo a chillar, cierro los ojos y los puños.
—Duele —me quejo como si de algo sirviera.
¿Qué m****a está mal conmigo? ¿Esto contaría como p**a violación? La verdad es que no, porque siento el nivel alto de su deseo perverso, como si este estuviera infectando la sangre que corre por mis venas, quiero que lo haga, quiero que me parta, es un gusto culposo ¿por qué me siento así?
—A mí me duele más verte con el muñeco hueco con el que sales, mientras me ignoras y tengo que recurrir a alguien más para no pensar en lo caliente que me pones —musita con molestia, intenta meterme más su grueso tronco, pero sabe que estoy demasiado estrecha, por lo que dirige su mano hacia mi capullo rosa y con movimientos que me hacen gemir como perra en celo, me dilata.
La tortura es deliciosa, tiene que hacerlo o de lo contrario lo dañaré, empuja un poco más y siento que me abre, me duele demasiado.
¡Reacciona! Grita otra voz de mi cabeza, no quiero, si quiero, no, sí, con su rodilla me obliga a abrir más las piernas.
—Mía, me perteneces, pringada —finaliza.
No obstante antes de que me parta en dos, abro los ojos de golpe, gritando como una loca. Lo primero que diviso es el enorme oso de felpa que me regaló Owen, mi novio, y del cual me aferro como si fuera mi único salvavidas. Me siento toda adolorida y al bajar la mirada frunzo el ceño al tiempo que mis ojos detallan mi cuerpo desnudo, bañado en sudor, mi pijama descansa en el suelo y creo que siento ganas de vomitar. Mi teléfono móvil suena con la canción de LazyBaby
de Dove Cameron, pero lo ignoro. No recuerdo nada.Me pongo de pie, siento ardor en mi parte y tengo un fuerte dolor en mi puerta trasera como si de verdad el chico de mis sueños me hubiera partido en dos como tanto sentenciaba. Entro y me doy una ducha de agua fría, tratando de borrar el extraño olor que impregna mi piel, la cual pese a las cremas aromáticas que le unto, no deja de sobresalir el olor mentolado sobre el suave olor a lavanda de mi loción de cuerpo favorita. Me coloco unos jeans oscuros ajustados y me detengo al instante, recordando la voz amenazante que me hace palpitar la cabeza.“No vuelvas a usar esos jodidos jeans tan ajustados”Quiero ponerme los jeans, nadie me dice qué hacer y qué no, pero al intentar abotonar y subir el cierre, me siento observada e incluso temerosa, por lo que de último mo
El parloteo de los tipos que arreglan lo del seguro y los resultados del daño, hacen que comience a darme dolor de jaqueca, Kronos; un tipo más alto que yo, delgado, pero con cuerpo atlético, cabello oscuro que contrasta con el azul intenso de sus ojos y su piel clara, no me ha quitado la mirada de encima desde que Cédric, su primo y quien fue el que ocasionó inocentemente mi futuro castigo, baja la mirada y se pasa una mano por su alborotado cabello, se parecía tanto al primer capullo, solo que este tenía los ojos verdes y dos hoyuelos, él parece estresado con el costo, su primo y mi peor pesadilla no deja de asesinarme con ojos inquisidores, y yo con los brazos en jarras y moviendo mi pie derecho con premura, frunzo el ceño.Ambos siempre han sido mis vecinos, su padre y profesor de literatura era muy amigo del m&iacu
—No fuiste a las duchas como te pedí —Owen ronronea a mi oído—. Muero por metértela.Sus palabras me acaloran, mi corazón galopa frenético y suelto una risita tonta que oculta la debilidad de mis piernas.—Ese es tu castigo, por tu culpa chocaron mi carro y llegué tarde —le explico mientras toma mi mano con posesiva actitud.—¿Quién mierda se atrevió a meterse con mi princesa? —inquiere sacándome una sonrisa.Cuando salimos a lo lejos, el motor de una moto llama nuestra atención, en especial porque casi nos atropellan.—¡Cuidado, putos r
—¿Los primos Woodhall? —Pregunta Owen a mis espaldas—. ¿Qué hacen ellos aquí? ¿Qué es lo que tienen tuyo?Sus preguntas pronto me dan dolor de cabeza, por lo que decido pasar de mi nana y camino hasta el recibidor con toda la intención de echarlos de mi casa. Ambos primos alzan la vista y es solo Cédric quien me sonríe.—Largo —refuto.—Qué manera de recibir a los invitados —bromea Cédric.—No recuerdo haberlos invitado, no son ni mis amigos, ni conocidos, ya me jodieron demasiado el día ambos, así que...—Tranquila —C&eacu
El sonido estruendoso de mi alarma despertador, hace que refunfuñe de forma inmediata, necesitaba dormir un poco más, me lo merecía luego de todas las cosas extrañas que me habían sucedido ayer. Coloco la almohada sobre mi cabeza y me hundo en el silencio que quiero provocar poniendo una barrera entre mi sueño, falta de ánimo y la obligación.—¡Via!La voz de mi nana se escucha peor que el sonido de mi alarma, me quejo y pataleo como una niña mimada, odiaba que me quitaran el sueño, abro los ojos y de mala gana me pongo de pie.—¡Alguien ha venido a visitarte, mi niña! —grita mi nana.Mi pecho se hincha de felicidad al pensar que
Alzo la mirada y noto que el espejo retrovisor está mal colocado, apuntando a la derecha, al asiento de Kronos, quien me observa con el ceño fruncido, me dejo hipnotizar unos segundos por el abismal azul de sus pupilas, me mira como si quisiera indagar, siento como si me estuviera leyendo y de pronto me veo expuesta, una rara sensación me domina, es como si mi cabeza quisiera abrir la caja de pandora en la que guardo mis más íntimos secretos, no puedo sostenerle la mirada, así que rompo el contacto con él removiéndome incómoda en mi asiento.—No me gusta hablar de mi vida privada —respondo en tono monótono.—Nena, tu vida nunca es privada —añade Ced estacionando su carro.El enojo se cr
—Tienes que estar demente.—No, no lo estoy.—Sí lo haces ella tendrá que demostrar que es digna de ser la Joya Woodhall.Las voces inconexas de esos idiotas hacen que me dé jaqueca, intento abrir los ojos, sin embargo, los párpados me pesan y no sé dónde me encuentro pero se siente tan bien, que me hundo en el mismo sueño profundo sin querer despertar.—Es mía.—Estás yendo demasiado lejos, ¿en verdad la quieres sacrificar por ella? ¿Vale la pena?—Estoy enamorado de ella, es mía, solo mía, joder, no voy a
—Eres mía, pringada.El mismo sueño, me encuentro sumida en el mismo ensueño de siempre, no puedo ver su rostro y mi cuerpo solo reacciona a sus palabras, a sus caricias, todo alrededor está cubierto por una cortina llena de bruma rosada. No sé dónde estoy, solo sé que estoy recostada en algo cómodo que se siente como un enorme algodón de azúcar.—Ahora ya no hay escapatoria —dice el mismo sujeto con voz ronca.Sus manos se mueven mediante movimientos desesperados, ansiosos, por todo mi cuerpo, sus besos resultan posesivos, su lengua aviva la llama que deja en cenizas electrizantes cada espacio de mi piel.—Eres mía —repite besan