El parloteo de los tipos que arreglan lo del seguro y los resultados del daño, hacen que comience a darme dolor de jaqueca, Kronos; un tipo más alto que yo, delgado, pero con cuerpo atlético, cabello oscuro que contrasta con el azul intenso de sus ojos y su piel clara, no me ha quitado la mirada de encima desde que Cédric, su primo y quien fue el que ocasionó inocentemente mi futuro castigo, baja la mirada y se pasa una mano por su alborotado cabello, se parecía tanto al primer capullo, solo que este tenía los ojos verdes y dos hoyuelos, él parece estresado con el costo, su primo y mi peor pesadilla no deja de asesinarme con ojos inquisidores, y yo con los brazos en jarras y moviendo mi pie derecho con premura, frunzo el ceño.
Ambos siempre han sido mis vecinos, su padre y profesor de literatura era muy amigo del mío, por lo que siempre intentaron que congeniáramos no obstante para ser sincera, eso nunca iba a suceder, Cédric era un Don Juan de primera categoría, no podías pestañear porque al segundo otra zorra lo tenía abrazado, y Kronos… ese tío es raro y ya está, un dolor en el culo, tiene como novia a una chica de último año que es líder de una pandilla de moteros de m****a que con solo verlos te cagas del miedo, tatuada y morena… no sé qué le ve, siempre viste como hombre y es un tanto presumida para ser tan fea.
A su lado no soy más que una flor de primavera en medio del lodo.
—Listo, hablaremos con su padre para que costee el precio y se ponga en contacto con el señor Olliw —dice uno de los hombres trajeados a Cédric y se marcha.
—Oye, siento mucho lo del auto, estaba distraído, y también siento lo que te hice en la mano, muñeca —me dice el primo de don amargado, optando por un tono que derrocha sensualidad.
—Ya —giro los ojos, dispuesta a volver a casa y agarrar algún otro carro de papá.
—¿A dónde vas? —Cédric me persigue como perro faldero, entrando a mis dominios y eso me cabrea, pero como soy educada me muerdo la lengua y prefiero no soltar algún comentario viperino.
—Necesito llegar a la escuela, genio, voy a buscar un carro de mi padre —resoplo.
Tengo la breve esperanza de que con esa cortante explicación se marche, sin embargo, al entrar a la enorme cochera de mi mansión, veo como el imbécil entra, observando todos los carros que hay, en total 17, modelos caros y de último año así como de colección, mi padre era un obsesionado con las colecciones.
—Tu padre sí que es un hombre cool —mete las manos en sus bolsillos y cuento los segundos para que deje de comportarse como un idiota.
Camino hasta un Mercedes negro, tomo las llaves que se encuentran en una caja fuerte en medio de la estancia, y mientras coloco la contraseña, de soslayo diviso como Kronos está recargado sobre un brazo bajo el umbral de la entrada. Observando cada uno de mis movimientos, como siempre hacía cuando éramos niños y le espiaba. Frunzo el ceño, esta charada de Cédric me costaría una semana sin salidas nocturnas con mis amigos y con Owen.
—¿Nos llevarías? —me pregunta justo cuando estoy por subir al auto de lujo.
—¿Qué acaso no tienen más carros? Son ricos al igual que yo —suelto la negativa al momento que Kronos logra escucharme y se acerca dando zancadas y sacando chispas por los ojos.
—Vámonos Ced —aprieta los puños y evita voltear a verme dirigiéndose a su primo.
—Pero si llegamos tarde o faltamos, el tío me castigará contigo y si de por sí vivir bajo el mismo techo que tú, ya es una tortura, el castigo será penitencia —dice Cédric con voz grave.
Kronos recorre de reojo mi atuendo, de pies a cabeza, sus ojos son intensos, quiere intimidarme, lo siento.
"M*****a mocosa de m****a"
—¿Hablas de mí? —Señalo a Kronos—. Porque no soy una mocosa de m****a como dices, ustedes son los imbéciles que chocaron contra mí, las reglas son básicas, no me hablan, no les hablo, no los miro, no me miran, si nos vemos ni nos conocemos. Pero ustedes hoy han roto todo, así que no me vengas a joder con eso de que soy una mocosa, porque tenemos la misma edad.
Ambos se quedan en silencio, su rostro se tiñe de un pálido nieve que parece todo un poema con tétricas rimas, era algo así como que hubieran visto un fantasma. Cédric abre la boca para decir algo pero al momento Kronos le obliga a declinar la idea mediante una mirada de advertencia.
—¿Entraron en coma o qué? —enarco una ceja con incredulidad, exasperada.
No obtengo respuesta por ninguno de ellos, así que me subo al auto, cierro, me pongo el cinturón de seguridad y enciendo motores, mandando todo por la borda, piso el acelerador y al instante miro hacia atrás por el espejo retrovisor al alejarme, ambos primos parecen estar discutiendo acaloradamente, y lo único que alcanzo a divisar antes de virar, es a Kronos encuellando a su primo, bramándole algo para luego salir como alma que lleva el diablo.
Manejo lo más veloz, mandándole un mensaje a mi nana para que revise la seguridad de mi casa y que saque a patadas de ser necesario, a los primos Woodhall. Cuando llego a la Universidad, aparco en mi lugar habitual y no dejo que el sabor amargo de las zurras que me lanzan algunos maestros por mi ausencia o llegada tan tarde, me arruinen el día.
—¿Sigues viva? —bromea Mirna, mi mejor amiga de toda la vida, una pelirroja hermosa de ojos verdes y discretas pecas.
Ruedo los ojos.
—O sea, es que hubieras visto como el capullo me comía con la mirada, y encima me dice mocosa —le explico con ojos de cachorro, tomando asiento en la cafetería en nuestra mesa especial, la cual estaba a escasos metros de la que usualmente usaban los chicos del equipo de fútbol americano.
—Te entiendo, yo me hubiera cagado, la semana pasada se corrió el rumor de que los Woodhall venden órganos humanos dentro del mercado negro de personas —comenta engullendo un emparedado de espinacas y manzana—. Los primos son guapos, pero vamos… Aterran y son peligrosos, aún me cuesta trabajo digerir que seas su única vecina a la redonda, ya que las diez casas que los rodean hasta la fecha permanecen vacías.
Trago duro, era cierto, desde que nací no hemos tenido más vecinos, a veces la gente venía y luego se marchaba a las dos semanas, pero asumía siempre que era porque la zona estaba muy bien ubicada y no cualquiera podía darse el gusto de costear las mansiones de lujo como la mía o la de ellos. De hecho había veces en las que Owen me arrastraba a su deseo y me follaba en alguna de las enormes propiedades vacías.
Espabilo y me concentro en la comida que yace en mi charola, esperando a ser devorada, mi ensalada y las ramitas de apio comienzan a darme arcadas y empiezo a preocuparme ¿estaré enferma? Me niego, era una chica muy sana, así que descarto la idea, tal vez esté cerca mi periodo, ensarto el tenedor en mi ensalada y me obligo a masticar y a tragar. Me sabe mal, aunque finjo estar comiendo oro.
—Hablando del diablo —bufa mi amiga.
Alzo la mirada y detallo al par de adonis que entran, sumiendo a toda la escuela en un largo compás de silencio que me desespera. Cédric me localiza con la mirada y le susurra algo a Kronos, quien lanza una fugaz mirada hacia mi dirección, caminan como si el suelo les debiera mucho y yo regreso con lo mío mientras todo el cuerpo estudiantil hace lo mismo poco a poco.
—Maldito —musita Mirna taladrando con ojos rencorosos, a Cédric, que rodea con su brazo a una chica del equipo de porristas, el tío quien hace dos años le hizo la broma del siglo, fingiendo que ella le gustaba y quería que fueran juntos al baile, el resultado fue que todo se trató de una apuesta y desde ese instante lo odia a morir.
Yo en lo personal le hubiera partido las bolas. Ignoro la furia de mi mejor amiga y me concentro en volver a probar bocado, ¿y si algo andaba mal con mi sistema gustativo? Odiaba los hospitales e ir a una consulta con nuestro doctor de cabecera, no me tenía brincando de felicidad. Esta vez muerdo la manzana con molestia y al instante la devuelvo.
—Joder —bramo lanzando la manzana a la charola.
—No tienes buena cara Via —Mirna frunce el ceño—. Estás pálida ¿has vuelto con esa tontera de no comer para adelgazar? Porque a mí me parece que tu cuerpo es el de una diosa, si no me gustaran los hombres como me gustan, creo que me enamoraría de ti.
Ignoro dejando pasar su maldito comentario, dejo de lado la comida y el día transcurre normal, al finalizar las clases me dirijo a mi casillero y meto mis cosas para sacar otras, hasta que siento como alguien rodea mi cintura por detrás.
—No fuiste a las duchas como te pedí —Owen ronronea a mi oído—. Muero por metértela.Sus palabras me acaloran, mi corazón galopa frenético y suelto una risita tonta que oculta la debilidad de mis piernas.—Ese es tu castigo, por tu culpa chocaron mi carro y llegué tarde —le explico mientras toma mi mano con posesiva actitud.—¿Quién mierda se atrevió a meterse con mi princesa? —inquiere sacándome una sonrisa.Cuando salimos a lo lejos, el motor de una moto llama nuestra atención, en especial porque casi nos atropellan.—¡Cuidado, putos r
—¿Los primos Woodhall? —Pregunta Owen a mis espaldas—. ¿Qué hacen ellos aquí? ¿Qué es lo que tienen tuyo?Sus preguntas pronto me dan dolor de cabeza, por lo que decido pasar de mi nana y camino hasta el recibidor con toda la intención de echarlos de mi casa. Ambos primos alzan la vista y es solo Cédric quien me sonríe.—Largo —refuto.—Qué manera de recibir a los invitados —bromea Cédric.—No recuerdo haberlos invitado, no son ni mis amigos, ni conocidos, ya me jodieron demasiado el día ambos, así que...—Tranquila —C&eacu
El sonido estruendoso de mi alarma despertador, hace que refunfuñe de forma inmediata, necesitaba dormir un poco más, me lo merecía luego de todas las cosas extrañas que me habían sucedido ayer. Coloco la almohada sobre mi cabeza y me hundo en el silencio que quiero provocar poniendo una barrera entre mi sueño, falta de ánimo y la obligación.—¡Via!La voz de mi nana se escucha peor que el sonido de mi alarma, me quejo y pataleo como una niña mimada, odiaba que me quitaran el sueño, abro los ojos y de mala gana me pongo de pie.—¡Alguien ha venido a visitarte, mi niña! —grita mi nana.Mi pecho se hincha de felicidad al pensar que
Alzo la mirada y noto que el espejo retrovisor está mal colocado, apuntando a la derecha, al asiento de Kronos, quien me observa con el ceño fruncido, me dejo hipnotizar unos segundos por el abismal azul de sus pupilas, me mira como si quisiera indagar, siento como si me estuviera leyendo y de pronto me veo expuesta, una rara sensación me domina, es como si mi cabeza quisiera abrir la caja de pandora en la que guardo mis más íntimos secretos, no puedo sostenerle la mirada, así que rompo el contacto con él removiéndome incómoda en mi asiento.—No me gusta hablar de mi vida privada —respondo en tono monótono.—Nena, tu vida nunca es privada —añade Ced estacionando su carro.El enojo se cr
—Tienes que estar demente.—No, no lo estoy.—Sí lo haces ella tendrá que demostrar que es digna de ser la Joya Woodhall.Las voces inconexas de esos idiotas hacen que me dé jaqueca, intento abrir los ojos, sin embargo, los párpados me pesan y no sé dónde me encuentro pero se siente tan bien, que me hundo en el mismo sueño profundo sin querer despertar.—Es mía.—Estás yendo demasiado lejos, ¿en verdad la quieres sacrificar por ella? ¿Vale la pena?—Estoy enamorado de ella, es mía, solo mía, joder, no voy a
—Eres mía, pringada.El mismo sueño, me encuentro sumida en el mismo ensueño de siempre, no puedo ver su rostro y mi cuerpo solo reacciona a sus palabras, a sus caricias, todo alrededor está cubierto por una cortina llena de bruma rosada. No sé dónde estoy, solo sé que estoy recostada en algo cómodo que se siente como un enorme algodón de azúcar.—Ahora ya no hay escapatoria —dice el mismo sujeto con voz ronca.Sus manos se mueven mediante movimientos desesperados, ansiosos, por todo mi cuerpo, sus besos resultan posesivos, su lengua aviva la llama que deja en cenizas electrizantes cada espacio de mi piel.—Eres mía —repite besan
Debo haber perdido la cabeza, primero los primos Woodhall entran a mi vida como un huracán arrasando todo a su paso, luego Kronos rompe nuestro tratado de silencio, se entromete en cosas que no debe, me dice lo que tengo o no qué hacer, juegan a algo demente que no entiendo, y para finalizar el hijo de puta aparece desnudo en mi cama.«Tal vez debería hacerme una prueba psicológica»Y ahora estaba aquí, dejando que mi estúpido vecino, me bese. Sus labios son suaves y gélidos, una extraña sensación se apodera de mí mente, poniéndola en blanco y nublando mis sentidos. Es como si una bruma rosada nos envolviera y de pronto estuviéramos danzando sobre el aire, todo a nuestro alrededor desaparece, no hay nada ni nadie, solo nosotros. Con
—¿Nos veremos más tarde? —aclaro mi garganta.—Qué te parece si terminamos lo que empezamos en el auto —Owen me mira de soslayo con una sonrisa pícara."Dile que no"Frunzo los labios.—Por supuesto ¿en las regaderas luego del entrenamiento? —propongo al entrar a los pasillos.Ver a la gente seguir el curso de su vida, el que mi novio salude a todos sus amigos como es costumbre, hace que quiera regresar a la normalidad cuanto antes.—Ya sabes que sí —se detiene justo al llegar a mi casillero.