Capítulo 3

—No fuiste a las duchas como te pedí —Owen ronronea a mi oído—. Muero por metértela. 

Sus palabras me acaloran, mi corazón galopa frenético y suelto una risita tonta que oculta la debilidad de mis piernas. 

—Ese es tu castigo, por tu culpa chocaron mi carro y llegué tarde —le explico mientras toma mi mano con posesiva actitud.

—¿Quién m****a se atrevió a meterse con mi princesa? —inquiere sacándome una sonrisa.

Cuando salimos a lo lejos, el motor de una moto llama nuestra atención, en especial porque casi nos atropellan.

—¡Cuidado, putos ricos de m****a!

Brama Judin Bailon, la novia de Kronos, quien no aparece por ningún lado y eso lo asumo a que por eso está enfadada, meto la mano a mi bolso con la intención de buscar las llaves de mi auto, pero no las encuentro.

—¿Todo bien? —Owen me mira fijamente, ladeando una sonrisa de media luna. 

—Sí, es solo que creo que olvidé mis llaves en el casillero —me pongo de puntitas y le planto un beso en los labios—. ¿Te veo más tarde? 

—Te acompaño —demanda con voz autoritaria, dejando de lado mi pregunta. 

—No hace falta, no tardo —le regalo un guiño—. Mejor te vas, o tu padre te hará lamentarlo. 

En su rostro se dibuja la tenue mueca de la derrota, y resignado me besa para luego dejarme ir. Me siento liberada con cada paso que da, como si el simple hecho de estar cerca de él me asfixiara. La escuela comienza a vaciarse y yo prácticamente corro hacia mi casillero, llego y en efecto, las llaves permanecen entre mis libros de historia y filosofía, cierro y el sonido de un par de pasos me hace girar, pero no hay nadie.

«Genial, te estás volviendo paranoica» 

Cierro y llego hasta mi auto, pero justo cuando estoy por cerrar la puerta, alguien me detiene. 

—¡Hola, guapa! 

Alzo la mirada y pongo los ojos en blanco al ver que se trata de Cédric, no entendía por qué, pero como que me irritaba. Aunque cabe destacar que olía demasiado bien.

—¿Qué quieren? —espeto con dureza, observando a Kronos, quien permanece en modo "hijo de perra silencioso" detrás de su primo.

—Sé que comenzamos con el pie izquierdo, solo pido de favor un aventón a casa —dice Cédric con su típica voz sexy—. Por favor, nadie vive por donde nosotros y…

Kronos no deja de verme mal y yo le sostengo la mirada como siempre, cuando éramos niños sucedía lo mismo, el cretino me empujaba, amenazaba a los niños y niñas para que no jugaran conmigo, cosa que le salió mal, ya que mi encanto natural terminaba atrayendo a la gente, era una carrera campal, una competencia sin sentido que solo se reafirmó cuando a los diez años, tuvo el descaro de ser quien me robara mi primer beso. Sin contar que tiene ilógica su situación ¿cómo es que vinieron a la escuela?

Estábamos en la fiesta de mi cumpleaños y él nada más llegó, se plantó frente a mí y me besó, muchas niñas ya comenzaban a soñar con él, y no dejaban de aludirme argumentando que había recibido el mejor primer beso, pero no, yo sabía la verdad, había recibido el beso de la muerte. Y desde ese momento lo odié más.

—Vale, pero solamente tú —señalo con la mirada a Kronos—. Él no, ¿lo tomas o lo dejas? 

Kronos ni se inmuta, es como si hubiera sido vacunado contra mí, mis palabras parecen no afectarle y eso me cabrea porque a mí, sí que me afectan las suyas, aunque aparento bien. De pronto, el ruido escandaloso de la moto de su perra hace que arrugue la nariz, la novia del imbécil de Kronos llega y me mira mal, su apariencia es como la de un niño, y me produce repelús. 

—Mi amor, vamos —le dice la tipeja y recurro a morderme la lengua para no reírme por lo irreal que se ve y suena esto. 

Es decir, la escena es graciosa, el tipo raro sin apartar sus ojos de mí, su novia llena de tatuajes manejando una Davidson en modo perra, diciéndole "amor" y todo para que el capullo no le preste atención. 

—¿Bebé? —vuelve a insistir.

Kronos no le hace caso, su mirada sigue fija en mí, soy consciente de que sus ojos recorren mis piernas desnudas y mis pechos, tensa el cuerpo y aprieta tanto la mandíbula, que siento que se está haciendo daño. Mi móvil suena y giro advirtiendo que se trata de Owen, por lo que con una sonrisa no tardo en responder a su llamado.

—¿No puedes vivir ni unos minutos sin mí? —río como boba ignorando el hecho de que mi voz se pierde entre el ruido del motor de la moto, de la risa incoherente de Cédric, y del corazón frenético que golpea mi pecho.

—Sin ti y sin tu dulce flor —responde Owen—. Voy de camino a tu casa, la tengo dura. 

Me muerdo el labio inferior ante su insinuación.

—Caliente, eso es muy caliente —juego a abanicarme.

—Caliente me pones tú…

No puedo seguir escuchando lo que me dice mi novio porque alguien me ha arrebatado el móvil, para luego lanzarlo al otro lado de la acera del estacionamiento, lo que provoca que se rompa. 

—¡¿Pero qué te sucede?! —exclamo a mi jodido agresor saliendo de mi auto, parándome frente a él 

No expresa nada, solo me calcina con sus ojos azules.

—¿Eres idiota? Sí, lo eres. 

El motor de la moto se apaga y su chica se baja para defenderlo. 

—¡No te metas con mi hombre, m*****a niña de papi! —brama dándome un empujón

—¡Pues ponle correa y quítale la rabia! —le regreso el empujón.

—Ok, chicas… —Cédric se interpone entre nosotras y mis ojos no tardan en llenarse de agua, misma que me niego a dejar fluir frente a estos tres chiflados. 

¿Es que alguien como yo, no puede tener un poco de paz? 

—¡Esta loca es la que empezó, agrediendo a mi hombre! —grita la perra ruda. 

Cierro los puños y cansada de estar en esta situación que no pedí, entro a mi carro, cierro dejando de lado las súplicas de Cédric, me pongo el cinturón de seguridad y arranco alejándome de los problemas, las lágrimas se me resbalan incontrolables por las mejillas, el aire de mis pulmones se comprime y aprieto el volante con fuerza. Para cuando llego a casa, mi humor empeora con la risa de fondo de Owen y Nana. 

Están tan absortos en lo que hablan, que no se dan cuenta de mi presencia, por lo que subo las escaleras y camino directo a mi habitación, necesitaba un teléfono nuevo, llamar a mi padre me producía jaqueca. Lloro un rato más, hasta que la puerta de mi habitación se abre, luego de tres largas horas.

—No avisaste que llegaste —la voz de Owen me hace dar un respingo—. Te he estado marcando, tu nana se preocupó y tuvimos que recurrir a las grabaciones de las cámaras de seguridad.

—Quería estar sola —musito con desgana, permaneciendo boca abajo sobre mi cama, escondiendo mi cara roja entre la almohada. 

—¿Sucede algo, princesa? —Owen no pierde tiempo en restregar su erección en mi trasero, cuando cae encima de mí—. ¿Estás así por qué no te hice caso? 

Pongo los ojos en blanco.

—No...

Owen ignora mi estado y comienza a darme un reguero de besos por mi espalda, besos que me prenden enseguida. Sus manos se deslizan audaces y detalladas sobre mis piernas y un escalofrío recorre mi espina dorsal. 

—Te deseo —dice con voz ronca mientras me gira para unir su boca con la mía. 

Me dejo llevar, lo necesitaba, quería que los besos y caricias de Owen me quitaran el mal sabor de boca que me dejó Kronos en todo el día, por lo que ansiosa de borrar todo rastro de sin sabor de mi estúpido vecino, me aferro a la camisa de Owen y se la quito, su lengua no deja de juguetear con la mía, sus manos intentan desabrocharme los shorts, me inclina hacia la cama nuevamente, pero al estar a punto de deslizarlos por mis piernas, la voz de mi nana y su llamado a mi puerta, hace que Owen maldiga por lo bajo ante su insistencia. 

—Joder.

—Cállate —le doy un último beso, sintiéndome salvaje y mordiendo su labio inferior.  

—Auch —se queja al instante—. ¿Qué m****a?

Pasa un pulgar por su labio inferior y al ver la sangre enfurece.

—Delicado —resoplo. 

Me arreglo un poco y abro la puerta cuando Owen parece estar listo y presentable. 

—¿Qué pasa nana? 

—Mi niña, abajo están los chicos Woodhall, dicen tener algo que es tuyo —me informa y enseguida se dibuja en mi rostro una mueca de desagrado.

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