Capítulo 1

Me pongo de pie, siento ardor en mi parte y tengo un fuerte dolor en mi puerta trasera como si de verdad el chico de mis sueños me hubiera partido en dos como tanto sentenciaba. Entro y me doy una ducha de agua fría, tratando de borrar el extraño olor que impregna mi piel, la cual pese a las cremas aromáticas que le unto, no deja de sobresalir el olor mentolado sobre el suave olor a lavanda de mi loción de cuerpo favorita. Me coloco unos jeans oscuros ajustados y me detengo al instante, recordando la voz amenazante que me hace palpitar la cabeza.

“No vuelvas a usar esos jodidos jeans tan ajustados” 

Quiero ponerme los jeans, nadie me dice qué hacer y qué no, pero al intentar abotonar y subir el cierre, me siento observada e incluso temerosa, por lo que de último momento desecho esa idea y opto por unos shorts cortos azul cielo, una blusa de manga larga oscura, unos botines de tacón prudente con agujeta, decido dejar mi cabello rubio suelto y al ver mi reflejo en el espejo de mi enorme tocador, siento como si me hubieran echado un balde de agua fría al anclar mi curiosa mirada sobre la marca que yace a un costado de mi cuello, parece un maldito chupete y no recuerdo si Owen me lo hizo ayer eufórico por la victoria del equipo. Mi labio inferior también sufre una pequeña herida y me convenzo de que es a causa de la pesadilla que debí haberme mordido por la noche.

Me maquillo haciendo magia con el polvo indeleble que me coloco sobre la marca y que me cubre a la perfección, me veo y sonrío, era la chica más popular y atractiva de todo Hall Reven; Un pueblecillo ubicado en Luisiana, la universidad a la que iba tenía el mismo nombre, y a mis 19 años podía alardear sobre mi belleza inusual; estatura promedio, tez clara, rubia natural, ojos grises, mi cabello largo hasta la cintura era de lo que más me sentía orgullosa, lo cuidaba con mil tratamientos y mascarillas, que lo dejaban sedoso, brilloso y oliendo demasiado bien.

Todo en contraste con el hoyuelo bien marcado en medio de mi barbilla y el tatuaje de un ala izquierda de un ángel caído en la parte trasera de mi nuca. Bajo y mi nana ya tiene listo mi desayuno vegano sobre la encimera de la cocina. Nana Lucía es cómo mi madre, la cual nunca conocí porque murió cuando yo nací, es la única persona que me conoce bien y que ha estado conmigo todo el tiempo, ya que mi padre, al ser uno de los mejores abogados del país, siempre viajaba y mantenía las narices metidas hasta ahogarse, en su trabajo.

—Buenos días Nana —la saludo dándole un beso en la mejilla como cada mañana.

—Buenos días mi niña, tu desayuno está servido —la pelinegra de cincuenta años con ojos oscuros y cansados me observa y esboza una cálida sonrisa en sus ya agrietados labios pese al labial rojo carmín que los cubre—. Pasta de calabacín con aderezo natural de avocado, zumo de toronja natural y un panecillo sin gluten y sin azúcar como te gustan. 

Llevar una dieta balanceada era importante para mí, en especial cuando tenía que mantener mi figura.

—Solo no tardes demasiado, no quiero que llegues tarde a la escuela, ya sabes cómo se pone tu padre con esas cosas —finaliza y asiento mientras saco mi móvil y le tomo una selfie a mi plato para luego postearla en mis historias de I*******m.

Cuando lo hago, antes de cerrar la aplicación, observo que un usuario sin foto es quien primero lo ve, un tal Perversion_666, estoy por darle clic a su perfil cuando me entra la llamada de Owen.

—Hola princesa —me saluda y una coqueta sonrisa no tarda en iluminar mi rostro—. ¿Cómo está mi chica?

—Pensando en ti —enrollo un par de fideos de calabacín con el tenedor, los baño con aderezo y me lo meto a la boca—. ¿Listo para el juego del viernes?

Mastico con gusto, pero el sabor no me llega al paladar.

—De eso mismo quería hablarte, no podré pasar por ti, mi padre se puso eufórico por la victoria y nos ha obligado a los chicos y a mí a llegar temprano al campo, de hecho ya estoy en la escuela —me explica haciéndome enfadar.

—¿Te costaba mucho haberme avisado dos horas antes? —Vuelvo a agarrar y enrollar más pasta con la esperanza de que esta vez sepa mejor que el primero bocado, y lo engullo todo con ganas—. Llegaré tarde.

—Vamos, no te enfades princesa, prometo que te lo compensaré después del entrenamiento —agrega optando un tono demasiado meloso con toques sexuales que me hacen cosquillear abajo—. ¿Nos vemos en las duchas?

Trago, nada, no me sabe nada bien y cansada solo tomo el jugo, pero al instante lo escupo, sabe a m****a, como si la toronja llevara siglos podrida.

—¿Princesa?

—Sí, nos vemos más tarde, tengo que colgar.

—Te amo…

No dejo que termine y cuelgo apagando mi jodido celular. Le lanzo una mirada enfadosa al plato y lo llevo al fregadero, mi estómago me exigía alimento y me causaba conflicto tener que acudir a la cafetería de la universidad, en donde todo te hacía engordar y eran calorías y más calorías, tomo las llaves de mi convertible plateado, capricho que recibí por una rabieta de la cual el único culpable fue mi padre. Entro, enciendo el estéreo con la canción que tanto me volvía crazy, la misma con la que suena mi móvil y arranco.

Todo va bien, hasta que sucede, es tan rápido que en menos de un pestañeo la bolsa de aire se desprende evitando que mi pecho golpee. Me siento aturdida, y abro poco a poco los ojos.

—¡Mierda! —Exclama alguien—. ¡¿Por qué no puedes hacer ni eso bien?!

—¡Lo siento, pero esas chicas tenían mi atención!

Las voces masculinas me hacen bajar del auto y ver el desastre, un Mercedes slr McLaren negro, ha golpeado la parte trasera de mi convertible haciéndolo añicos, mi hermoso carro parece salido de una escena de rápidos y furiosos.

—¡Maldita sea! —exclamo al límite del colapso, porque no solo llegaría tarde a la escuela, sino, que mi padre me mataría por el daño.

—Vaya, no tenía idea de que las niñas fresas dijeran malas palabras.

La voz masculina y gélida que eriza mi piel y golpea mi espalda, me hace girar dispuesta a plantarle una bofetada al peliagudo que ha dicho eso, y lo hago, el problema es que mi mano golpea con fuerza descomunal la mejilla de nada más y nada menos que de Kronos Woodhall, el chico más temible del pueblo, y mi odioso vecino, junto con su primo Cédric, quien me lanza dagas de fuego por los ojos para luego tomarme de la muñeca, ejerciendo demasiada fuerza, tanta, que por un segundo pienso que tendré fractura.

—No debiste haber hecho eso.

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