La pre-cena en casa de los padres de Enzo había sido magnífica. Después de aquella pequeña discusión de la tarde, parecía ser que su novio había cambiado completamente de parecer. Sonreía, conversaba con sus padres y con los de él, hablaba sobre lo emocionado y nervioso que estaba por la boda, y de lo mucho que la quería.
A pesar de lo corta que fue, debido al cansancio del viaje, todo había resultado una maravilla. Por un momento olvidó absolutamente todo lo malo; para ella solo existían su familia y su pareja.
Todo bien, hasta que esa noche, Enzo se quedó a dormir en casa de sus padres y no con ella, nuevamente.
—No es muy delicado de mi parte hacia tus padres.
Bueno, tenía toda la razón. Esta vez sí que la tenía.
Con toda la tristeza del mundo se
No es que quisiera comparar el sexo con Alessa, pero lo que vivía con Paula lo hacía conocer el mismísimo infierno y elevarlo al paraíso en la misma noche.Era magnífico. Era definitivamente de las mejores experiencias que había tenido. Y cada vez que lo hacían sentir que lo disfrutaba aún más. Le encantaba tomarla con fuerza y también le encantaba saber que era prohibido. No le iban a decir nada a Alessa y con ella llevaba, además, una relación bastante «libre». No sabía cómo definirla.Se veían muy poco a veces. Ella salía con varias excusas, mientras él le daba dinero suficiente para que se movilizara. Él ya no sufría de celos, ella tampoco lo controlaba. Se llevaban bastante bien y no discutían, la pasaban bien en la cama y ella lo acompañaba a cualquier evento importante. No era
Se había levantado tarde. Bueno, qué podía hacer la invitada a una boda.Se quedó observando el piso por largo rato. Se veía cansada y somnolienta. Ese día no tenía trabajo. Nadie cercano a los novios lo tenía. Se iban a casar, su hermano y su amiga se iban a casar. No tenía mucho qué decir, pero demasiado en qué pensar.Después de la boda por el civil ella simplemente se fue. Alba la quiso acompañar, pero ella quería estar sola. Alex y Alessa también de fueron apenas salieron del Registro. No los soportaba.El día anterior había pasado todo el tiempo aislado, ya que también tenía libre. De todas maneras, debería mandar algunos documentos a los correos pertinentes y culminar algún par de actividades desde su hogar. No había visto a sus amigos, pero supuso que estar&iacu
La tradición» siempre era que la novia llegase tarde.Pero ella era Saira Anderson y «llegar tarde» no era un concepto que a ella le gustase aplicar. Además, ella como arquitecta siempre estaba al mando de personal, a quien tenía que dar el ejemplo, estar a tiempo, ser responsable. Por eso estaba ahí, ya en la iglesia, esperando por su novio. Bueno, ya esposo.No estaba emocionada. Estaba triste y hasta preocupada. Amaba a Enzo, sí, pero en esos momentos se preguntaba si había elegido bien. ¿Ese era el hombre con el que quería hacer su familia? Habiendo una mujer entre ellos… no podía sacarse esa idea de la cabeza y se sentía desesperada.Sonrió a su padre, que la tenía de la mano, fuera de la capilla. Se suponía que Enzo debería haber llegado hacía casi una hora.—&
Nunca en la vida había llorado tanto. Ni siquiera cuando Enzo se había ido a Inglaterra. Nunca, de verdad nunca.Había pasado ahí tres días con sus noches, sin comer, bebiendo poco, y durmiendo un par de horas, junto a la camilla, tomando sus manos. Se apartaba cuando era estrictamente necesario, cuando usaba la ducha o el baño, porque tenía que desinfectarse regularmente y usar alcohol antiséptico, y porque los doctores se lo exigían.Afortunadamente y como médicos que siempre había atendido a la familia, le permitían pasar más tiempo de lo que realmente dictaban las políticas. Y ese era el único ápice de felicidad que ella tenía. Su traslado desde el hospital público fue casi inmediato, después de los primeros auxilios pidieron el pase a la clínica y desde ese momento, ni siquiera sus padres la hab&iac
La habitación parecía vacía sin ella ahí. En la mente de Saira seguían resonando sus gritos y acusaciones. Había algo en Emma que no estaba bien y no se refería a las alucinaciones… sus celos; los estaba llevando a otro nivel.Reacomodó la silla y se sentó en ella, exactamente como Ortega había estado antes y contempló a su novio. Dormía profundamente, al parecer. Se le estremeció el cuerpo y le dieron inmensas ganas de llorar.Recordaba la enorme angustia que había sentido cuando vio a Alvaro y Julia salir corriendo de la capilla, gritando que Enzo había tenido un terrible accidente.Todo su mundo se le fue abajo. Corrió tras de ellos, con sus padres siguiéndole los talones. Llegaron al hospital en poco tiempo. Ella estaba ahí, con su vestido de novia y toda la indumentaria. Se sinti&oacut
En esta ocasión ya no lloraba, pero el alma se le partía siempre en mil pedazos. Veía a su hija allí, dormida, pero con una expresión de angustia en su rostro, que no la dejaba estar en paz.Y también recordaba a su hijo, que estaba todavía más grave. ¿Por qué justamente ellos, los inocentes, debían pagar por sus errores?Vio a su esposo levantarse a tocarle la frente a su pequeña hija y entre tanta desgracia, sonrió por primera vez en muchos días.—Ya está mejor. —Comentó, con un tono especialmente tranquilizador.Su mujer asintió.Él también estaba completamente devastado y su carácter sufría los estragos de aquellas desventuras. Sus hijos estaban en cama, sedados y con problemas en sus vidas. Después de toda esa b
—No puedo creerlo. —Imprimió presión contra el raspón de la frente y suspiró—. Cómo te pudo haber pasado algo así.—Me duele… oferta entre dientes, apretando los ojos y tomándose el vientre. Se echó para atrás en el mueble mientras tomaba la bolsa con hielos que le daba su novia.No podía parar de pensar en que la única prueba que tenía contra Alessa, se había ido al carajo y ahora sí que restaba perdido. Quizás ya no iba a casarse. De eso estaba seguro. Aunque en medio de su dolor físico, el del corazón era todavía más grande.—¿Por qué no me dijiste nada?Miró su reloj y notó que eran las once de la noche. Después de que Emma despertara, la gran noticia de que Enzo también lo había h
No hacía mucho tiempo le había dicho a Emma que un hijo iba a, prácticamente, arruinarle la vida. Y también que destruiría su relación con Arthur, pero poco más de dos meses después, era una noticia que la ponía casi a saltar de alegría. Verdadera alegría, infinita alegría. Aún no se lo había dicho a nadie, ni siquiera a Emma, incluso después de una semana no sabía cómo transmitir aquella información.Llevaba casi tres meses de embarazo según su ginecóloga y ahora debía asistir a controles mensuales, ya que sufría de problemas con las emociones fuertes o nervios; eso era lo que causaban los dolores de cabeza y cólicos, además de que tenía una pequeña infección que si no se trataba, podría ser peligrosa.—Evita tener episodios de ira, Alba, pue