Ajedrez II:

Eván:

Mi hermano me contempla con pena.

—Lo sé. Sé que la jodí. Sé que la empujé a las drogas y de ahí a la depresión. Creo que se siente inútil. Como si su vida no tuviera valor, como si no tuviera propósito ni sentido continuar viviendo, pero…quizás, si se pasa unos años persiguiendo a un mocoso por aquí…no sé…

—¿Quieres mi consejo, hermanito?

Asiento con vehemencia. Mi hermano siempre ha sido mi mejor consejero.

—No te conformes con uno, mejor que sean dos. Bien pillos y bien mal portados. Te aseguro que la hará inmensamente feliz intentar enderezarlos. Créeme, no hay nada más emocionante que despertar con los gritos de la cocinera porque han cambiado los caramelos del pozuelo en la cocina por grillos vivos.

Sonrío.

—Y qué decir de los escándalos de mi mujer cuando los pecchi pintaban las paredes, porque se les había acabado el papel para colorear…ah…aquellos sí fueron buenos tiempos.

***

Valery:

Él duerme completamente desnudo.

Los tatuajes de su pecho y abdomen me intrigan.

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