La boda llegó finalmente, y Ruby estaba tan ansiosa aquel día. Sentía que no podría caminar bajo la constante atención de todos los invitados. El momento era ahora; con su elegante y largo vestido blanco, avanzó lentamente, recibiendo miradas de admiración y curiosidad de parte de todos los que estaban allí. Sus pasos resonaban en su mente, cada uno de ellos un recordatorio de la magnitud de lo que estaba a punto de suceder. Miró al frente y vio a Sung-Hoon, su futuro esposo, esperando con una expresión de amor, que solo era un montaje en medio de aquella relación inventada.
Cuando Ruby estuvo a pocos centímetros de él, tomó su mano con un ligero temblor. El roce de sus dedos la calmó, recordándole que, a pesar de sus nervios, él estaba allí para guiarla en medio de aquella actuación. En la parte de atrás, Mírian y Leandro asistieron al casamiento a regañadientes, mientras que Margarita, desde su lugar, observaba la escena con incredulidad y descontento. Su ilusión era que su hijo se hubiera casado con la heredera de un conglomerado lujoso, alguien que representara el estatus que ella tanto valoraba. Pero nada salió como esperaba. Mientras la ceremonia avanzaba, Ruby y Sung-Hoon intercambiaron sus votos. Ruby, con la voz temblorosa, dijo: —Prometo amarte y respetarte, en los días buenos y en los malos, en la salud y en la enfermedad. Eres mi compañero, y siempre estaré a tu lado. Sung-Hoon, con una mirada profunda expresó: —Te elijo a ti, Ruby, hoy y siempre. Prometo ser tu apoyo, tu amigo y tu amor, sin importar que tan difícil se nos presenten problemas. El oficiante, con una voz clara y emotiva, los declaró marido y mujer. El momento era "mágico". Ruby sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor, dejando solo a ellos dos en un espacio privado. Entonces, con un suave gesto, Sung-Hoon inclinó su cabeza y le dio un beso delicado en los labios. Fue un beso que se suponía debía sentirse vacío, pero que él sintió electrizante como aquella vez que estuvieron juntos. Ella sabía que nada era cierto, que no debía darle riendas sueltas a sus emociones en medio de algo que no era verdadero. Aún así, Ruby sonreía, aunque un poco forzada, sintiendo la presión de las miradas aún sobre ella. Suspiró hondo. Los aplausos no se hicieron esperar. La celebración del nuevo matrimonio Dankworth Wright, se hizo por todo lo alto. Al final de la noche Ruby estaba agotada y Sung-Hoon decidió despedirse de algunos invitados y se marchó del lugar. Se alojaron en un ostentoso hotel, allí pasarían la noche. Esa anoche ambos cayeron rendidos al descanso. Por la mañana ella se sintió avergonzada creyendo que Sung-Hoon estaría molestó por no haber estado con él, sino dormirse. —También me he quedado dormido, Ruby. Sin embargo, no hay prisa. ¿Te olvidas que ya hemos estado juntos? Quizás ya estés embarazada. Ella parpadeó sobre él. Ciertamente podría tener razón. Quizás había un bebé dentro de ella. —Yo... —No quiero presionarte. Así que, esperemos algunas semanas y veamos qué pasa. Ella asintió. —Por cierto, aquí está el contrato. Firmalo —emitió casi dando la orden. Ni siquiera leyó el contrato, solo puso su firma y se lo entregó. Sung-Hoon asintió. —Es todo. Serás mi esposa hasta que yo lo decida, tendremos intimidad si así queremos, mientras estemos en esta condición, nadie saldrá con alguien más. ¿De acuerdo? —Debí leer el contrato... —¿Por qué no lo has hecho? —Confié en ti. Aunque estoy de acuerdo con lo que dices, excepto lo de tener... —No te forzaré a nada —prometió exhalando, a lo que ella asintió —. Te daré una copia luego. Ella no dijo nada. 2 meses después.... Ruby se despertó con síntomas extraños, se preguntó qué ocurría con ella, tal vez una comida que le cayó mal. Aunque su cabeza le señaló algo más... Tal vez estaba embarazada. A sus veinticuatro años, aunque no era tan joven, ahora que probablemente estaba ocurriendo, se sentía un poco nerviosa, aunque no sorprendida. No pudiendo quedarse quieta, salió de aquel piso lujoso, que ocupaba con Sung-Hoon, tan solo a los días de haberse casado se mudaron allí. Ruby compró un test en la farmacia de la esquina y esperó en el baño tras realizarse la misma. Cinco minutos y la obtuvo. Era positiva. Suspiró hondo. Casi de inmediato, le marcó. —Sung-Hoon la prueba ha salido positiva. —¿En serio? Te lo dije, solo había que esperar —pronunció orgulloso, aunque solo estaba feliz porque las cosas salían como las planeó —. Aún así, te llevaré al doctor. —Bien. —Ruby, tengo que colgar. Ella se sintió echada a un lado. Mientras Sung-Hoon asistía a su primera reunión como presidente de la compañía Dankworth, Ruby caía sobre el suelo frío del baño, desolada. Amaba a un hombre que quizás nunca la amaría como ella. Tal vez nunca debió aceptar todo eso, enredarse en él por algo ficticio. Quizás no debió nunca fijarse un integrante de la familia Dankworth. —Sung-Hoon... Se sentía utilizada, solo un método para conseguir algo. Resopló, mirándose al espejo. Ahora estaba atrapada en un matrimonio, a la espera de un bebé y con la incesante presión de su tía Costanza, que había perdido la cabeza. No, definitivamente no sabía que hacer. Ella no quería causar daño a nadie, pero proteger a su hermana Andrea de lo que Constanza aseguraba que haría, le recordaba que debía hacer lo que pedía. Destruir a Leandro Dankworth, aunque el proceso tuviera que acabar con cada uno de los integrantes de esa familia, incluyendo a su marido, Sung-Hoon.Toda la familia de Dankworth estaba reunida en la sala principal, esperando la llegada del abogado. La noticia de la muerte de Richard Dankworth sacudió por completo la vida de todos ellos, ya que fue una muerte inesperada. Aunque Richard había estado un poco enfermo los últimos días, no se pensaba que eso lo llevaría realmente a la muerte; sin embargo, de un momento a otro, falleció. Una semana había pasado desde su deceso y ahora todos estaban allí, a la expectativa de la lectura del testamento, que generaba gran incertidumbre sobre lo que sucedería. Sin embargo, Míriam y Leandro, los hijos biológicos del difunto, estaban completamente seguros de que la herencia había sido dividida entre ellos. Estaban convencidos de que a su padre no se le había ocurrido jamás incluir a Sung-Hoon, su hermano solo por parte materna. Sung-Hoon Dankworth, el hijo ilegítimo, estaba sentado en una esquina, sintiendo la mirada de desprecio de sus hermanos. Para ellos, siempre había sido el intruso. É
Ruby, cuando ya se habían alejado lo suficiente, decidió soltarse del agarre del hombre y luego se cruzó de brazos mirándolo a los ojos. Ella nunca creyó que podría enfrentarlo, pero ahora sentía que estaba en su derecho, porque ese hombre la arrastró hacia un invento y todo era un desastre. —¿Por qué ha dicho eso? Es mentira que estamos en una relación, mucho menos nos casaremos, nada de lo que dijo es cierto, obviamente nunca podría ser verdad —soltó, confundida. Él suspiró sonoramnete. —¿No te das cuenta que estoy en una situación desesperada y que tú eres mi única opción? Sé que nunca hemos sido cercanos, sin embargo si te estoy pidiendo esto es porque confío en ti, eres la única persona en la que ahora puedo confiar. —¿Por qué? Solo se confía en los amigos y en la familia y claramente usted y yo no somos nada de eso — hablaba bajito como si le diera un poco de temor expresar lo que sentía. Sung-Hoon, para evitar ser visto, volvió a tomarla pero esta vez por el antebrazo y
Los días siguientes, Ruby había dejado de ser solo la sirvienta de la mansión Dankworth, para convertirse en la futura esposa de Sung-Hoon.Diana y Melissa, quienes fueron sus compañeras de trabajo, supieron de parte de Ruby, la razón por la que ella ya no trabajaría con ellas. Ambas estaban perplejas, sabiendo que de pronto Ruby se convertiría en la esposa de Sung-Hoon. —Chicas, hablemos más cuando sea posible, lo prometo, yo nunca me olvidaré de donde pertenezco. Pero ahora tengo que hacer esto. Ellas asintieron. Y es que las dos también creyeron toda esa mentira. Pensaban que Ruby sí había estado saliendo con Sung-Hoon y que ahora estaba embarazada. Pero Ruby no podía decirles la verdad, ni siquiera a ellas. ***Sung-Hoon lanzó una mirada asesina a Adriel Benson, su mejor amigo. Adriel soltó una sonora carcajada. —Es que amigo, todavía no puedo creer que te hayas enredado con una chica de bajos recursos y que no está a tu altura, no está al nivel de ninguno de nosotros. ¿Por
Labios rojo intenso, accesorios brillantes y su rubio cabello corto alisado. Era ella irreconocible frente a ese espejo. El equipo de profesionales que se encargaron de peinarla y arreglarla, estaban allí, amando el resultado. —Eres muy hermosa y el vestido azul te sienta de maravilla. —Su piel pálida lo es todo, es tan perfecta —comentó la otra mujer, mirándola con una sonrisa. Ella sonrió, un poco forzada porque no estaba acostumbrada a la excesiva atención que estaba recibiendo. Pero esa sería su nueva vida, una muy distinta a la que estaba habituada. Ahora lucía tan diferente, usando aquel vestido elegante y sobre esos tacones lujosos. Margarita se presentó y estudió a Ruby. Pronto, sin hacer otro aspavimiento, anunció que era momento de marcharse al salón donde se celebraría la fiesta de compromiso. Cuando llegaron a aquel lugar, donde personas importantes estaban reunidas charlando, bebiendo y disfrutando de la noche, Ruby comenzó a sentirse nerviosa. Sus piernas le temblab