Capítulo 13

Octavia

Allí, de pie frente a mí, había un niño que no llegaba ni a mis hombros. Observé con asombro cómo cada detalle de su apariencia parecía meticulosamente arreglado: no tenía ni una sola marca en su piel y su ropa estaba tan prolija y limpia que parecía haber salido de una pintura, más que de la cruda realidad de nuestro mundo. Su presencia en aquel lugar sombrío y desolado era tan inesperada que por un momento dudé de su realidad.

—¡Perfecto! Las alucinaciones han llegado, —me burlé de mí misma, mi voz cargada de ironía. La idea de que mi mente estuviera jugándome una mala pasada en aquel momento crítico parecía plausible, dada la tensión y el estrés que había estado soportando.

Pero entonces, el niño habló con una voz que sonaba tan pura y serena, tan inesperadamente angelical, que me hizo cuestionar mis propias palabras.

—No son alucinaciones, hija mía, —dijo, y su tono estaba lleno de una sabiduría que no parecía corresponder a su joven edad.

Me quedé mirándolo, completament
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