OctaviaAllí, de pie frente a mí, había un niño que no llegaba ni a mis hombros. Observé con asombro cómo cada detalle de su apariencia parecía meticulosamente arreglado: no tenía ni una sola marca en su piel y su ropa estaba tan prolija y limpia que parecía haber salido de una pintura, más que de la cruda realidad de nuestro mundo. Su presencia en aquel lugar sombrío y desolado era tan inesperada que por un momento dudé de su realidad.—¡Perfecto! Las alucinaciones han llegado, —me burlé de mí misma, mi voz cargada de ironía. La idea de que mi mente estuviera jugándome una mala pasada en aquel momento crítico parecía plausible, dada la tensión y el estrés que había estado soportando.Pero entonces, el niño habló con una voz que sonaba tan pura y serena, tan inesperadamente angelical, que me hizo cuestionar mis propias palabras. —No son alucinaciones, hija mía, —dijo, y su tono estaba lleno de una sabiduría que no parecía corresponder a su joven edad.Me quedé mirándolo, completament
LucienLa oscuridad de la noche era un reflejo perfecto de la tormenta que se agitaba en mi interior. Me había obligado a no ver a Octavia durante días, intentando de alguna manera superar estas emociones que me consumían. Como vampiro, la despiadada sed de sangre era mi naturaleza, pero desde que Octavia entró en mi vida, había algo más, una lucha interna entre lo que era y lo que sentía por ella.Había salido a patrullar más seguido, intentando encontrar algún consuelo en la tortura de otros. Cada grito, cada súplica de mis víctimas era un intento vano de acallar la confusión y el deseo que Octavia había despertado en mí.Justo ahora, mi grupo y yo estábamos persiguiendo a unos lobos que se habían atrevido a merodear cerca de las fronteras de las Tierras Sagradas. Corríamos a través del bosque, el viento frío rozando mi rostro, la excitación de la caza bombeando adrenalina a través de mis venas. Pero incluso en ese momento de pura persecución vampírica, mi mente se desviaba hacia el
OctaviaAiden se había desvanecido hace dos comidas. La soledad y el silencio habían vuelto a envolver mi celda, dejándome sumida en mis pensamientos. Estaba recostada en el suelo, tratando de encontrar algún tipo de comodidad en el frío y duro suelo de piedra, cuando de repente la puerta se abrió de golpe.Lucien estaba parado en el umbral, su imponente figura recortada contra la luz que se filtraba desde el pasillo. Al verlo, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y me puse en alerta inmediatamente. Sus ojos, normalmente fríos y calculadores, brillaban con una luz de esperanza que me desconcertó. ¿Qué estaba haciendo aquí?—Octavia, —susurró, y juro que en su voz se escuchó un matiz del Lucien que yo recordaba, el que en algún momento había mostrado un destello de humanidad. Era como si, por un breve instante, el hombre que había conocido antes de que su naturaleza vampírica se impusiera estuviera de vuelta.Me levanté lentamente, manteniendo la distancia entre nosotros. —¿Qué qu
HeiderHabían pasado horas desde que Orión y los demás partieron para ayudar a la aldea que había sido atacada. La espera se sentía interminable, y cada minuto que pasaba la ansiedad aumentaba en mí ya inquieto corazón. Estaba sola, sentada en el frío y duro suelo cerca de la puerta del búnker, abrazando mis rodillas contra mi pecho, tratando de encontrar un poco de calor en el aire helado de la noche.La soledad de la espera era abrumadora. El silencio del búnker, roto ocasionalmente por el sonido del viento que soplaba a través de los árboles cercanos, se hacía cada vez más opresivo. Mis pensamientos iban y venían, oscilando entre la preocupación por la seguridad de Orión y los demás.Fue en medio de estos pensamientos cuando una joven se me acercó. Su aproximación fue tan silenciosa que casi me sobresaltó. Levanté la mirada y vi a una chica que no debía tener más de veinte años, con los ojos llenos de una mezcla de miedo y determinación.—¿Eres Heider? —preguntó con una voz que tem
LucasHacía más de veinticuatro horas que Orión se había ido en su misión, y desde entonces, el tiempo parecía moverse a un ritmo diferente en el búnker. Dos horas después de su partida, recibimos el contacto para discutir la planeación de unir los búnkeres con un túnel. La noticia había traído una oleada de energía y propósito a nuestra lucha, una chispa de esperanza.Nos pusimos manos a la obra rápidamente, compartiendo entre los búnkeres los planos y discutiendo las posibles direcciones del túnel. Había un sentido de urgencia en el aire, una necesidad de hacer algo que nos diera una ventaja en nuestra lucha contra la opresión de la Diosa Luna. Decidimos comenzar al mismo tiempo el cavado, coordinando nuestros esfuerzos para ser lo más eficientes posible.Mientras tanto, Orión debía reportarse en breve, y esa era mi principal preocupación en ese momento. Su seguridad era de vital importancia para mí, y cada momento que pasaba sin noticias aumentaba mi inquietud.Me senté en un lugar
OriónLa decisión de Lucas de restaurar y mejorar las cámaras de vigilancia en el bosque había sido una iniciativa brillante. Esta nueva red de cámaras nos proporcionaría una ventaja táctica significativa, permitiéndonos evaluar con precisión las rutas de patrullaje de los Elegidos de la Diosa y, por ende, tener un mayor dominio sobre el campo de batalla.Mientras nos alejábamos del búnker de Alfa Declan, donde habíamos recibido noticias y actualizaciones sobre la situación, sentí una mezcla de alivio y tensión.El aire a nuestro alrededor estaba cargado de la humedad característica de las nubes grises que cubrían el cielo, y el ambiente se sentía opresivo.Mientras avanzábamos hacia el territorio de Alfa Zane, una parte significativa de mi mente estaba ocupada pensando en la reunión que tendríamos una vez llegáramos a nuestro destino. El tema principal sería la reciente revelación de que había humanos sobrevivientes fuera de nuestros búnkeres. Personalmente, consideraba crucial la id
Octavia—Te lo he dicho varias veces, necesitas darle algo a cambio, —me sermoneaba Aiden desde un rincón oscuro de la celda. Su figura parecía mezclarse con las sombras.Lucien había aumentado sus visitas desde aquella noche en que me trajo las mantas, cada encuentro un juego de estrategia y cautela. Intenté avanzar en el plan de escape, pero cada paso era como moverse en un tablero de ajedrez contra un oponente astuto.—Aiden, no es sencillo, no puedo simplemente fingir, —le respondí, cruzando los brazos frente a mí en un gesto defensivo. Mi voz resonaba en la fría celda, llevando consigo mi frustración y mi cansancio.—Podrías si piensas que es otra persona... —murmuró él, su voz un susurro que se perdía en las sombras.—Ya claro, súper sencillo. Tengo una idea, ¿por qué no usas tu magia y te haces pasar por mí? —le reclamé con un tono sarcástico, desafiando su lógica. Mis palabras eran un reflejo de la desesperación que sentía, un deseo de encontrar una salida fácil a una situació
LucienCaminé por los pasillos del palacio, sintiendo cada paso como un eco en la inmensidad de mi ser dividido. El encuentro con Octavia había despertado algo en mí que había estado latente, algo que había estado luchando por suprimir desde que recuperé mis recuerdos bajo la influencia de la Diosa Luna.Al ver a Octavia alejarse después de nuestro breve acercamiento, algo dentro de mí se agitó dolorosamente. Mi corazón, que había estado silencioso y frío desde mi transformación, había latido de nuevo, un recordatorio de la humanidad que aún luchaba por existir en algún rincón de mi ser. Sentí una ola de emociones que no podía ni quería entender completamente.—No puedo permitirme esto, —me dije a mí mismo, intentando reafirmar el control que había ejercido sobre mi propia existencia. La parte humana de mí, aquella que recordaba y anhelaba los momentos compartidos con Octavia, era un riesgo, un peligro para el propósito que me había impuesto.Los pasillos del palacio parecían intermin