LucienCaminé por los pasillos del palacio, sintiendo cada paso como un eco en la inmensidad de mi ser dividido. El encuentro con Octavia había despertado algo en mí que había estado latente, algo que había estado luchando por suprimir desde que recuperé mis recuerdos bajo la influencia de la Diosa Luna.Al ver a Octavia alejarse después de nuestro breve acercamiento, algo dentro de mí se agitó dolorosamente. Mi corazón, que había estado silencioso y frío desde mi transformación, había latido de nuevo, un recordatorio de la humanidad que aún luchaba por existir en algún rincón de mi ser. Sentí una ola de emociones que no podía ni quería entender completamente.—No puedo permitirme esto, —me dije a mí mismo, intentando reafirmar el control que había ejercido sobre mi propia existencia. La parte humana de mí, aquella que recordaba y anhelaba los momentos compartidos con Octavia, era un riesgo, un peligro para el propósito que me había impuesto.Los pasillos del palacio parecían intermin
OriónA medida que avanzábamos en nuestra misión de visitar a los búnkeres y unificar las manadas, el paisaje que nos rodeaba se tornaba cada vez más desolador. La devastación causada por la guerra se hacía más evidente con cada paso que nos acercábamos a las Tierras Sagradas. La tierra estaba marcada por cicatrices profundas, los árboles quemados y retorcidos, y el aire cargado con el olor de la destrucción.Cada nuevo búnker que visitábamos traía consigo una realidad más dura que la anterior. Las filas de lobos que una vez habían sido robustas y llenas de vida ahora se habían reducido drásticamente. En los territorios de Declan, Zane, Kael y Einar, aunque las secuelas de la guerra eran evidentes, no había llegado a los niveles extremos de destrucción que encontramos más adelante.Al entrar en los territorios de Braxton y Havoc, el panorama era desalentador. Las tierras una vez vibrantes ahora estaban desoladas, con aldeas enteras reducidas a escombros y cenizas. A pesar de esto, la
LucienMientras me deslizaba sigilosamente entre los estantes polvorientos de la biblioteca personal de la Diosa Luna, cada libro que tocaba parecía susurrar secretos antiguos y oscuros. La biblioteca, un laberinto de conocimiento prohibido, estaba iluminada por tenues velas que proyectaban sombras danzantes en las paredes. El aire estaba cargado con el olor a pergamino viejo y tinta, un aroma que me resultaba extrañamente reconfortante en mi búsqueda clandestina.Finalmente, mi persistencia dio frutos. Encontré una página que detallaba el ritual de amplitud, las palabras exactas que la Diosa Luna necesitaba pronunciar para despertar sus poderes por completo. Con un rápido vistazo a mi alrededor para asegurarme de que estaba solo, arranqué cuidadosamente la hoja del libro y la escondí dentro de mi chaqueta. Luego, reemplacé el libro en su lugar, asegurándome de que no pareciera tocado.Me moví entre las sombras con una habilidad nacida de años de práctica, evitando que cualquier sirvi
OctaviaCuando Lucien entró en mi celda esa última vez, sus palabras estaban llenas de promesas y planes de fuga. Algo en su voz, un tono de sinceridad que no había escuchado antes, hizo que una parte de mí quisiera creerle. Pero la experiencia me había enseñado a ser cautelosa, a no confiar tan fácilmente, especialmente después de todo lo que había sufrido a sus manos.Mi cuerpo llevaba las cicatrices de su abuso, pero mi espíritu seguía intacto, decidido a sobrevivir y a encontrar una salida a este infierno. Y así, mientras Lucien hablaba, escuchaba atentamente, extrayendo cada pedazo de información útil que pudiera, aunque me doliera usarlo de esa manera.Cada palabra que él decía, cada gesto, era analizado y almacenado en mi mente. Finalmente, llegó el momento de actuar. Con el corazón latiendo fuerte en mi pecho y un sentimiento de pesar que no podía ignorar, sabía lo que tenía que hacer. Sabía que era lo que él más deseaba: un beso sincero, uno que él creyera que yo le daba vo
OriónSentado al lado de Heider, observaba cada pequeño movimiento, cada cambio en su respiración, esperando algún signo de que despertaría.Finalmente, sus párpados comenzaron a moverse, y ella abrió lentamente los ojos, ajustándose a la luz. Al ver que había recobrado la conciencia, sentí una mezcla de alivio y frustración. Alivio por verla despierta y aparentemente bien, pero frustración por la temeridad de su acto.—¿Cómo estás? —le pregunté, extendiéndole un vaso de agua. Mi voz era suave, pero bajo ella yacía una corriente de enojo por el riesgo innecesario que había tomado.—Estoy bien, Alfa, —susurró ella después de beber un poco, su voz apenas audible. A pesar de sus palabras, podía ver el esfuerzo que le costaba incluso sostener el vaso.La miré, luchando para controlar mi enojo. Sabía que lo que había hecho, lo había hecho con buenas intenciones, pero el mero pensamiento de que podría haber perdido su vida en el proceso me llenaba de ira.—Heider, tienes que entender, —come
Octavia—Por poco y te da la fecha, —se rio Aiden a mi lado, una risa ligera que contrastaba con la tensión que aún sentía en mi cuerpo.—Podrías avisar cada vez que haces eso... —le dije, agitando mis manos en el aire para enfatizar mi punto, —de desaparecer y reaparecer. —Aunque estaba agradecida por su ayuda, no podía evitar sentirme desorientada con sus repentinos traslados.Nos encontrábamos en medio del bosque, rodeados de árboles que se alzaban como centinelas silenciosos. El lugar exacto era un misterio para mí, pero lo que sí sabía era que necesitábamos detenernos. Mi respiración era agitada, y cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos, recordándome el peligro del que acabábamos de escapar.Mientras corría con Aiden en mis brazos, el sonido de los guardias gritando, dándose cuenta de nuestra huida, había sido ensordecedor. A pesar de la luz solar tenue, filtrándose a través de las nubes grises, los guardias no dudaron en lanzarnos flechas desde el palacio. La adrenalina
OriónEl aire estaba cargado con el peso de la tragedia mientras nos movíamos por el territorio de Adrián, haciendo todo lo posible para acomodar a los sobrevivientes. Su Búnker principal, una vez un refugio seguro y organizado, ahora era un hervidero de actividad frenética. Las caras cansadas y preocupadas de la gente iban y venían ayudando a quien lo necesitara.Con cada nuevo escondite que encontrábamos y preparábamos, sentía un alivio temporal, sabiendo que estábamos haciendo algo para mejorar las circunstancias de aquellos que habían perdido tanto. Pero la realidad era dura; cada rincón del búnker estaba lleno, cada espacio habitable, ocupado. El aire se sentía más pesado, más cerrado, con cada nuevo habitante que llegaba, buscando seguridad.Finalmente, con la situación en el búnker de Adrián tan estable como podía estar, nos dirigimos hacia el territorio de Alfa Seth. El aire estaba impregnado de un pesado sentimiento de desolación a medida que nos acercábamos al siguiente ter
OctaviaLa cueva era húmeda y fría, con el eco de nuestras voces rebotando en sus paredes irregulares. Un grupo de personas, con miradas llenas de miedo y esperanza, nos rodeaban.—Son humanos, —susurró Aiden a mi lado, observando maravillado a los individuos que nos rodeaban.—Creí que la Diosa Luna los había exterminado, —le devolví el susurro.—Al parecer no fue así, —contestó Aiden, su voz llena de una mezcla de sorpresa y alivio.La mujer que nos había guiado hasta allí, de aspecto cansado pero determinado, se nos acercó y comenzó a hablar con nosotros.—Cuando las nubes cubrieron el cielo y las criaturas comenzaron a atacar, nos refugiamos en las montañas, —explicó, su voz temblorosa pero firme. —Hemos estado escondidos, moviéndonos de cueva en cueva para evitar ser encontrados.Aiden y yo nos miramos, asombrados por su valentía y resistencia. —¿Cómo han conseguido comida y agua? —pregunté, consciente de que sobrevivir en tales condiciones sería extremadamente difícil.—Al prin