Capítulo 26

Orión

Comencé a descender lentamente por su cuerpo, dejando una senda de besos desde su mandíbula hasta su cuello. Mordí suavemente la marca que había dejado allí hace tiempo, un gesto que era tanto una reafirmación de nuestro vínculo como un acto de amor apasionado. Bajé aún más, encontrándome con sus pechos.

Los tomé en mis manos, masajeándolos con ternura y reverencia. Observé las reacciones de su cuerpo bajo mi tacto, cada suspiro, cada temblor, cada pequeño arco de su espalda. En ese momento, bajo la luz suave del sol que se filtraba por la ventana, con el canto de los pájaros del bosque como música de fondo, todo lo demás se desvaneció. Solo existíamos Octavia y yo, envueltos en un mundo de amor y deseo que nos pertenecía solo a nosotros dos.

Mi boca se llenó con uno de sus pechos, provocando que ella despegara la espalda de la cama y se aferrara a mi cabello con intensidad. Su olor y su sabor, la reacción de su cuerpo ante mis caricias y besos, eran un deleite que me llevaba
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