Capítulo 25

Orión

—¡Alfa! Despierta Alfa —la voz urgente de mi guerrero me sacudió, arrancándome de la oscuridad densa y abrumadora en la que estaba sumido. La sensación de haber estado flotando en un vacío sin fin se desvanecía lentamente. Me habían dado una gran dosis de acónito, y el veneno aún latía dolorosamente en mis venas, haciendo que cada respiración fuera una lucha.

—¿Qué ocurre? —Pude balbucear con esfuerzo, moviéndome sobre la punta de mis pies. Mis manos seguían atadas al techo, y cada pequeño movimiento enviaba oleadas de dolor a través de mis brazos y hombros, agudizando el dolor en mis huesos.

—Diosa santísima, has dejado de respirar por un momento... —Exhaló él un suspiro aliviado, y pude escuchar en su voz una mezcla de temor y alivio que resonó en el aire cargado de la celda.

Cada vez que el peso de mi sufrimiento amenaza con arrastrarme hacia el deseo de un descanso eterno, la imagen de Octavia surgía como un faro, reavivando mi voluntad de luchar. La idea de que ella pudiera
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