Capítulo 34

Orión

En medio de la penumbra, la figura de Heider apareció silenciosamente, como una sombra moviéndose con un propósito. La esperanza que había comenzado a desvanecerse en mi pecho se reavivó al verla.

Con movimientos ágiles y silenciosos, ella se acercó a nosotros y comenzó a sacar una serie de pequeñas herramientas de su mochila. Observé con asombro cómo sus manos diminutas, pero sorprendentemente hábiles manipulaban la lima y otros instrumentos, trabajando con meticulosidad en las cadenas que nos ataban.

Jake y yo nos mantuvimos en silencio, conscientes de que cualquier ruido podría delatar nuestra esperanza de escape. La tensión en la habitación era palpable; cada raspado suave de la lima contra el metal resonaba en el espacio confinado, marcando el ritmo de nuestro creciente nerviosismo y expectativa.

A pesar de su juventud, Heider trabajaba con una concentración y una eficiencia que desmentían su edad. Era evidente que había planeado este momento durante mucho tiempo. Mientras
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