OriónUn grito desgarrador me sacó de mi sueño, rompiendo la quietud de la cueva. Estaba solo, y el eco del grito aún vibraba en el aire. Reconocí la voz inmediatamente y, sin detenerme a pensar, me puse de pie de un salto, impulsado por una urgencia desesperada. Era Octavia, y estaba en problemas.Corrí a través del bosque, guiado por el rastro de su olor y los gritos que continuaban resonando en la noche. El cielo estaba oscuro, la luna oculta tras las nubes, y las sombras del bosque se cernían ominosamente a mi alrededor.Finalmente, la encontré. Una criatura estaba encima de ella, sus dientes hundidos en su cuerpo. Un vampiro. La estaba matando.Con un rugido de furia y miedo, me lancé sobre el vampiro, arrancándolo del agarre de Octavia. Mis manos encontraron su cuerpo frío y lo arrojé lejos de ella con una fuerza sobrenatural. El vampiro chocó contra un árbol con un golpe sordo y cayó al suelo, aturdido, pero aún peligroso.Me agaché junto a Octavia, quien yacía inmóvil, su resp
SamuelNo podía evitar sentir una sensación de triunfo al haber capturado a Orión. Todo había sido gracias a Adriana; ella me había liberado de la mazmorra donde mi hermano me había encerrado y, durante nuestra huida, lo encontramos vulnerable y solo. Una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar. Él había sido tan tonto, tan descuidado.Me encontraba en mi habitación, sumergido en el placer que proporcionaban dos lobas que compartían mi cama, cuando Adriana irrumpió en la habitación. Su expresión estaba cargada de furia, sus ojos brillaban con una intensidad fría y peligrosa.—¿Qué sucede? —pregunté con calma, tratando de mantener la compostura a pesar de su entrada abrupta. Las lobas a mi lado se tensaron, claramente intimidadas por la presencia de la vampira.—¡Los Alfas están reuniéndose! —exclamó, su voz cargada de urgencia y enfado. —¡Tus juegos aquí no son lo importante ahora! Debes actuar antes de que se organicen contra nosotros.Era típico de Adriana, siempre tan centra
LucasTras más de veinticuatro horas de intensas discusiones y meticulosa planificación, finalmente tomamos una decisión. Nos moveríamos hacia el territorio de Einar, ya que, al fin y al cabo, ese había sido el último lugar donde se había visto a Octavia.—Alfa Einar, necesitamos tu conocimiento del terreno, —dije, dirigiéndome a él con un tono que reflejaba tanto la urgencia como el respeto. —Cualquier información sobre los movimientos recientes en tu territorio tiene que ser informado.Einar asintió, su expresión era seria.—Haré lo que esté en mi mano, Lucas. Mi territorio es extenso, pero hay ciertas áreas que podrían ser de especial interés.Los otros Alfas, reunidos en torno a la mesa, escuchaban atentamente. Cada uno de ellos había venido en respuesta al llamado de ayuda para encontrar a Orión y ahora para descubrir el paradero de Octavia. Su lealtad nuestro Alfa principal era incuestionable, y esa lealtad se extendía a su compañera.Miré alrededor de la sala, sintiendo la resp
LucasAl llegar, Declan estacionó su auto frente a su casa de la manada, una estructura amplia y en su mayoría de vidrio, de diseño moderno y delicado. Era un edificio impresionante que reflejaba la fuerza y la elegancia de su manada.—Bienvenidos, compañeros, —nos saludó Declan con una sonrisa, indicándonos que lo siguiéramos hacia el interior. Justo en la entrada, fuimos recibidos por una joven hermosa de cabello dorado y ojos verdes. Ella corrió hacia los brazos de Declan con una alegría evidente. Declan se giró hacia nosotros con una sonrisa orgullosa. —Caballeros, permítanme presentarles a mi compañera. Su nombre es Elisa.Saludamos a Elisa con respeto. Al enfrentarse a nosotros, noté su vientre notablemente abultado, signo de un embarazo avanzado.—Felicidades, —le dije, señalando su panza con una sonrisa.—Muchas gracias, —respondió Elisa, su rostro iluminándose con una sonrisa maternal. —Estamos muy emocionados.—Qué gran recibimiento, mi amor, —dijo Declan, abrazándola con ca
OriónLas horas se desvanecían en un torbellino de sombras y sueños turbios. Las pesadillas me envolvían una y otra vez, cada una más atroz que la anterior, todas terminando de la misma manera desgarradora: con Octavia muerta en mis brazos. Esa visión recurrente era una tortura, un reflejo de mis peores miedos y ansiedades.En algún momento, entre esos terrores oníricos, percibí vagamente la llegada de Heider y Robert. Sus voces eran apenas susurros distantes mientras preparaban algún brebaje con las extrañas plantas que habían encontrado. Estaba demasiado sumido en mi estado febril para comprender completamente lo que sucedía, pero era consciente de su presencia y de sus esfuerzos por ayudarme.Finalmente, una sensación de despertar me invadió, sacándome del abismo de mis pesadillas. Abrí los ojos para encontrarme con Heider sosteniendo un cuenco con un líquido de color violeta. A su lado, Jake me miraba con preocupación.—Es hora de tomar esto, Orión, —dijo Heider con suavidad, exte
OriónEl pasaje entre las montañas se alargaba más de lo esperado, y después de varias horas de un intenso recorrido, nos detuvimos en una especie de caverna para descansar. Volvimos a nuestra forma humana y nos vestimos antes de reunirnos de nuevo con Heider.Ella me esperaba con la última dosis de la medicina.—Es la última toma, —dijo Heider con una sonrisa, observando mi aspecto despeinado y evidentemente extasiado por el viaje.Agradecí y tomé la medicina, sintiendo cómo revitalizaba mi cuerpo. En mi mente, hice una petición a Ciro. "Intenta conectar con Octavia o con Lucas, por favor."Mientras tanto, Robert, que había estado en silencio, se acercó a mí.—Lamento que no podamos enlazar en nuestra forma de lobos... —comencé, pero él me interrumpió.—Lo entiendo, solo puede enlazar con los miembros de su manada, —dijo reflexivo, y luego añadió con cierta hesitación, —¿Cree que podría...?—¿Querrías ser parte de mi manada? —le pregunté, sorprendido pero abierto a la idea.—Ya no me
LucienAvanzábamos con cautela por el sendero, rodeados de un paisaje que oscilaba entre la belleza y la hostilidad. A un lado, los bosques verdes bullían de vida, mientras que, al otro, las montañas nevadas se alzaban, frías y desérticas. La dualidad del entorno reflejaba de alguna manera la complejidad de mi relación con Octavia, que caminaba con dificultad detrás de mí.Había insistido en que descansara hace unas horas, pero ella, con su característica terquedad, había elegido seguir caminando. Sin embargo, era evidente que su resistencia estaba llegando a su límite.—Ya es hora de descansar, cielo, —le dije con voz fuerte, intentando sobreponerme al sonido de la ventisca helada que empezaba a azotarnos.—Bien, —fue su única y breve respuesta, casi un susurro arrastrado por el viento.Finalmente, encontramos una especie de cueva entre las paredes de la montaña, un refugio improvisado pero necesario. Octavia se dejó caer al suelo con un suspiro de alivio, descolgándose la mochila co
LucienA medida que descendíamos, la vegetación se hacía más densa y el aire más cálido. El cambio de ambiente era un alivio después del frío y la aridez de las montañas.—Mira, —dijo Octavia, agachándose detrás de un tronco caído y señalando hacia adelante. —Allí hay personas.Siguiendo su mirada, observé a un grupo de hombres en medio del bosque. Estaban cazando un ciervo grande, y nos mantuvimos en silencio, ocultos, observando sus movimientos.Los cazadores se movían con una precisión y silencio impresionantes. Estaban vestidos con ropas de camuflaje que se mezclaban con el entorno del bosque, haciéndolos casi invisibles entre los árboles y la maleza. Cada paso era calculado; se movían con un propósito claro, acechando a su presa con una paciencia casi sobrenatural.El ciervo, majestuoso y ajeno al peligro, pastaba tranquilamente. Su pelaje marrón y su imponente cornamenta lo hacían destacar entre el verdor del bosque. Los cazadores, escondidos detrás de arbustos y árboles, espera