Capítulo 5

Octavia

Desperté con un sobresalto y una extraña sensación de incredulidad. Algo me había despertado en medio de un sueño, y mi mente se tambaleaba entre la realidad y la ensoñación.

¿Qué demonios acababa de ocurrir? La voz que había escuchado en mi cabeza me deseaba un feliz cumpleaños, y eso no podía ser obra de mi propia conciencia.

Mientras intentaba procesar lo ocurrido, el recuerdo de que a Sam también le había pasado algo similar en su cumpleaños me golpeó como un rayo. Esa experiencia inusual de escuchar una voz en la cabeza no era un incidente aislado. La confusión aumentó dentro de mí, y mi mente trabajaba a toda velocidad para comprender lo que estaba ocurriendo.

La voz de Sam irrumpió en la habitación con su energía característica, y su llamado me sacó de mis cavilaciones.

—Vamos, cumpleañera, tenemos que ir a por tu regalo —exclamó desde el piso de abajo, aparentemente ajena a mi estado de confusión.

Me sentí afortunada por tener a Sam como amiga. Su presencia siempre era un refugio seguro en medio de la incertidumbre. Mientras me levantaba de la cama, sabía que, pase lo que pase, podríamos afrontarlo juntas, como siempre lo hacíamos.

—¿De verdad la vas a llevar a ese lugar? —preguntó mamá, mostrando su inquietud. Ella sabía muy bien dónde me llevaría Sam.

—Sí, mamá, es algo importante para nosotras —respondió Sam. Aunque mamá a veces la consideraba rebelde, sabía que mi mejor amiga también tenía su firmeza.

Papá, siempre con su humor sarcástico, intervino de la manera en que lo hacía en situaciones como esta.

—Así son las adolescentes hoy en día. Ya no necesitan de nuestro permiso, aunque tampoco tendrán en cuenta nuestra opinión al respecto. —Papá soltó una risa, tratando de quitarle gravedad al asunto, como solía hacer.

Mamá continuó expresando sus preocupaciones, como siempre lo hacía, aunque en el fondo sabía que Sam y yo éramos independientes y capaces de tomar decisiones por nosotras mismas.

—Acaban de terminar su último año de secundaria, podrían perfectamente esperar un año más... o hasta los 21, realmente no lo entiendo.

A pesar de que solo tenía seis meses más que yo, Sam a menudo vivía como si fuéramos gemelas. Era curioso cómo podíamos ser tan diferentes en muchos aspectos.

Sam era como un rayo de sol en forma de persona, con su melena dorada que parecía oro líquido, su piel de porcelana que contrastaba marcadamente con mi tono más cálido, y sus ojos verdes con destellos claros, casi dorados, que resaltaban contra sus pestañas largas y oscuras.

En cambio, yo tenía ojos celestes y un cabello que podría compararse con la noche oscura, negro como el ébano. La única similitud notoria era nuestra estatura, las curvas y el blanco de nuestros ojos.

A menudo bromeábamos diciendo que parecíamos hermanas de diferentes padres, pero nuestra conexión era inquebrantable, y éramos como dos mitades que se complementaban perfectamente.

Salí de la habitación, compartida con Sam como todo lo demás en nuestras vidas.

—Espero que, sea donde sea que me lleves, no sea una locura —le dije llegando al pie de la escalera.

—No te preocupes Vi, vamos a ir después de la salida con las chicas, tienes tiempo para prepararte mentalmente. —habló Sam burlonamente.

"Necesitamos prepararnos mentalmente" habló nuevamente la voz en mi cabeza, sino hubiera estado de acuerdo con ese comentario posiblemente me hubiera puesto a gritar.

"Y que lo digas" respondí, poniendo los ojos en blanco mentalmente, sintiendo como si esa voz en mi cabeza fuera una presencia externa a mí, y me sonreía.

En la cocina, mi madre y mi padre estaban ocupados preparando un delicioso desayuno, como lo hacían en cada ocasión especial. Mamá era una mujer fuerte y segura de sí misma, con una risa contagiosa que llenaba la casa de alegría. Papá, por otro lado, tenía un sentido del humor sarcástico y era un apasionado cocinero. Juntos, formaban un equipo formidable que nos había brindado una infancia llena de amor y apoyo.

—¡Feliz cumpleaños, Octavia! —exclamó mamá con una sonrisa cálida, acercándose para darme un fuerte abrazo.

—¡Gracias, mamá! —respondí, devolviendo el abrazo con cariño.

Papá asintió desde la estufa, donde estaba atareado con las sartenes.

—Feliz cumpleaños, mi amor. Te he preparado tus tortillas favoritas, así que prepárate para un festín. —Sonrió de lado.

La sensación de hogar y amor en la cocina era un bálsamo para mis pensamientos confusos. Cerré momentáneamente los ojos y respiré profundamente. Sam estaba a mi lado, y mis padres me rodeaban con su cariño. Aunque algo extraño estaba ocurriendo, al menos tenía a mi familia y a mi hermana para enfrentarlo.

Me senté a la mesa, esperando a que papá me sirviera el desayuno. Sam se sentó a mi derecha, mientras lo escuchábamos hablar sobre las próximas vacaciones.

—Este año podríamos volver a las montañas a las que fuimos en nuestra luna de miel, ¿no crees, cariño? —dijo él, con una mirada reflexiva sobre las próximas vacaciones.

—Estaba pensando en volver a los bosques donde... —Mamá habló en voz baja, cerrando la boca antes de completar la oración.

—Sí, me parece una excelente idea también. Tenemos recuerdos agradables de ese lugar, no había pensado en eso durante mucho tiempo...

—No hemos hablado de ello en 15 años, cariño. Creo que sería agradable regresar y acampar con las chicas. Les gustará la combinación de playa y bosque —continuó mamá, riéndose como si hubiera contado un chiste.

—¿Y todos esos bichos? ¿Acampar lejos de la civilización? —Dijo una horrorizada Sam.

—¡Por favor, Sam! Tampoco es que interactúes tanto con la civilización —papá rio sabiendo que Sam solo ama la tecnología y a los chicos en la "civilización" que siempre habla.

—Bueno, pero los bichos van a estar ahí... —intentó defenderse ella.

—Me gusta la idea —interrumpí su idea antes de que se vaya por las ramas —pasar unos días en la naturaleza, poder ver a la luna y las estrellas al natural, me gusta, además no voy a decir que no a la playa. Quizás el año que viene podemos ir a la fría montaña, papá —dije haciendo caras disgustadas ante la idea de acampar en medio de una montaña helada.

Sentía una gran emoción al imaginar esos días en la naturaleza, bajo el cielo estrellado y con el sonido de los bichos como música de fondo. Me encantaba cuando nuestros padres dialogaban con nosotras para las decisiones de las vacaciones, nos tenían en cuenta para casi todo.

—Decidido entonces, ya que son tres votos en contra de Sam que no se decide...

—Bien —dijo ella alargando la e. —Nunca tienen en cuenta mis sentimientos —llevó una mano a su corazón fingiendo que heríamos sus sentimientos. —Además habrá playa, dónde hay playa hay discotecas, y dónde hay discotecas hay chicos... Está bien por mí.

Mamá la miró con una mirada de recelo, papá soltó una carcajada mientras que yo solo pude mirarla con la boca abierta.

Sam siempre sabía cómo agregar su toque de humor y ligereza a las conversaciones familiares. Su entusiasmo por la idea de chicos y discotecas en la playa me hizo sonreír. Era genial tener a alguien tan alegre en la familia.

***

Las chicas nos esperaban en la entrada de la discoteca. Sí, parecía extraño ir a la discoteca a las 10 de la mañana de un lunes, pero no había música ni alcohol a la vista. Estábamos buscando un lugar para celebrar la graduación de nuestro año escolar.

Habíamos terminado la secundaria en junio, pero un posible "atentado" (así lo llamó el director) no nos había permitido tener la ceremonia y el baile que merecíamos. Así que decidimos organizarla por nuestra cuenta.

—Hola Sam, Octavia —nos llamó Adriana. —Llegan tarde.

No me gustaba cómo Adriana nos trataba; siempre tenía ese aire de superioridad y quería que todas nos sintiéramos como perdedoras a su alrededor.

Adriana, con su cabello rubio perfectamente peinado y una sonrisa falsa en los labios carmesí, era la típica abeja reina de la secundaria. Parecía hermosa por fuera, pero su veneno interno se desbordaba en forma de comentarios despectivos y actitudes desagradables. Su mirada siempre despreciativa y su risa burlona la convertían en la persona menos querida de nuestra clase.

Sam, como miembro del consejo de participación estudiantil, tenía que soportarla, pero solo quedaba esta fiesta y luego estaría fuera de nuestras vidas. Estaba deseando que este fuera el último día en el que tendríamos que soportarla.

"Salve a la Diosa por eso, solo un vistazo a ella y puedo asegurarte que es mezquina", murmuró mi P**e Grillo en mi cabeza.

"Sí, aunque así no es como se dice", estuve de acuerdo y, al mismo tiempo, no tan de acuerdo.

—Llegamos cuando tenemos que llegar, Adri, ni un minuto más, ni un minuto menos —le respondió Sam poniendo los ojos en blanco, cargando su voz con sarcasmo.

—Sí, sí, lo que digas. Vamos a entrar, aunque creo que este lugar es el indicado para la fiesta. —Adriana se dio vuelta, lanzándole a Sam una mirada de superioridad y entró al local.

Estuvieron hablando por horas sobre decoración, música, luces, bebidas y no sé qué más. Adriana estaba empeñada en que todo fuera perfecto y que cada detalle estuviera en su lugar. Mientras Sam, como miembro del consejo estudiantil, trataba de mantener la calma y hacer que las cosas fueran prácticas y realistas.

"Este libro, ¡por la Diosa! ¿Realmente hacen todas esas cosas?" P**e Grillo, es decir Darcy, como ella se había presentado, habló en mi mente haciéndome saltar en el lugar.

—Mierda, creo que estoy loca... —murmuré para mí misma.

"Sabes que no estás loca, en el fondo sabes que esto es normal, solo debes recordar..." habló suavemente Darcy en mi cabeza.

¿Recordar? ¿Recordar qué? pensé para mí misma mientras ignoraba la voz en mi cabeza, pero algo en su tono me resultó extrañamente familiar, como si supiera de alguna manera que ella tenía razón. Había leído muchos libros de fantasía, estás cosas solo pasan ahí, tal vez era hora de dejar de leer un poco.

Al cabo de unos minutos, Sam finalmente terminó su charla con Adriana y se acercó a mí. Sus ojos verdes brillaban con emoción mientras se sentaba a mi lado.

—¡Vi! —exclamó—. ¿Qué piensas de la fiesta hasta ahora?

—Parece que lo tienes todo bajo control, como siempre —respondí, forzando una sonrisa.

A lo lejos, Adriana continuaba dando órdenes y dirigiendo a los demás. Su presencia dominante era innegable, y todos parecían seguir sus instrucciones al pie de la letra.

—Sí, ya sabes cómo es Adriana —suspiró Sam—. Pero al menos, después del baile, no tendremos que lidiar más con ella.

—Cierto, no puedo esperar a que terminemos con esto de una vez —asentí, compartiendo su entusiasmo.

Mientras observábamos la sala que se llenaba de amigos y compañeros de clase, no pude evitar sentir que algo extraño estaba sucediendo. La voz en mi cabeza seguía presente, y la sensación de que tenía una compañera inusual dentro de mí comenzaba a inquietarme.

—Vamos Vi —me llamó Sam —Por mucho que me guste la fiesta, estoy muy cansada de tolerar a Adriana y tenemos que llegar a nuestra cita para tu regalo. Además, podremos ver el funcionamiento de este club por la noche, hoy tienen un evento especial.

Aparte los pensamientos sobre fantasía y conciencias individuales, no existía la magia en el mundo, ¿o sí?

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —respondí, tratando de ocultar mis pensamientos inquietantes.

Nos levantamos y nos despedimos de los demás. Mientras caminábamos hacia la salida de la discoteca, intenté poner en orden mis ideas. Esta voz en mi cabeza, las extrañas sensaciones, todo parecía parte de un misterio que necesitaba resolver.

Sam y yo llegamos a nuestro destino. El lugar tenía un ambiente bohemio, lleno de arte y diseños únicos. Parecía un lugar inusual para celebrar mi cumpleaños, pero Sam siempre tenía una forma única de sorprenderme.

—Bien, llegamos —dijo Sam con una sonrisa.

—¡Oh, Sam! —exclamé entre horrorizada y sorprendida.

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