Octavia —Vamos, Vi, es un viaje corto, está a solo dos horas de aquí, y necesitamos esa tienda para los vestidos de la fiesta de graduación. Me niego a comprar uno en la tienda de la ciudad. ¿Has visto las fotos de la fiesta del año pasado? ¡Ufff, me dan escalofríos! —Sí, Sam también es la reina del melodrama. —A ver, Sam, nunca dije que no fuéramos a ir. Solo que me des unos minutos para levantarme de la cama, ir al baño y vestirme. Eres muy dramática cuando quieres. —¡No soy dramática! ¡Es el día más importante de nuestra vida! —Eso dijiste el primer día de secundaria, también el primer día de primaria, también lo dijiste el día que te hiciste tu primer tatuaje, y también... —dije levantando un dedo por cada punto mencionado. —Está bien entiendo tu ironía, pero esa noche tenemos que deslumbrar Vi, así nos recordarán todos los demás. Tenemos que estar bellísimas. —Entiendo tu razonamiento, ¿podrías simplemente darme unos treinta minutos? Sam levantó sus manos con un gesto de r
OriónEstaba sentado en una de las sombrías mazmorras, la penumbra bailaba a mi alrededor mientras me enfrentaba a uno de los prisioneros que habíamos capturado del auto que nos seguía aquella noche infernal. El susurro sordo de la tortura aún resonaba en mis oídos, pero necesitábamos respuestas. La información que necesitábamos era un pequeño tesoro que valía cualquier sacrificio.De los cinco prisioneros, tres ya yacían sin vida en el suelo, sus cuerpos maltrechos y sus almas silenciadas para siempre. No habían pronunciado una sola palabra a pesar de la brutalidad de los métodos empleados. Incluso en los abismos de la desesperación, se negaban a doblegarse. Pero aquel con quien me enfrentaba ahora había hablado, había dado algo de información, aunque insignificante en apariencia.Descubrimos que los otros prisioneros se habían mordido y masticado la lengua hasta cortarla. Su voluntad de silencio era inquebrantable, y en su último acto desesperado habían mutilado la herramienta de la
Samantha Me recosté en el asiento trasero, sintiendo las vibraciones de la música que Octavia había elegido, y que fluía desde el sistema de sonido del auto. Era una mezcla ecléctica que incluía desde éxitos pop hasta canciones clásicas de rock. Cerré los ojos por un momento, sumergiéndome en la melodía y disfrutando de la sensación envolvente que la música creaba. Observé a Octavia mientras se perdía en la canción que estaba sonando. Sus ojos brillaban con emoción, y cantaba con pasión, como si cada palabra fuera un eco de su alma. Siempre pensó que no tenía en cuenta sus gustos en general, ya sea en la elección de su ropa, sus preferencias musicales o incluso sus intereses en chicos. Pero la verdad es que me encantaba cada pequeño detalle de su personalidad. Su estilo, sus elecciones musicales y hasta sus locuras. Era como si cada cosa que hacía fuera una nota en la partitura de nuestra vida juntas. En ese momento, se volvió hacia mí mientras cantaba el est
OriónEstábamos sentados en la sala con Lucas, Samuel y los tres entrenadores de la manada, discutiendo sobre las próximas pruebas para la graduación de los lobos que entrenaban en la casa de la manada. Las voces resonaban en la sala de conferencias, cada palabra era un eco de la importancia que otorgábamos a este proceso de selección.Mi mirada se mantenía fija en los informes que se encontraban dispersos sobre la mesa, analizando los resultados con una precisión casi clínica. Las pruebas para los jóvenes lobos debían ser un reflejo de sus habilidades, y no había margen para la debilidad o la indecisión. No me movía una pizca de emoción; simplemente, esto era un deber que debía cumplirse de manera eficiente.Si bien teníamos un sistema educativo fuerte, solo la primaria era igual a la educación de los humanos. En el secundario se profundizaba en el conocimiento sobre los lobos, las manadas, los territorios; podían optar entre diferentes cursos y especializaciones como medicina, estra
OctaviaEntré a la discoteca, segura de mí misma, consciente de que cada centavo invertido en el decorador había valido la pena. Con cada paso que daba en aquel mundo mágico, me sentía más segura de que habíamos tomado la decisión correcta. Las paredes estaban transformadas, cubiertas de telas que simulaban el cielo nocturno, y pequeñas luces blancas parpadeantes evocaban la belleza de las estrellas.Las mesas, organizadas en un círculo alrededor de la pista de baile, capturaban la esencia celestial con adornos cilíndricos en su centro. Dentro de esos cilindros reposaban pequeñas piedras transparentes que, de vez en cuando, destellaban en colores verdes y azules, como si fueran pequeños tesoros que se habían traído del mismísimo cielo.La pista de baile era la joya de la corona. Con su suelo negro, parecía ser el lienzo perfecto para el espectáculo de luces que se desplegaba. Cada tanto, puntos de colores diferentes iluminaban la oscuridad, mientras la máquina de humo liberaba nubes v
Desconocido La observación era mi tarea desde que Orión y Lucas llegaron. Desde las sombras, me mantuve en silencio, siguiéndolos a través de la ruta a la salida del territorio y llegando a la discoteca. El odio que sentía por Orión era antiguo, un veneno que había arraigado en mi alma desde el mismo día en que nací. Siempre quise todo lo que tenía, y me juré a mí mismo que lo conseguiría. Mi vida había sido un infierno, y culpaba a Orión por ello.Mis ojos estaban fijos en él mientras observaba cómo se desarrollaba la escena en la discoteca. Susurros, miradas, la atracción palpable hacia esa chica llamada Octavia, de la que hablaba con Lucas. Escuché su nombre en los susurros de Orión, y anhelaba a esa chica con cada fibra de mi ser. Octavia, un nombre que resonaba en mi mente como una melodía tentadora.Octavia había llamado mi atención desde el momento en que entró en la discoteca. Su cabello estaba recogido en un moño, dejando escapar algunos mechones sobre su cuello y hombros, l
Orión La vi asustada, y eso encendió un fuego en mi interior. No permitiría que nadie la lastimara de ninguna manera. No en mi presencia. Me había llenado de ira y me enfoqué en protegerla a toda costa. Cuando ese tipo intentó insultarla, vi todo rojo y no dudé en enfrentarlo. Estaba dispuesto a todo por su seguridad, aunque eso significara mostrar mi lado más oscuro. Después de regresar a su lado, noté que se separó un poco de mí. Ciro, tomó la palabra en mi mente y me hizo caer en la cuenta de lo que había sucedido. "La asustaste", dijo Ciro con tristeza. Sus palabras me impactaron profundamente, y la preocupación llenó mis pensamientos. ¿Ella tenía miedo de mí? "¿Ella me tiene miedo? No puede ser, la estaba protegiendo...", murmuré a Ciro en mi mente, luchando con la idea de que Octavia pudiera temerme. "Ella no entiende, le asusta que te enojes con ella", me explicó Ciro, tratando de calmar mi agitación. A pesar de sus palabras, sentía una punzada de dolor por haberla asustad
OriónMe sumergí en su piel, susurrándole al oído mis sentimientos sinceros.—Me gustas tanto que no te haces una idea —Octavia se estremeció bajo mis labios y dejó escapar un pequeño gemido que encendió aún más mi deseo. Quería llevarla lejos de allí, de regreso a la manada, y hacerla mía en todos los sentidos posibles. Cada parte de mi ser anhelaba eso, pero también me preocupaba su comodidad y bienestar.—Yo... ¿podríamos ir a por un trago, por favor? —levanté la cabeza de golpe, mirando sus ojos con inseguridad. Mi deseo estaba a flor de piel, pero no quería presionarla ni hacerla sentir incómoda de ninguna manera.—¿Estás bien? Si, claro, podemos hacer cualquier otra cosa —dije con una sonrisa, aunque en mi interior ansiaba seguir con nuestros besos y abrazos —No quiero que te sientas incómoda conmigo.Octavia parecía nerviosa mientras murmuraba sus palabras.—Es que... es que estamos... en medio de la pista... todos nos miran —explicó, mirando disimuladamente a su alrededor. Imi