OriónElla había vuelto. Estaba aquí frente a mí, una figura enigmática que eclipsaba el brillo de Sam y dejaba una estela de sombras a su paso. La mezcla de emociones que inundó mi ser podría haber desencadenado tormentas en el cielo. La sorpresa, el temor y una chispa de esperanza danzaban en mis ojos mientras la observaba.El tiempo, que se había estirado en una dimensión surrealista durante el resplandor de Sam, comenzó a retomar su ritmo habitual. La realidad se solidificó cuando Sam dejó de brillar, y el grito de Lucas marcó el retorno a la urgencia de la situación. Golpeó el muro con fuerza, una descarga de frustración palpable que resonaba en la estructura de piedra.—Bien hecho, hija de la Luna. Déjanos terminar el trabajo. —La bruja Madre pronunció estas palabras con una voz que resonaba en la caverna de mis oídos.Octavia, en un gesto fugaz pero decidido, asintió. Mi corazón latió con un eco de incredulidad. ¿Realmente iba a permitir que mataran a Sam? La preocupación y la
OriónSam y Octavia comenzaron a reír a carcajadas. ¿Qué mierda era tan gracioso?"Confía, Orión" me habló Ciro, su voz resonando en mi mente.—Libérennos —le susurré a las brujas que se habían acercado a nosotras.—Aún no es el momento, Alfa. Sigue acumulando esa rabia. La vas a necesitar. —La respuesta de la bruja Madre resonó con un tono enigmático, profundizando el misterio que rodeaba la situación.—¿A quién crees que vinieron a apoyar estos lobos? —Se rio Sam, su risa resonando con una maliciosa anticipación que enviaba escalofríos por mi columna.Samuel vaciló ante el comentario de Sam, y Octavia aprovechó ese momento con astucia. Avanzó rápidamente hacia Samuel, un artefacto en la mano, y convirtió su extremidad en una garra afilada que clavó en el pecho de él. Samuel cayó de rodillas, y una sombra negra se desprendió de su cuerpo, introduciéndose en el objeto que Octavia sostenía.Las sombras, ahora liberadas, intentaron envolver a Octavia con su oscuro odio. Mi corazón comen
OctaviaPasamos el resto de la noche inmersos en la penumbra del campo de batalla, una sinfonía de gemidos heridos y el persistente olor a tierra mojada y sangre. Mis manos se impregnaban con la viscosidad del esfuerzo y la desesperación, mientras Orión desentrañaba las oscuras intenciones de los lobos enemigos.Cada palabra que él pronunciaba resonaba en el aire, teñida de la fatiga que se aferraba a su voz. Su figura, erguida pero tambaleante, evocaba la imagen de un guerrero agotado que persiste en su deber a pesar de la debilidad que lo consume. Mi conexión con él irradiaba su dolor, las costillas heridas resonando en mi propio ser como un eco de su sufrimiento."Vamos a descansar, mi amor", me conecté con él, intentando aliviar la carga que llevaba."Aún no puedo, amor", respondió con una fatiga palpable en sus palabras, como un eco apagado de su fortaleza habitual."Amor, siento en mis huesos tu cansancio. Yo también necesito descansar", compartí, y en respuesta a mis palabras,
OctaviaVolvimos caminando a la casa de la manada. Aún había mucha gente en los alrededores, ayudando en diversas tareas. Voluntarios se movían rápidos y eficientes, ofreciendo su ayuda en la cocina, en la atención médica, acompañando o trasladando a los necesitados.—¿Ya sabes cómo la vas a nombrar? —pregunté a Sam. Ella me miró y me sonrió.—Creo que sí. Pero me gustaría que la madrina me ayudara a decidirme. —respondió ella con picardía en su voz.—Ohhh, si ese es el caso, deberías hablar con ella ahora... —comencé a decirle cuando me interrumpió.—Lo estoy haciendo —dijo poniendo los ojos en blanco —Ni siquiera te lo voy a preguntar. Serás la madrina perfecta para nuestra pequeña Idie.—Sería una madrina de mierda si permito que le pongas ese nombre —me reí abrazando a mi amiga.—Por eso te necesito. ¿Crees que Orión acepte ser el padrino? —preguntó con un deje de timidez en su voz.—Puedes preguntarle, pero creo que nada lo haría más feliz. —sonreí ante el pensamiento de la reacc
OriónEllie corría por el patio de la casa, su risa infantil resonando como una melodía alegre en el aire. Detrás de ella, Aria y Magnus, con expresiones de pura diversión, intentaban alcanzarla en una carrera animada. El sol de la tarde acariciaba sus rostros, y la brisa jugueteaba suavemente con sus cabellos. Estábamos celebrando el cumpleaños número cuatro de los gemelos. Nuestros gemelos.En medio de la risa y la algarabía, mi mirada se encontró con la de Octavia, y un cálido escalofrío recorrió mi columna. Estábamos en nuestra propia casa, una que construimos juntos, un hogar que irradiaba amor y serenidad.La noche siguiente a la batalla en los límites del territorio, cuando las estrellas tejían un manto de luz en el cielo, le pedí a Octavia que fuera mi esposa y mi Luna. Aquella semana, nos encontrábamos en una casa individual a las afueras de la ciudad, felices y unidos de todas las formas posibles. Habíamos cruzado un umbral que transformó nuestra relación en algo más profund
Alfa15 años antes.Aún podía olerse en el aire la guerra. O el final de la misma. Mis pies se hundían en el suelo empapado por la lluvia reciente mientras observaba la montaña en la distancia. Aunque la guerra había llegado a su fin, el eco de la batalla aún resonaba en mis oídos. Mis ojos recorrían el paisaje desolado, donde los rastros de la lucha yacían dispersos, testigos silenciosos de la violencia que había asolado esta tierra. El río cercano fluía con una calma engañosa, como si la naturaleza misma lamentara el conflicto que había dejado su huella en el mundo. Sentí un nudo en la garganta al recordar a los amigos que habían caído en la batalla, cuyas vidas se habían desvanecido como el agua que corría ante mí. Mientras el amanecer teñía el cielo con tonos dorados y rosados, una misteriosa niebla se cernía sobre la montaña, añadiendo un aura de misterio a la escena. La tristeza y la impotencia se intensificaban, y me preguntaba si algún día esta tierra conocería la paz de nu
AlfaEl médico continuó hablando, trayendo un rayo de esperanza a la sala. —Ella está fuera de peligro, se recuperará en unos días. Tuvo suerte de que Luna atendiera sus heridas a tiempo —informó, y un suspiro de alivio recorrió la sala. Saber que la compañera de Beta se recuperaría era un consuelo en medio de la tragedia que habíamos experimentado. Después de llevar a nuestras familias a casa, Beta y yo pasamos horas revisando meticulosamente cada uno de los pasos de los lobos que habían llegado al búnker. Poco a poco, fuimos armando el rompecabezas de lo que había sucedido. Descubrimos que dos hombres habían logrado entrar al lugar. La compañera de Beta, valiente y decidida, protegiendo a su Luna y sus cachorros, había atacado y matado al primer hombre que entró. Aunque el segundo logró desequilibrarla, ella había sido capaz de distraerlo lo suficiente para permitir que Luna y los cachorros se escondieran. Su valentía y determinación habían sido cruciales para la supervivencia de
Alfa La tensión se hacía palpable en la sala de videovigilancia de la estación de servicio. Mi Beta estaba inquieto, caminando de un lado a otro mientras discutíamos los próximos pasos. —Ya hemos visto mil veces las cintas. Ya vimos cómo ese hijo de puta subía a las niñas a esa camioneta. Tenemos que ir tras ellos —expresé con urgencia, la preocupación reflejada en mi rostro. La voz de Beta llevaba un matiz de desesperación mientras respondía: —Ya mandamos dos autos con la información de la camioneta. La policía local está colaborando. Tenemos que esperar. Si descubren que estamos tras ellas, podrían hacerles daño, Alfa. Me acerqué a Beta, mirándolo fijamente. —¡Es mi niña la que está en peligro ahí fuera! —le grité, la preocupación y el miedo desgarrando mi voz. Beta se mantuvo impasible, pero sus ojos reflejaban el mismo dolor y desesperación que sentía yo. —También lo está mi cachorra. Estoy desesperado por volver a tenerla en mis brazos, pero tenemos que ser pacientes. La