Capítulo 6

Orión

Escuché el sonido de la campana de la entrada a la tienda en la que estaba. El tintineo metálico de la campana me sobresaltó brevemente antes de que volviera a concentrarme en la suave música de fondo que resonaba en el estudio.

La tinta se deslizaba sobre mi piel con un zumbido casi imperceptible, dejando una marca permanente, un recordatorio de todo lo que había pasado y todo lo que estaba por venir. Era un sonido que había llegado a asociar con la tranquilidad y la introspección, un rincón donde podía aislarme del mundo exterior y sumergirme en mi propio universo.

El aroma característico de la tinta llenaba el aire, un olor ligeramente metálico y penetrante, que se mezclaba con el aroma de loción desinfectante y piel.

El tatuador trabajaba con manos expertas, trazando cuidadosamente los contornos de un diseño complicado en mi piel. Cada pasada de la aguja era una mezcla de dolor y satisfacción, una especie de catarsis personal que me hacía sentir más vivo que nunca. La sensación de la tinta perforando mi piel era intensa y adictiva, una especie de ritual anual que, de alguna manera, me conectaba con mi pasado y mi futuro.

Mi mirada se encontró con la de Lucas. Mientras mis ojos se encontraban con los suyos, pude ver un brillo de complicidad en su mirada, como si hubiera descubierto un secreto que yo mismo no conocía del todo.

—Sabía que te encontraría aquí, la tinta es tu ritual, hermano. —Lucas apareció frente a mí con una sonrisa burlona. Siempre había sido experto en irrumpir en mis momentos más personales.

—Son para recordar, y lo sabes —respondí a su no pregunta, mientras lo miraba a los ojos.

—Ya sé, hermano, un tatuaje por cada año que pasó desde la última guerra, y otro adicional desde que cumpliste 18 —repitió las palabras que siempre le decía cuando me encontraba en el salón de tatuajes una vez al año. Era un ritual que había comenzado en la adolescencia a los 16, una forma de marcar el tiempo y las cicatrices que habían dejado las batallas en nuestras vidas.

Lucas no era un hombre de muchas palabras, pero siempre había sido perspicaz. Conocía mi historia, cada tatuaje en mi piel contaba una parte de ella. Y sabía que, en algún momento, el pasado y el presente se cruzarían de una manera que ninguno de nosotros podría prever.

Tenía que recordar, no podíamos olvidar lo que la manada de Las Sombras Oscuras nos hizo hace 15 años. Perdimos mucho ese día, aunque no todos lo percibían. Algunos seguían adelante como si el pasado no hubiera dejado cicatrices en sus almas. Pero yo sabía que no podía permitirme olvidar, ni siquiera un solo detalle. Cada tatuaje en mi piel era un testimonio, un tributo a la memoria de lo que habíamos perdido.

Aquel día, la traición de la manada enemiga había dejado heridas que aún no habían sanado por completo. Ciro; mi lobo, y yo habíamos compartido un vínculo inquebrantable desde que él apareció en mi vida cuando cumplí 18 años. Esto era un pacto silencioso para nunca olvidar. Ese día, habíamos perdido a alguien que significaba todo para nosotros, y aunque no todos en la manada lo advertían, sabía que había perdido mi oportunidad de ser completamente feliz en la vida.

Estaba seguro de que nuestra manada no estaría incompleta si no hubiera sido por aquel trágico desenlace. Pero la vida continuaba, y teníamos que seguir adelante.

Desde los 18 años, había agregado un tatuaje a mis recordatorios, uno que compartía con Ciro. Era un tatuaje en honor a nuestra compañera perdida, un tributo a su memoria que llevaríamos en nuestra piel hasta que la encontráramos, a pesar de que sabíamos que esa búsqueda era casi imposible.

En mis sueños, tenía destellos de ella. Eran solo fragmentos, insuficientes para identificarla de manera definitiva, pero eran suficientes para mantener viva la esperanza. Podía sentir su olor, percibir fragmentos de su piel, su cabello, su rostro y su cuerpo. Eran como piezas de un rompecabezas que aún no se habían encajado por completo, pero que me hacían anhelar el momento en que finalmente pudiéramos estar juntos.

Era una imagen que tal vez nunca llegaríamos a conocer en persona, pero no podía dejar de soñar con ella, con la compañera que tanto ansiaba encontrar. Cada sueño me acercaba un poco más a la realidad de lo que podría ser nuestra unión, algo que tal vez nunca tendríamos.

"Es desalentador, lo sé, pero sabemos que tendremos que resolver el tema de la descendencia en algún momento..." Últimamente, Ciro tenía esa idea en la cabeza, pensando en la futura descendencia incluso antes de ser nombrados Alfa. "Lo seremos en unos días, Orión. Tenemos que pensar en la manada."

Lo sabía. Todos en la manada esperarían a que encontrara a su Luna, mi Luna. Lo que ellos no sabían es que tal vez ella no existiera, al menos no en este momento. Debíamos considerar la posibilidad de una compañera elegida, "aunque eso es algo en lo que no quería inmiscuirnos todavía..." murmuré con enfado a Ciro mientras mi mente se llenaba de pensamientos turbios y preocupantes.

—¿Noticias de la ceremonia o solo vienes a molestarme? —pregunté a Lucas, quien estaba destinado a convertirse en mi Beta en poco tiempo. Hemos estado preparándonos para estas posiciones desde que tengo memoria. Ha sido mi mejor amigo durante los últimos 22 años, literalmente toda mi vida.

—Ja, ja, ja. —Lucas rio sarcásticamente. Después, continuó —Hoy tenemos el día libre, solo vengo a recordarte que viajaremos a la ciudad humana para disfrutar de nuestra última noche de libertad. Diosa, es como si nos fuéramos a casar. —Murmuró lo último con un toque de ironía.

—Realmente nos estamos casando, hermano, nos casamos con la manada —afirmé, reflexionando sobre la ceremonia que se aproximaba.

—Sí, hasta ahora no lo había visto de esa manera, pero tienes razón —Lucas asintió con énfasis. —De todas formas, tenemos que salir ahora si queremos llegar a tiempo a la fiesta. Algunos de los otros lobos vendrán con nosotros.

—¿Puedo decir que no estoy de ánimo?

—Vamos Orión no seas así, necesitamos esto. Tal vez encontremos nuestras compañeras, quién sabe —Lucas trató de animarme.

—¿Y crees que encontraremos a nuestras compañeras en una ciudad de humanos? A ver, explícame, Qué estarían haciendo dos mujeres lobo en una ciudad de humanos. Por favor...

—Vamos, hermano, no seas aguafiestas. Hace años que la frontera está tranquila, no hemos tenido problemas con los humanos. Terminamos nuestra preparación para nuestros puestos hace un mes, y a partir de mañana, con la preparación final, la ceremonia y las responsabilidades venideras, no vamos a tener tiempo para relajarnos. Solo quiero una noche de paz antes de asumir nuestras funciones y responsabilidades como Alfa y Beta. —Lucas intentó convencerme con un tono de entusiasmo.

Yo sabía que él solo quería divertirse en la ciudad de los humanos, especialmente si había alcohol involucrado. Ciro gruñó en desaprobación de la idea.

"¿Paz? Por favor, solo quiere liarse con alguien", murmuró Ciro en mi mente, compartiendo su opinión sobre Lucas y su verdadero propósito para la noche.

"Lo sé, y sería un pésimo amigo si no voy con él a cuidarlo" respondí, irritado tanto con Lucas como con la perspectiva de pasar la noche en medio de una multitud de humanos.

—Está bien, su alteza —Lucas bromeó, haciendo una reverencia irónica en mi dirección. Le lancé una mirada de molestia, pero sabía que no podía evitarlo. Si no fuera mi hermano, seguramente le habría pateado el trasero.

"Me ofrezco como voluntario para hacerlo", rio Ciro en mi mente.

Me terminaron el tatuaje, una medialuna de un solo trazado en color negro sostenida por una mano delicada, el diseño adornando mis costillas del lado derecho. El trazo era sencillo pero profundo, y debajo de la imagen, se encontraba la frase: "Mi Luna", grabada con elegancia.

Este tatuaje, además de recordar mi compromiso con la manada, representaba mi búsqueda incesante de mi compañera destinada. Las imágenes y el aroma que me atormentaban la mente habían encontrado un lugar permanente en mi piel, como una promesa inquebrantable de que, de alguna manera, ella estaría en mi futuro, que mi compañera finalmente se cruzaría en mi camino.

***

—¿Listo para nuestra aventura? —escuché la voz de mi hermano por el altavoz en el auto conectado a la llamada que hace a Lucas.

—No sabía que nos estabas acompañando, Sam —respondí con mi característica frialdad, sorprendido por la inusual compañía de mi hermano pequeño, quien había cumplido 18 recién hace unos meses.

—Mi primera salida de verdad...

—No es cierto, en nuestra ciudad sales todo el tiempo —lo interrumpí enarcando una ceja.

—Esas no cuentan, Orión. Además, hace mucho tiempo que no salgo del territorio. Déjame ser... ¿Vale?

—Vale, te veremos en la discoteca en unos 15 minutos —respondió Lucas antes de finalizar la llamada.

Dos horas y media de viaje en auto nos llevaron a una discoteca repleta de gente ruidosa y molesta, en la que las hormonas parecían fluir sin control. El estruendo de la música y las luces parpadeantes se combinaban para crear un ambiente frenético.

¡Diosa mía! ¿Qué he hecho para merecer esto? Murmuré para mis adentros con fastidio mientras observaba a la multitud en la entrada de la discoteca.

Lucas intentó levantar mi ánimo, consciente de mi falta de entusiasmo.

—Cambia esa cara, hermano. Vamos a estar bien, disfrutaremos de la música y el alcohol —dijo mientras buscaba un lugar para estacionar.

—El alcohol humano no nos afecta, pero la música fuerte, por otro lado...

—Solo manda a Ciro a dormir. Eloy ya se retiró en mi mente. Por favor, intenta ser un poco sociable esta noche.

"¿Y dejarlos a ustedes a su suerte? Y una m****a" gruñó Ciro, mostrando su desacuerdo con la idea de retirarse mientras observaba la discoteca desde su perspectiva de lobo.

"Estaremos alerta, Ciro. No te preocupes" le aseguré, tratando de calmarlo mientras emitía un suspiro.

—Aquí estamos... —dijo Lucas mientras apagaba el auto.

—Aquí vamos... —mencioné, y ambos bajamos del vehículo al mismo tiempo. En la distancia, vimos a Samuel, nuestro hermano menor, acercándose a nosotros.

—¡Hermano! Es bueno verte —Samuel llegó a nosotros con una gran sonrisa en su rostro y me abrazó, dándome dos palmadas sonoras en la espalda.

—¡Oye, más suave! No querrás lastimar a tu Alfa con un abrazo, ¿o sí? —comenté en tono jocoso al ver su expresión mortificada—. Es broma, hermano. Lucas me pidió que mejorara mi actitud.

—Jajaja, mmmmm, bueno, tendrás que trabajar mucho en eso. Vamos. —Samuel habló nerviosamente, deseando cambiar de tema y desviando la mirada.

Era difícil hablar con Samuel sobre el cargo de Alfa; lo ponía nervioso. Se suponía que el próximo Alfa de una manada es el primogénito del Alfa anterior, aunque ha habido casos en los que el primogénito muere, y la posición va al siguiente en la línea.

"No sería preocupación de Sam si no hubiéramos sufrido aquella pérdida", murmuró con dolor Ciro, refiriéndose a la pérdida de la que nunca hablamos. No era que fuera insignificante o careciera de importancia, sino que evocaba un dolor tan profundo que no lo nombrábamos. No las nombrábamos.

—Sé lo que estás pensando —me susurró Lucas—. No hoy, por favor.

Entendí; no solo nuestra familia sintió la pérdida ese día. Sabía lo que le generaba a Lucas. Necesitaba enfocarme en la noche, en esto que él creía sería una noche de paz y tranquilidad, lejos de las responsabilidades. Sabía por qué lo necesitaba tanto como yo.

—¡Oye, Alfa! —escuchamos la voz de un lobo que se acercaba a nosotros, seguramente había venido con Samuel.

Me giré hacia el lobo que se acercaba, uno de los miembros más jóvenes de nuestra manada, y lo miré con frialdad.

—No me llames así, estoy de descanso y estamos en una ciudad humana —respondí, con el tono frío que solía utilizar.

—Lo siento, Orión, me emocioné. No estamos en el territorio de la manada, es solo una fiesta —se disculpó rápidamente.

Suspiré, recordando las palabras de Lucas sobre intentar ser más amigable. Traté de forzar una sonrisa, aunque no fue muy convincente.

—Bien, Diego, ¿entramos o qué? —preguntó Samuel, tratando de mantener la conversación en marcha.

—Es un lugar popular en la ciudad de los humanos. Vamos, disfruta de la noche. —Lucas sonrió amablemente y nos dispusimos a entrar a la fiesta.

Suspiré, sintiéndome incómodo con la conversación. No era un Alfa típico, y eso me hacía sentir fuera de lugar en las reuniones sociales dentro y fuera de la manada. Sabía que necesitaba trabajar en mi actitud, pero no sería algo que cambiaría de la noche a la mañana. Por ahora, solo esperaba que esta noche de "descanso" no se convirtiera en una pesadilla.

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