II.

Pandora estaba preocupada y nerviosa, se sentía mal; sentía una culpa interna que la atormentaba. Además de que Carius no había dejado de sermonearla por haber desobedecido su orden, no quería preocupar a Járick, pero deseaba contarle la verdad a Dante. Aarón tenía el ojo puesto y estaría esperando una oportunidad para atacarlo.

Se hablaba a sí misma en su mente, culpándose por no ser capaz de ayudarle, hasta que las palabras de Dante la sacaron de órbita.

"No importa... estoy dispuesto a morir por ti", pero su preocupación no hizo más que aumentar.

—Dante —suspiró rendida—. Debo dejar de ser sumisa. No quiero que des tu vida por mí.

Admiró por última vez el ambiente tranquilo del Gemrost y regresó a su reino, Gilius. Buscó en cada rincón a Dante, pero no dio con él.

—Hola Pandora. ¿A quién buscas?

—Dorian... ¿has visto a Dante? —le preguntó a uno de los Arcángeles más experimentados de Gilius y el actual líder de las fuerzas. Los Arcángeles son una fuerza de élite de ángeles, especializados en el arte del combate y la guerra. Preparados para proteger a Gilius en cualquier circunstancia.

En ese momento, se encontraba haciendo sus ejercicios de calentamiento para entrenar.

—No lo he visto desde que salió contigo. Ya perdiste a tu compañero, que irresponsable —sonrió—. Seguramente está en el mismo lugar de siempre.

—Tienes razón, gracias —Pandora se detuvo y tuvo una idea fugaz en el momento—. Por cierto, quiero pedirte un favor.

—Dime.

—¿Podrías enseñarme a combatir?

Dorian detuvo en seco sus calentamientos y miró a Pandora con perplejidad.

—¿A qué se debe esa petición?

—Simplemente quiero dejar de ser sumisa, débil. Quiero aprender a valer por mí misma cuando alguien pretenda atacarme.

—Mm, comprendo tu punto. Eres muy importante y es necesario que permanezcas con vida. Lo mejor sería que supieras defenderte porque no siempre habrá alguien que pueda protegerte. Acepto tu petición —sonrió.

—Gracias —le devolvió el gesto—. Hasta luego.

Pandora no perdió más tiempo y voló hacia el Paraíso, la preocupación nublaba sus pensamientos y no había pensado en el lugar que más frecuentaban ambos. No fue muy difícil para ella encontrarlo. Estaba junto al árbol en el que siempre dormían a sus pies. Se acercó a Dante en pasos silenciosos, dispuesta a asustarlo.

—No sé qué decisión tomar sobre todo esto —suspiró cansado.

Pandora negó lentamente las palabras de su compañero y lo abrazó con fuerza.

—¿Por qué no avisas a dónde irás? Llevo horas buscándote, ¿sabes?

—Pandora, lamento preocuparte. ¿Me ayudas a buscar a Carius?

—¿Para?

—No olvides que él me citó para decirme algo “importante”. ¿Me acompañas?

Abrazó a Pandora y luego la vio con optimismo. Se sintió confundida. Intenta ocultarme su agobio, pensó.

—Bueno. Vamos —agarró la mano de Dante y lo llevó hasta el templo del Concejo.

En la entrada, un Arcángel de aspecto fornido e intimidante protegía la misma.

—Esperen un momento, ¿qué asuntos tienen el templo? —dijo con firmeza—. Lo lamento, pero conocen el protocolo.

—Está bien —sonrió Pandora—. Fuimos citados por Carius para una reunión privada.

—Entendido —asintió tras confirmar mediante el libro concejal y las grandes puertas del templo se abrieron detrás de él. Hizo una pequeña reverencia y les permitió entrar. Parecía algo irónico que tuvieran que dar su motivo de entrada, pero ya había sucedido la situación en la que uno de los demonios se infiltró en el templo disfrazado de ángel.

El templo del Concejo es el sitio más llamativo de todo el reino. Ahí se reunía el concejo de Gilius con los demás reinos para tratar temas políticos, económicos o bélicos. Últimamente, se estaba tratando la manera de defender a Gilius de cualquier ataque. Además, era el hogar de su Creador, Járick.

—Han pasado años desde la última vez que estuve aquí —comentó Dante mientras observaba los llamativos detalles de los interiores del templo: enormes estatuas de simbologías referentes a la justicia y la paz, esculpidas de una manera tan perfecta que llamaban la atención de cualquiera.

—Sí. De todos modos, es un sitio demasiado espacioso y silencioso. Carius debería estar en el jardín del templo. Había acertado.

—Hola, Carius. ¿De qué querías hablarme? —Le preguntó Dante.

—Supongo que, debido a tu encuentro con Aarón, ya te percataste que él desea tu poder. Por eso, lo mejor sería que aprendieras a defenderte como un arcángel. Le pregunté a Dorian si podría enseñarte el arte del combate Arkan y aceptó con gusto. Si quieres, puedes ir ahora a empezar dicho entrenamiento.

—Entendido, Carius —hizo una pequeña reverencia y se fue junto a Pandora. Ella se sentía angustiada por lo que aquella Vitora le había dicho y le llamó instintivamente.

—¡Dante!

—¿Qué sucede?

—Escuché lo que dijo esa Vitora. No sé, qué pasará en el futuro, pero pase lo que pase, estaré a tu lado y evitaré que debas afrontar todo tú solo. Evitaré que sufras todo tú solo —acarició el dorso de la mano de Dante.

Dante quedó perplejo ante las palabras de Pandora. Era consciente de la preocupación que Pandora sentía por él, era consciente de que Pandora no quería que se alejara de ella y eso le conmovía bastante.

—Gracias.

—Por favor, tómame en cuenta —respondió con un semblante serio. Curiosamente, ese gesto en lugar de demostrarle seriedad a Dante, le daba ternura.

—Hola, Dorian. 

—Dante. Me sorprende que llegues ahora —dijo con energía—. Carius esperaba que vinieras para mañana. Además, es importante que aprendas a defenderte. Eres el Ángel de la Muerte y nunca se sabe contra qué adversidad te encontrarás mientras cumples tu deber.

El entrenamiento Arkan es indispensable en cualquier Ángel que desee unirse a la Legión. Los Arcángeles, eran una especie de legión de élite preparada para defender a todos los reinos de un peligro inminente. Los Arcángeles se dividían en cuatro rangos:

—Novicio: Los arcángeles se distinguen especialmente por sus alas y aspectos rúnicos. Los novicios mantienen sus alas de un tamaño normal y sus habilidades de combate son intermediadas. Sin embargo, no comprenden de la magia rúnica o elemental.

—Arkano: Sus alas se vuelven más prominentes. Sus habilidades de combate se vuelven más excepcionales y comprenden de magia rúnica básica.

—Virtius Arkan: Estos Arcángeles son considerados los más fuertes y líderes de la Legión. Sus alas son las más majestuosas. Son expertos en el combate, estrategia, guerra bélica y magia rúnica.

—Gelos: Este rango es único y excepcional. Una pequeña rama de los Ángeles y Arcángeles es denominada “Gelos”. Son los Ángeles más poderosos y únicos. Suelen adiestrarse fácilmente en las materias antes mencionadas y son los únicos capaces de controlar más de un elemento, además de la magia rúnica.

Llegaron al campo de combate y a lo lejos se podía ver a los Arcángeles, practicando sus habilidades en batalla. Luego de la declaración de guerra por parte de Aarón, el campo empezó a ser utilizado con mayor frecuencia, era extraño no encontrar a los arcángeles entrenando. Antes, el campo se mantenía menos habitado.

—Bueno, si cooperas en todos los sentidos. Serás diestro en combate dentro de... seis meses.

—Me gustaría iniciar hoy.

—Me agrada tu actitud. Ve a la armería y agarra una espada.

Dante fue en seguida a buscar una espada y dejó a solas a Pandora con Dorian.

—Dorian —exclamó Pandora.

—¿Qué sucede?

—¿Cuándo podría empezar yo?

—Mm, no sé. Cuando tú quieras.

—Hoy.

—Que sorpresa. Te buscaré cuando esté libre, ahora iré a enseñarle a Dante.

—Gracias, y también quiero pedirte un favor.

—Dime.

—No le cuentes a nadie —dijo, recalcando el mensaje—, ni a Dante.

—Entendido —respondió confundido.

Dante recién volvía de la armería con una espada extravagante.

—Sólo encontré esta, Dorian —dijo Dante con una espada que, por centímetros, casi era de su tamaño.

—Es muy grande, ¿no crees? —comentó asombrada.

—Sí, pero me gusta. Y creo que puedo manejarla.

Dante extendió su brazo con la espada en mano y comenzó a blandirla en movimientos torpes.

—Sí que necesitas aprender a usar una espada.

Dante, se veía tierno para Pandora al intentar comprender el manejo de una espada de ese tamaño. Ella reía ante sus intentos mientras Dante le miraba con vergüenza y enojo.

—¿Qué? Te ves adorable intentando dominar algo que no puedes —sonrió.

Dante le dedicó una pequeña mirada cargada de enfado y se dirigió a Dorian, mientras Pandora no podía dejar de pensar que era divertido e irónico que aquel que da la muerte sea un poco inmaduro y adorable. O al menos así lo veían sus ojos.

—¿Podemos empezar ahora?

—Vamos.

Mientras Dante entrenaba con Dorian, Pandora había sido llamada por Járick en el paraíso. No comprendía las razones, pero apreciaba platicar con él cuando se diera la oportunidad. Al llegar, Járick la recibió con una cálida sonrisa y le ofreció sentarse a su lado en una banca.

Pandora, me alegra que decidas pasar más tiempo con Dante. Aprender a pelear es algo muy elemental para ambos, pero; quiero que me digas: ¿Por qué no quieres que lo sepa?

—No quiero que me prohíba aprender a luchar. Es capaz de hacerlo con tal de que estuviera a salvo, sabe que suelo ser un poco compulsiva y puede ser que acabe mal.

—Sabes que tiene razón.

Pero no quiero que dé su vida por mí. Quiero que ambos nos defendamos mutuamente, quiero ser su refugio, así como él es el mío.

—Comprendo. Pero; no importe las circunstancias, ¿Harás todo para protegerlo?

—Todo, hasta daría mi vida.

—Él respondió lo mismo. ¿Crees que dejaría que dieras tu vida por la suya?

No...

—Lo mismo que pasa contigo. Pandora, ambos deben ser prudentes, son seres con poderes que traerían el fin si caen en las manos equivocadas; en las manos de Aarón. Por eso te pido, que seas prudente. No quiero que mis creaciones fallezcan. Existen muchas cosas que no comprendemos, cosas que también escapan de mi entendimiento. Los demonios no son la única amenaza de nuestro mundo y por eso quiero que tengas en mente que no puedes ser imprudente.

—¿Eso qué significa?

—Que por desgracia. La maldad siempre ha existido y existirá hasta el final del tiempo. Lamento llamarte hasta aquí para esta pequeña plática, pero era necesario. Adiós, Pandora.

—Adiós...

Pandora sabía que él tenía razón. Tampoco podían permitirse ese lujo, ambos cargaban con el fenómeno de la vida y la muerte. No podían permitir que aquellos fenómenos cayeran en las manos de cualquier persona o ente, ninguno de los dos podía perder la vida, eran esenciales.

Habían pasado tres horas desde su plática con Járick y todavía permanecía con aquellas palabras en su cabeza, intentaba descifrar algo que era indescifrable para ella, algo que escapaba de su comprensión. Permanecía acostada en el paraíso con la compañía de Dante. Él permanecía callado mientras observaba como Pandora pensaba con sus ojos cerrados. Su rostro expresaba serenidad y preocupación al mismo tiempo. Una emoción que inquietaba a Dante.

—Pandora. Has estado pensativa hace más de una hora. ¿Ocurre algo?

—No es nada, Dante.

—Claro que sí es algo, algo te agobia. ¿Qué tienes?

Se acomodó para verla cara a cara, pero se rehusaba a contarle.

—Ya te dije que no es nada —se separó de él. Pandora no quería contarle sus pensamientos, no quería discutir con él.

—Bueno —suspiró—. Si no quieres contármelo, está bien, pero al menos no me trates de esa forma.

—Lo siento, el asunto de Aarón no sale de mi mente. El temor de que logre su deseo es muy grande —comentó. En cierta parte, era cierto.

—No lo hará.

—Quiero que me prometas algo.

Pandora se sentó y sujetó con fuerza las manos de Dante.

—¿Qué cosa?

—Prométeme que nunca darás tu vida por mí.

—¿Por qué me pides que no lo haga?

Pandora suspiró molesta y colocó las manos de Dante sobre su pecho.

—Porque tu vida es igual de valiosa que la mía. Tal vez no lo sepas, yo tampoco lo sé, pero algo es seguro y es que somos más vitales para Heradise de lo que pensábamos. Aarón intenta aprovechar que aún eres inexperto para arrebatarte la vida. Por favor —sujetó sus manos—, no te atrevas a dejarme sola.

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