X.

Los basiliscos levantaban a Dante y lo mordían en todo su cuerpo, insertaban su veneno sin ninguna pizca de piedad. Mientras sus compañeros gritaban con terror e intentaban socorrerlo, los basiliscos continuaban con su festival del horror.

—¡Tenemos que sacarlo de ahí! —gritó Rainer.

—Maldita sea... —sollozó Eve, invadida por la desesperación. Lanzaban flechas, ráfagas de agua, pero los basiliscos no les permitían defender a Dante; eran numerosos y capaces de detener a los tres al mismo tiempo. 

Los segundos pasaban lentamente para Dante, sentía cada mordedura, cada golpe y el ardiente veneno que recorría su cuerpo; mientras su mente quedaba en blanco poco a poco.

Cuando uno está a punto de fallecer, llega a tener un recuerdo rápido de toda su vida hasta ese instante, Dante experimentaba aquella sensación extraña que lo afer

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