El domingo mi hermano prácticamente me arrancó de los brazos de Jonás y casi lloro por quedarme con él como una niña pequeña. Su sonrisa hizo estragos en mis bragas y hasta hice pucheros para que no me soltara, lo que causó que se carcajeara aún más mientras mi hermano miraba divertidísimo la escena.
Me acomodo de brazos cruzados y con el ceño fruncido en el asiento del copiloto del auto de James que todavía muestra su sonrisa burlona. Lo golpeo dos veces y me mira un instante.
— ¿Qué tal el fin de semana Princesa? – no le contesto y le hago un mohín que provoca una carcajada.
— ¡Yo quería quedarme! – expreso sin responder su pregunta.
— ¡Lo sé Princesa, lo sé! – Baja el espejo retrovisor — 
—¡No quiero entrar! – le digo a james e intento regresar al auto.—¡Ya estamos aquí! ¿no? – me detiene —¡Entremos! – respiro profundo.—¡Te odio! – beso su mejilla y sonríe.Al entrar advierto mas de una docena de personas en el salón, mi madre se ve preciosa y al instante reviso mi atuendo. Suspiro cuando voltea. Abre los ojos y se encamina hacia mí.—¡Cariño, viniste! – intento sonreír y lo que me sale es una horrible mueca al reconocer la figura de Genaro Dinozzo hablando con mi padre ¡maldito seas Jackson Monserrat de mierda!—No por mi propia cuenta, eso te lo aseguro –toma mi mano y me acerca a ella para besar mi frente.—Quédate dos horas, lueg
Agradezco al cielo que sea jueves y tengo la tarde libre, desde el comienzo la semana ha sido una m****a. Estudiar y ponerme al día con todo tipo de trabajos y tareas. Apenas he visto a Leila y ya mi cuerpo no soporta el estrés, me duelen los músculos por pasar cinco horas en el gimnasio tratando de drenar toda esta locura que quiere desatarse en mí, ya claudiqué, no puedo más. Necesito sexo. Entro a la ducha sin activar el calentador, el agua helada me crispa, cierro los ojos soportando el frío hasta que mis dientes comienzan a castañetear. Las manos duelen y parece que me pinchan en los dedos, el ardor en las piernas es descomunal y ya casi no siento los pies. Creo que esto ya se sale de mi control, pero mi cuerpo no obedece. Me atraviesa un temblor y la vista se me nubla, ya no distingo la luz y todo se hace oscuro de repente, trato de cerrar la manilla y no la encuentro, siento que me desvanezco. Debo salir de aquí, ya de pronto la idea no es tan buena mat
—¿No crees que es buena idea que te detengas tío? Vas a lesionarte – gruño, sigo molesto —todas las parejas pelean – bufo aun sin mirar a Charles que me habla desde el otro lado del gimnasio. —¡Déjalo pequeñín, sigue molesto con Leila! – resoplo un “idiota”. —Pero me preocupa su estado de ánimo, parece un animal salvaje – expresa seriamente. —Eso es lo que es Jonás Serrano Peque – explica John —¡Una bestia enojada con el mundo y ahora con la preciosidad rubia! – a raíz de ese comentario el saco sale volando del gancho, haciendo un estruendo al caer. —¡Cállate Lem, dejen de hablar de ella como si yo no estuviera, idiotas! – me voy a las duchas, el cuerpo me duele. —¡Asegúrate de conectar el calentador Serrano, no queremos shows! – se parten de risa y yo quiero golpearlos. Maldito viernes que no termin
—¿Estas segura que es lo que deseas Leila? – indaga Alice con preocupación velada.Nos encontramos en nuestra cafetería favorita y en nuestra mesa también favorita al aire libre cerca de la acera de la calle en una esquina del Centro Comercial.—¡Solo vamos a hablar, es todo! – digo mordiendo la pajilla de mi malteada, mientras descansamos de las compras sabatinas y esperamos a Jackie.—Sigo pensando que es mala idea ¡es un grosero! – espeta con mala cara.—Te repito que yo lo provoqué Alice, yo fui grosera primero – sus ojos se abren mucho.—¡¿Estás escuchándote?! – No le contesto —¡lo estás justificando! – Tomo de mi malteada para disimular —¡Eso es muy tóxico L
Su sonrisa es mi mayor satisfacción, daría lo que fuera porque no se borrara y sentada frente al volante de este precioso auto, la mía se expande, no pienso joderla para que continuemos felices.—¿Qué? – Pregunta con ojos brillantes, al mirarme solo un momento —¿de qué te ríes? – si se lo digo me llamará insolente.—¡De ti por supuesto! – Pone los ojos en blanco —. Bueno,en realidad miro tus preciosas tetas – sus ojos se abren, el rostro se le colorea y su boca ¡uf, su preciosa boca! no sabe qué hacer con ella.—¡Descarado! – dice.—¡Lo sé! – respondo sin un ápice de arrepentimiento —. Es tu culpa que lo sea, porque estas muy buena – veo como se atraganta con su propia saliva.
—La comida china es la mejor, sin embargo yo prefiero comer sano y sin gaseosas – digo como si no estuviese devorando una hamburguesa con papas fritas y coca cola.—Pues, me pareces muy snob para ser un tipo rudo ¿eh, tigre? – expresa divertida.—¡Intenté suicidarme unos días después que Nannette muriera! – la expresión de Leila cambió por completo.Ahora su mirada era de terror y sus manos temblaban sin control. No sé cómo decirlo sin que duela tanto, pero Channel dice que hablarlo me va a hacer bien y prefiero platicarlo con ella.—¡Jonás yo… no quiero presionarte! – niego, aprieto los puños.—¡Está bien, quiero hacerlo! – su mirada se suaviza —. Quiero que sepas de mí –
Repto por su cuerpo besando su piel nuevamente hasta llegar a sus preciosos senos, desabrocho el sujetador aprovechando para saborear sus deliciosos pezoncitos pálidos y bajo nuevamente para sacar la ropa interior apetitosamente húmeda con sus jugos. En esta ocasión la saboreo directamente, lo que la hace llegar a su segundo orgasmo de la tarde y mi ego crece aún más. Hunde sus uñas en mis hombros, grita desesperada mi nombre y me pide más, aunque estoy seguro de que no sabe de qué va su petición que es más una súplica. Subo de nuevo hasta esos labios que me hacen viajar al cielo. Su pequeña mano baja hasta mi entrepierna y el cuerpo me tiembla descontroladamente, lloriquea por liberarlo y me dejo hacer porque ella manda en este momento ¡Dios, me pone de rodillas! Separa los botones del vaquero y cuando su piel toca mi hombría desnuda y húmeda un latiga
—¡Eres un monstruo, desgraciado te odio! – mi hermano se rehúsa a soltarme ya que sabe de lo que puedo ser capaz. —¡Deja la ridiculez Leila! – pone los ojos en blanco —. Te lo advertí, no lo niegues – forcejeo con James —, hice una acusación de violación. En este momento lo deben estar apaleando. — ¡Voy a ir hasta allá para decir que no me secuestró una m****a! – Sonríe y mi rabia bulle tan fuerte que siento mareos — Jonás es inocente, él no me violó, de hecho… - mi hermano aprieta mi brazo en advertencia y decido no decir nada más al respecto — ¡te voy a dejar en ridículo y al maricón de Genaro también! – sus ojos se abren. —¿Maricón?Esa es una acusación muy fuerte ¿no crees pequeña? – dice burlón. — ¡Es un marica y yo no soy tu pequeña! – Se carcajea — ¡Vete a la m****a papá o mejor aún…! – me suelto de los brazos de James y le planto cara, cerca, muy cerca — ¡Fóllat