Cuarenta y cinco días desde que lo arrancaron de mí, no solo se lo llevaron a él, sino que se llevaron mi aliento de vida…
No estoy orgullosa de haberme cortado la muñeca, pero de algún modo – muy retorcido por cierto – me siento en paz conmigo misma al saber que llevo una herida en mi cuerpo igual que Jonás al recibir en su pecho la bala que llevaba mi nombre. Soy consciente del dolor de mis familiares y el trauma que supone para mi hermano haberme encontrada con la muñeca rota, la incisión fue bastante profunda por lo cual perdí mucha sangre, era de esperar que muriera, sin embargo la rapidez de sus movimientos y su precisión al administrarme los primeros auxilios me hace reflexionar en que le debo la vida.
— ¡Hola extraña! – me giro para quedarme absorta en el chico de veintidós años que se encuentra de pie en el umbral de la puerta — ¿Qué tal te va la mañana? – trae, además de las muletas, una bolsa de Gellato’s, una nueva tienda de dulces que él supone me deben gustar.
— Hola – digo sin convicción ante su mirada azul-grisácea —, supongo que bien, no sabría decirlo – me encojo de hombros.
Su parecido con Jonás es impresionante incluso su cuerpo a pesar del poco ejercicio que haga, pero su piel pálida me recuerda que él no está, aunque su rostro sea idéntico. A pesar de su impedimento físico es tan atractivo como mi novio, solo que tiene rostro de ángel. Ya a estas alturas ha recuperado casi totalmente el movimiento en su pierna izquierda, siendo la derecha parcialmente movible, se acerca a la cama y mis ojos comienzan a lagrimear, no porque su rostro sea tan parecido al de Jonás, sino porque no quiero que esté aquí, no quiero ver a nadie y no me atrevo a echarlo de la alcoba.
— ¡Tranquila, se que no deseas que venga! – sonríe con tristeza —. Solo quiero que sepas de él – arrugo el entrecejo —, esto solo lo hago porque me lo pidió por medio de alguien, – asiento sin poder dejar de llorar —, envió esto para ti y dentro hay una nota; conoces su letra y aquí te dejo una muestra de mi caligrafía para que no pienses que estoy engañándote – deja la bolsa sobre la cama.
— ¡Gra… gracias! – estoy paralizada.
Moverme supone un gran esfuerzo ya que esto en realidad no me lo esperé, ni siquiera sé si seré capaz de destapar la bolsa y sacar lo que haya dentro por el solo hecho de que lo ha enviado él y… duele como el infierno.
— ¡Leila, él no te abandonaría! – mis sollozos llenan la habitación y mi corazón se salta un latido al asimilar sus palabras —. Solo quería que lo supieras – gira y sale de la alcoba con la pierna izquierda y las muletas de soporte para la derecha, cerrando la puerta tras de él.
Lloro largo y tendido sin dejar de mirar la bolsa blanca con decoraciones en malva y gris, no me acerco, saber de él es como afilar el cuchillo con el que traspasarán mi corazón si me expresa que no desea verme. Me recuesto en la cama en posición fetal y lloro de manera audible, el dolor que experimento no es solo psicológico, es dolor físico. No hay fibra de mi cuerpo que no duela, que no lo anhele, que no lo añore, estos cuarenta y cinco días he muerto un poco cada vez, obsesionada por las ansias de verlo y tenerlo conmigo.
…
No calculo cuanto tiempo pasa entre el momento en que Josué salió de la habitación y el que he estado recostada mirando la bolsa, crfeo que hasta he dormido un poco. Me incorporo, dirijo mi atención hacia el baño y recuerdo que llevo casi cuatro días sin asearme. No puedo abrir esa bolsa sin arreglarme un poco, por lo cual me levanto tambaleante de la cama para caminar hacia la ducha. Tomo la bolsa, abro la puerta del armario para guardarla y que nadie la vea. Entonces me voy al baño para asearme un poco y poder disfrutar de lo que Jonás me ha enviado.
Entro y continúo tambaleante, no se que me sucede, pero algo no está bien en mí. La cabeza me da vueltas y la vista se me nubla un poco; aprieto el pomo de la puerta para intentar caminar, cierro los ojos un momento y de ese modo recobro un poco el equilibrio. Miro mi rostro en el espejo y observo la chica desmejorada que me devuelve. Saco la ropa, veo las costillas marcadas, los huesos de las clavículas y el huesudo y prominente mentón reflejado que desentona completamente con unos ojos hundidos completamente acompañados por un par de círculos violáceos alrededor. No soy ni la sombra de lo que era hace cuarenta y cinco días, me he retirado de la universidad encerrándome en este dolor que no se detiene, que me lacera y acaba con mis fuerzas, con mis ganas de vivir porque él es mi vida y si no está… ya no la tengo.
— ¡Vuelve a mí por favor, no dejes que muera por tu ausencia! – otro mareo más violento me sacude.
Cierro de nuevo los ojos para recobrar el aliento que me ha robado la debilidad que tengo en el cuerpo y camino hacia la ducha sin abrirlos. Paso por el váter y recuerdo que llevo un día completo sin vaciar la vejiga, ignoro el pensamiento y levanto un pie para entrar al cubículo, pero al levantar el otro me azota otro vahído y pierdo completamente el equilibrio yéndome hacia adelante sin poderlo evita ya que no encuentro entre lo nublado de mis ojos y mis pensamientos algo con lo cual sostenerme. Entonces caigo. Mi cabeza impacta contra los azulejos y todo se oscurece, me hallo en el piso del baño con lo que supongo es una herida abierta en la cabeza por el dolor agudo que siento, un líquido viscoso rueda por mi frente rápidamente hasta llegar a la barbilla: sangre.
— ¡Auxilio! – es lo único que alcanzo a decir antes de desmayarme…
No resistiría un día sabiendo que no estás en este mundo. No me dejes mi amor…Algo sucede, algo no está bien. Ya debería haber tenido respuesta de Leila y no me ha llegad nada, camino de un lado a otro esperando la llamada de James, me siento desesperado. José me dijo que se encontraba muy desmejorada, muy delgada porque es incapaz de probar bocado más de una vez en el día y eso n es buena señal, razón por la cual decidí escribirle para que supiese de mí y se animara a comer algo incluso, le envié unas bombas dulces rellenas de chocolate las que comíamos normalmente cuando nos encontrábamos – o las veces que lo hicimos – en mi ático, esos momentos vivirán en mis recuerdos para siempre porque después de esto dudo que todo vaya a ser igual para nosotros.— 
Daría mi vida por la tuya sin siquiera pensarlo, eres tan importante para mí que si solo tuviéramos para escoger vivir uno de los dos, serías tú la que yo salvaría…El traslado hacia el hospital pasó como la seda, Brennan decía la verdad en cuanto a que todo estaba cubierto. Viajamos como si estuviésemos solo en la carretera escoltados por los chicos de la comisaría. Sin embargo mi ansiedad hace del camino una eternidad, necesito llegar rápido antes que todo se complique… más.—Tranquilo compañero, ya estamos cerca – la voz calmada de Robert me saca un poco del nerviosismo.—¡Sí, gracias amigo mío! – aprieto su brazo.Detengo un sollozo furtivo que puja por escapar de mi garganta dolorida. Neces
Jamás estarás sola de nuevo, no estoy dispuesto a dejarte de nuevo, a dejarnos jamás… mi hermosa Leila…Mi padre tenía razón, esta no es mi Muñeca. Es un pequeño saco de huesos encima de una cama de hospital. Cierro los ojos y aprieto los puños para no gritar. El dolor en el estómago regresa aún más agresivo, doblo mi cuerpo reteniendo las rodillas de nuevo y gimo por el dolor no solo emocional sino también físico que me proporciona verla de ese modo. Siento la vista de todos sobre mí, pero los ignoro. Charles es muy amable en decirles que salgan para poder hablar con ella y ¿Cómo no? Llorar a mis anchas porque sé que en cualquier momento romperé en llanto, espero que no a gritos para evitar que se asuste, sin embargo es lo que me provoca: gritar, golpear… acabar con todo a mi paso. &
Eres el único dolor que soportaría una eternidad, duele verte en ese estado. Al que yo te he llevado. Duele ver que me amas a pesar de todo, duele tanto que ya me agrada ese infinito dolor…Marco el número de Malcolm y espero a que responda, no me he percatado de la hora y son casi las tres de la mañana, entre mi lucha interna y el tiempo que llevaba despierto que ha sido unas cuarenta y ocho horas aproximadamente, estuve dormitando en el piso más tiempo del que debía.—¿Jonás? Espero que sea importante porque Lucy cree que estoy engañándola con alguna chica – sonrío porque ese desgraciado es homosexual.—¿Desde cuándo no vives con Lucy? – pregunto con sorna.—Desde hace cinco años, dime que sucede Campeón – suspiro entr
Tus enemigos son los míos, por esa razón siempre pelearé tus batallas, eres mi razón de vivir… J.S.Observo su hermoso rostro desfigurado por el dolor, se me escapa un fuerte sollozo cuando me percato de que su mano tiembla sobre el picaporte de la puerta. Entonces da dos pasos y cae de rodillas al pie de la cama llorando como un pequeño. Un dolor agudo atraviesa mi cuerpo, es lo mismo que él siente, culpa, arrepentimiento. Remordimientos. Debí ser más precavida en mis decisiones y no ponerlo a él en esta situación.—¡Jo… Jonás! – mi voz sale grave y rasposa —. Ven por… por… favor – levanta el rostro bañado en lágrimas, respira profundo tratando de tranquilizar su respiración.—¡Muñeca yo… perd&oacut
No dudes que preferiré sufrir tu dolor, no dudes que estaré contigo siempre, nunca dudes que te amaré eternamente…Leila esta tan aturdida por las palabras de su hermano que no puede moverse, acaricio sus ahora muy delgados brazos para darle calor y confortarla un poco, no voy a mentir; ante la información que le proporciona James en este momento yo también he expresado mis dudas porque ¡vamos, el puto viejo me envió a la cárcel! Eso no es cualquier cosa, de paso me acusó de violación cuando ni siquiera había tocado a su hija, bueno tal vez si un poco, pero no para hacer esa maldita acusación que llevó a mi muñeca a…¡Dios lo recuerdo y me enfurezco!Y ahora da la casualidad que el tío es un puto ángel y que todo lo hizo influenciado por la loca de Lara Monserrat – que
Estar a tu lado para mí es estar vivo, jamás te abandonaré de nuevo. No podría. En el momento que lo hice, parte de mí murió por dejarte y apenas la estoy recuperando… J.S.He tratado de conciliar el sueño y es imposible, Jonás se encuentra a mi lado, su aliento tibio choca con mi cuello proporcionándome una sensación de codicia y anhelo bastante conocida, en una sola palabra: quiero sexo. Giro para quedar de frente a su hermoso rostro, se lo ve cansado y ojeroso, pero igual de imponente, soberbio. Y sigue siendo mío.De repente una realidad avasalladora me invade: estoy horrible. Ayer cuando me levanté a asearme con la ayuda de Jackie y Alice, al ver mi reflejo en el espejo lloré casi a gritos por mi apariencia ¿Qué me hicieron? Mi piel ya no es pálida, es gris. Parezco un esqueleto ambulante, no soy ni siq
El dolor más grande me lo proporcionarías tú al decirme que no me amas. Sería fulminante, pero aun así, jamás me iría, siempre estaría ahí para ti… J.S.La estancia en la clínica se me hace eterna la verdad, Jonás no me deja sola en ningún momento salvo cuando tengo alguna revisión. Han pasado ya diez días desde que ingresé y los resultados a pesar de todo lo malo han sido bastante favorables. Mi posición de no irme al apartamento con mi novio sigue en pie, solo falta que se materialice y no me atrevo a decírselo es decir; no tengo claro si es por él o por mí, pero las palabras nunca salen de mi garganta. Salgo del baño con la toalla enrollada y él ingresa con una bolsa de comida, levanta la vista hacia mí repasándome como siempre, como si no pareciera un extraterrestre con la pie