¡No!

«¿Qué es esto?»

Los días pasaban y Amalia se acostumbraba a los cambios producidos en su vida. Ella trató de estudiar sobre el comportamiento y la forma correcta de actuar frente a las personas de la alta sociedad, cosa que no se le hizo para nada difícil gracias a su destreza e inteligencia.

Había llegado el sábado y ella no tenía ninguna información sobre Dante, pero confiando en que pronto estaría de regreso, se preparó con ayuda del asesor que dejó para ella, y justo a las 7:00 PM hizo su entrada encontrando a una mujer totalmente diferente.

Ella lució un vestido color champán con un escote elegante, pero atrevido, accesorios en oro, guantes blancos y cabellera negra suelta, dando ese toque de belleza natural.

—¡WOW! Luces radiante —caminó hacia ella, impactado por el gran cambio, y le ofreció su brazo para que ella lo acompañara.

—También luces muy apuesto.

Ellos se marcharon tomados de las manos, robando todas las miradas, y así permanecieron hasta llegar a la mansión de los padres de Dante.

—¡Buenas noches! —se adelantó Estela y saludó a la hermosa dama.

Quien aún no estaba convencido era el Sr. Octavio y lo dio a demostrar de inmediato mediante incómodas preguntas.

—¿Dónde trabaja la señorita? Déjame adivinar ¡Modelo!

Él muy fácilmente logró intimidarla con una mirada fuerte y profunda, pero ella no podía perder la oportunidad de ingreso que tenía en ese momento y de eso se convenció para perder todo el miedo.

—No, señor Jones. Soy licenciada en contabilidad, también soy administradora, diseñadora gráfica y experta en gestiones de ventas. Mis habilidades son muchas y entre ellas el conocimiento de cuatro idiomas. Italiano, francés, alemán e inglés, sin contar mi conocimiento en la gastronomía y los platillos extravagantes.

Él quedó sumamente sorprendido con aquella respuesta y Dante, orgulloso, más después de que no quedará convencido, la llenó de preguntas que respondía de manera espontánea.

—Amor, es una cena familiar, vamos a apartar los negocios e iniciemos la velada.

—¿Cuándo es la boda? — Parecía no quedar convencido con nada.

—¿Podemos responder durante la cena?

—¡No, quiero que lo hagas ahora! —Su tono era fuerte y esto dejaba claro que se trataba de una orden y no una pregunta.

Un respiro profundo y un fuerte enojo fueron dejados de lado por parte de Dante para poder responderle a su padre.

—¡Está bien! —él extendió su mano para que Amelia colocara la suya —Me place anunciarle, que está hermosa dama y yo hace dos días nos unimos en matrimonio.

Todos quedaron sorprendidos con la noticia y, como ya conocía a su padre, en ese momento le entregó la supuesta acta matrimonial.

Octavio hizo todo un escándalo tratando de hacerle la vida de cuadritos a Dante, él trató de sobrellevar las cosas, pero cuando vio a Mía entrar por la puerta como invitada y quedarse mirando a Amalia con disgusto, descubrió que su padre insistía en seguir tomando decisiones que no les correspondían.

—¡Buenas noches! ¿He llegado en un mal momento? —ella jamás apartó su mirada de Amalia.

—Creo que aún no inicia la cena y mis padres te esperan ¡Buenas noches!

Él tomó la mano de Amalia y salió de ese lugar enojado, tanto, que no permitió que el chófer tomara el volante y él mismo inició a conducir después de acomodar a Amalia en el asiento del pasajero.

Estaba sumamente alterado y esto llevó a Amalia a acariciar su cabello, tratando de calmarlo.

—Tranquilo, esposo, es muy normal que los padres deseen arreglar nuestras vidas y controlarlas a su manera.

Él, con solo su toque, sintió tranquilidad y fue cuando tomó la decisión de aligerar su noche.

—Me encanta que me digas esposo, pero para que lo puedas hacer tienes que dar un paso muy importante.

—Ya sé que tengo que darte un hijo en los próximos dos meses.

—Eres inteligente, eso me encanta y, en cuanto a nuestro matrimonio, es solo un arreglo.

—Estoy consciente de eso.

Él la miró maquillada, en ese hermoso vestido y la veía realmente hermosa… esa noche había llamado por completo su atención.

—¿Qué tal si iniciamos hoy con la búsqueda de mi heredero?

—¿Cómo sería?

Él amó su ingenuidad —de la manera tradicional, consumando nuestro matrimonio.

Ella solo aceptó y él, sin perder tiempo, la llevó a su mansión. En cuanto entraron, se conectaron en un beso y fue cuando Amalia empezó a sentir sensaciones nuevas en su cuerpo.

Dante la besaba por el cuello y la sentía temblar con solo su toque. —¿Estás segura de esto? Te advierto que, una vez inicié, no me voy a detener.

—Estoy segura.

Este fue el detonante para quitar su vestido y tomar control absoluto de su cuerpo. Sus gemidos y expresiones de placer eran todo un poema ante los ojos de Dante, esto lo encendía en llamas.

Perdido en la belleza y lo tierno de su desnudez, decidió entrar en ella y fue cuando por primera vez tocó el cielo. Mientras robaba su pureza, la miraba a los ojos y sentía que explotaba.

¿Cuándo se había sentido de esa manera? Él mismo no podía responder a la pregunta. Era consciente de que habían pasado muchas mujeres por su vida, pero Amalia con su ternura lo hechizo completamente.

—¡Mmm!

Gemidos de placer, humedad infinita y un delicioso orgasmo coronaron la noche de dos personas que enloquecieron desde la primera vez que sus ojos se encontraron.

Durante toda la noche hicieron el amor y Dante terminaba dentro de ella y se había vuelto adicto a su temperatura perfecta. Así pasó todo un mes, pues impuso la regla de no llevar ropa dentro de la casa y con solo mirarla desnuda se encendía en llamas.

—Aquí tenemos al semental de mi amigo. Te recuerdo que el matrimonio era falso y…

—¿Lo puedes gritar más fuerte? Tú y tu enorme boca siempre están dispuestas a quitarme mi buen humor.

—¡Cálmate, solo estoy bromeando!

—No sé qué cosa es peor en mi vida, si tú con el mal sentido del humor o mi padre y sus estúpidas cláusulas.

—No creo poder ganarle al nivel de intensidad con el que se maneja el señor Jones. Aún no puedo creer que tenga a Mía esperando por ti.

—Con solo conocer su absurdo interés, me hace despreciar a esa mujer aún más.

—Creo que desde antes la desprecias.

¡Ring, Ring, Ring!

—¡Buenos días!

—¡Salió positivo! ¡Seremos padres!

Dante sintió cómo su corazón saltó de la emoción, sentía felicidad y también alivió, ya que su padre lo dejaría en paz.

—¿Estás ahí?

—Aquí estoy, un poco conmocionado, pero muy feliz. ¿Lo has confirmado?

—Sí, en la mañana me realicé dos pruebas (GCH) y salieron positivas, pero quise hacerlo bien y vine al hospital donde me confirmaron un embarazo de cuatro semanas.

—Eso quiere decir que desde la primera noche logré mi objetivo.

—¡Así es!

—Espérame en la cama cumpliendo la regla establecida; a mi regreso debemos celebrar este hermoso acontecimiento.

Él cerró la llamada y celebró con su amigo la gran noticia, no podía creer su buena suerte.

—¡Felicidades, amigo! Lo mejor de todo, es que desde la llegada de Amelia a tu vida estás menos amargado y enojón.

Él solo pudo mirar a su amigo y dejarlo hablando solo, pues ya tenía confirmado que era un caso perdido y lo mejor que se podía hacer con él, era ignorarlo.

Pasaron dos meses y Amelia tenía asomado su embarazo. Por fin había llegado el momento de conocer si sería niña o niño, pero estaba triste porque tenía que despedirse de su amiga, a quien se le presentó un importante puesto en una ciudad lejana.

—Quería que me acompañaras a la consulta médica y me tocó despedirte.

—Recuerda que existen los mensajes de texto y llamadas telefónicas. Y no hablemos más sobre el tema, porque me marcharé aún más triste.

Con un abrazo se despidieron y Amalia llegó tarde a su cita. En cuanto entró con la doctora, inició el ultrasonido y su rostro estaba algo extraño, cosa que llamó la atención de Amalia.

—¿Sucede algo, doctora?

—Necesito que me firmes un documento para salir de una duda y poder dar un diagnóstico claro.

Ella, asustada, firmó y esperó un largo rato por la doctora.

—¡Qué todo salga bien…! —repetía con sus manos temblorosas.

La doctora entró en la habitación con un semblante serio. Amalia sintió un nudo en el estómago mientras esperaba el veredicto.

—Lo siento —dijo la doctora con suavidad —. Los resultados de las pruebas han confirmado que su bebé tiene síndrome de Down.

Un silencio pesado llenó la habitación mientras la noticia se hundía en la mente de Amalia. Sus sueños de un futuro perfecto se desmoronaron en un instante, y la incertidumbre la envolvió como un manto oscuro.

Ella pasó con la psicóloga y, por amor a su bebé, aceptó el reto que la vida le había enviado, pero no sucedió lo mismo cuando Dante se enteró.

Su rostro se transformó en cuanto leyó el resultado y la miró como si quisiera matarla.

—¿Qué es esto? —le gritó sin importarle nada.

—Debemos ir con la psicóloga para…

—No iré a ningún lugar. ¡No vas a tener a ese monstruo! ¿Qué dirán de mí las personas?

—¡No pienso abortar!

—¡Ah, no! —la miró con gran rabia y la lanzó al suelo empujándola con fuerza.

—¡No, por favor! —le suplicaba para que no la golpeara, pero él la arrastró hasta la salida y la empujó por los peldaños de los últimos escalones de la entrada  —Si decides tener a ese monstruo, será solo tuyo.

Había pedido el juicio y tuvieron que interceder para que no le hiciera daño. El chofer la sacó a toda prisa y él continuaba maldiciendo y gritando como loco.

—¿Dónde la llevo, señorita?

—Llévame con la doctora, creó que perderé a mi bebé.

Ella lloraba desconsolada y le hablaba a su vientre

—No eres un monstruo, eres mi rey y lo más bello que me ha sucedido en la vida.

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