Acepto

Con el corazón palpitante y sus rodillas a punto de traicionarla amenazando con tirarla al suelo, Amelia salió corriendo de la mansión y tomó un taxi. Ella después del beso había perdido el control por completo.

En cuanto el chófer se percató de lo sucedido fue con su jefe, quien aún permanecía en la sala repitiendo en su cabeza cada gesto de la señorita que lo acompañaba hacía solo unos minutos. Él fue interrumpido por el molesto ruido de una persona que aclaraba su garganta.

—¿Qué sucede?

—La joven salió a toda prisa y no permitió que la llevará.

—¿Se ha marchado? —se puso de pie mostrando su descontento.

—¡Así es! Ella tomó un taxi y se marchó.

Él se quedó un rato pensativo y luego miró a Samuel «su chófer»

—¿Hiciste lo que te pedí sobre investigar a Amalia?

—Como lo imaginé desde un principio, ella es una mujer marginal que no tiene nada que ofrecer.

—No te pedí tu opinión, te pedí investigar a la joven. No me hagas enojar.

—Bueno. Me enteré de que tiene a su madre internada en un psiquiatra con trastornos mentales, esquizofrenia, entré otros problemas. Ella trabaja para cubrir sus medicamentos y vive en un lugar marginal, pues es lo que puede pagar con lo que le sobra de su miserable sueldo. ¡Ah! Sí, tiene un gran parecido a su madre, sobre todo en el color de los ojos.

—¿Eso quiere decir que puede ser hereditario?

Él se encogió de brazos —Todo indica que sí.

—Bien.

—Ella es la secretaria de la competencia y por lo que pude investigar, su mejor carta.

—Es todo, ya te puedes retirar…

Dante no dejaba de pensar en esa mujer, pareciera que su presencia y calidez se le había inyectado en la piel.

Pero no era solo él, pues Amalia llegó a su casa como si acababa de ser acorralada por un ladrón.

Ella cerró la puerta y se quedó de espalda mientras revivía ese momento majestuoso del beso. Su cuerpo lo recordaba y sentía las mismas emociones.

—¡Eso fue demasiado rápido! —escuchó la voz de su amiga.

—¡Ahhh! —gritó de espanto, ya que no esperaba encontrarla dentro de su casa —¿Estás loca? Uno de estos días me matarás del corazón.

—No te perdonaría que muriera sin contarme.

—No podrás creer de que trató todo y tampoco soy capaz de contarte, así que mira este documento y haz lo mismo que estoy haciendo en este momento. ¡Enloquecer!

Ella leyó el documento con la boca abierta. Lo hizo en voz alta y como lo había hecho, Amalia solo leyó las partes importantes.

—No me vas a decir que dijiste que no.

—¡No dije nada! En ese momento perdí la noción del tiempo. Es que es tan imponente, varonil y hermoso, qué ya creo que perdí con la última de las cláusulas.

—¡Qué exagerada! —terminó colocando los ojos en blanco.

—¡Ah, sí! ¿Tú qué harías si fuera a ti a quien besara e introdujera esa grande y dulce lengua en tu boca?

—¡Nooo! ¿Te besó?

Ella colocó ambas manos en su cabeza —¡Ay, no! Definitivamente, eres la peor ayuda que puedo recibir en estos momentos.

—Yo creo que debes aceptar. Piensa que es la oportunidad que estás necesitando y yo creo que llegó justo a tiempo.

Ella le mostró una carta que acababa de recibir del hospital psiquiátrico donde estaba ingresada su madre. Allí decía que el avance era -0 por las veces que se había detenido el tratamiento.

—¡No lo puedo creer!

—¿Qué mejor confirmación? El universo desea que aceptes la propuesta.

Ella no quiso seguir hablando y con ambos documentos cayó sentada en el sofá de la sala. No sabía si lamentarse o seguir disfrutando de la sensación que se quedó en sus labios después del delicioso beso.

No quiso seguir escuchando a su amiga y decidió tomar una pastilla para dormir y olvidarse de la realidad por un momento. Al día siguiente fue a su trabajo y encontró flores sobre el escritorio y un mensaje.

Mensaje: ¡Tus labios saben deliciosos!

—¿Cómo no quiere que me enamoré? —expresó entre dientes para que no se enteren de que estaba hablando sola.

—No quiero estos tipos de regalos, que los lleven a tu casa —reclamó su jefe.

¿Sería malo volverse ambiciosa y conocer otro estilo de vida? Ella ya estaba cansada de trabajar como esclava para mantener la empresa de pie y solo recibir insultos.

Aun con el jefe ordenando y repitiendo que debía seguir las órdenes, ella tomó su celular y le envió un mensaje a Dante.

—¡Acepto!

No pasaron dos minutos cuando recibió la respuesta.

—Perfecto, muy pronto serás la señora Jones y la madre de mi primogénito ♥️

Ella sonrió al ver el mensaje, pero brincó del susto cuando sintió el gran golpe sobre su escritorio, pues su jefe se enteró de que no le prestaba atención.

—Irrespetuosa ¡Estás despedida!

No esperaba escuchar esas palabras, pero en ese momento sintió alivio por lo que acababa de aceptar.

—No tengo problemas con eso. Aquí tiene todo preparado, puede sentarse y asegurarse usted mismo.

Él se quedó inmóvil cuando vio que ella estaba desocupando el escritorio.

—¿Tanto deseaba largarte? Juró que voy a dañar tu nombre y haré que nadie más te contraté.

—¿Por qué harías eso? Usted mismo me acaba de despedir.

—Lo hago porque me da la gana y tengo el poder de hacerlo. Para la única empresa que vas a trabajar es para esta.

—Esto es abuso de poder.

—No hables estupideces y vuelve a organizar tu escritorio. Ya estuvo bueno de babosadas.

—Usted me despidió y no pienso quedarme.

—Ya te he dado una advertencia.

Ella se colocó frente a ese abusador y se dirigió a él como siempre deseó hacerlo.

—Por años he trabajado como esclava con un sueldo básico, he elaborado las estrategias de marketing, contabilizado las finanzas y hasta he encabezado reuniones importantes y lo único que he obtenido es desplantes y malos tratos de su parte. Así que, como hoy me ha despedido, ¡me largo!

—Ya te he dado una advertencia.

—Yo no pienso quedarme de brazos cruzados. Todo lo que hemos dicho aquí está grabado y si usted ensucia mi nombre, me veré obligada a tomar la misma opción y usted tendrá más que perder.

Terminando esas palabras, aprovechó de que había personas mirando lo que estaba sucediendo, les mostró que estaba limpia y se marchó dejando todo sobre el escritorio.

—Yo también renuncio —replicó su amiga Elisa y salió detrás de ella.

Juan agarraba su pecho, pues acababa de perder a su mejor empleada, pero, como observó a la multitud, se hizo el fuerte.

—No les pagó para que anden de mirones. ¡Todos a sus puestos! —reclamó y luego se marchó a su oficina lamentando su error.

Elisa debió correr a toda velocidad para alcanzar a su amiga, quien iba furiosa y peleando sola.

—¡Cálmate! —se colocó frente a ella.

—No puedo aguantar más, prefiero jugar a la esposa y sacar el máximo provecho del juego.

—¿Eso quiere decir que…?

Amalia estaba enojada y no quería dejar de avanzar hasta que ambas tomaron un taxi y ella empezó a llorar.

—¿Qué he hecho? ¿Acaso me he enloquecido? —se lamentaba por lo ocurrido.

—Esto lo debiste haber hecho hacía ya tiempo. ¡Viejo verde! Desempeñaba todos los cargos importantes de la empresa y te pagaba como a las conserjes. Solo espero que de verdad lo hayas grabado todo.

Ella le mostró la pequeña cámara que ambas siempre llevaban con ellas.

—Espero no arrepentirme de esto más adelante.

Elisa acarició su cabello —Eres inteligente y brillante, ese hombre no merecía todo tu esfuerzo.

Saturada de pensamiento, regresó a su casa y se lanzó en la cama, intentando organizar sus ideas. En ese momento lo único que tenía era la propuesta de Dante y debía tener las esperanzas puestas en ella.

Mientras estaba absorta en sus pensamientos, escuchó sonar insistentemente las bocinas de un auto y, cuando decidió asomarse, vio a Dante.

—¡Oh, no!

Ella no sabía por dónde iniciar, si por el desorden que tenía debido al tamaño de su casa o por su atuendo. Enloquecida, se arregló un poco y cerró la puerta para acercarse a él.

—¡Hola! —lo saludó espantada.

—Sube, tengo algo que mostrarte.

Ella fue por su bolso, luego entró al auto y fue cuando él la miró perdido en sus ojos y entonces la besó.

—Así es como me debes saludar a partir de hoy.

Aun con la respiración cortada y su labial distribuido por todo su rostro, ella lo miraba y no sabía qué esperar de él, pues era impetuoso e impredecible.

El chófer condujo al centro de la ciudad y los dejó en una de las imponentes torres.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Amelia mientras lo observaba deslumbrada.

—Este será tu nuevo hogar y el primer regalo para aceptar mi propuesta.

Ella no podía creer lo que escuchaba, pero debía mantener la compostura frente a Dante, pues él, era lo único que le podía garantizar estabilidad económica en ese momento.

Ellos entraron al lobby y Dante dejó al encargado preparando todo para el acceso de Amelia.

Juntos subieron al último piso, donde estaba el Penthouse, con vista exclusiva a la ciudad. Ella pensaba que era demasiado, pero él no le permitió hablar.

—Deseo que te instales y familiarices con el lugar, ya que será tu nuevo hogar, abajo tienes dos autos que son todos tuyos… En la sala encontrarás los papeles de propiedad —él se acercó y le dio un suave beso —. Ahora tengo que salir de la ciudad, regreso el viernes, espero puedas tener todo preparado para la cena del sábado.

Como siempre, él no permitió que ella dijera una sola palabra y se marchó. Amalia quedó en un lugar gigante, exclusivo y realmente hermoso. Ella no podía creer que le pertenecía, ni siquiera después de ver los títulos de propiedad.

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