Un impulso

¿Dónde quedó el hombre dulce, amable y complaciente? ¿Acaso alguna vez existió?

Amalia sentía que todo su cuerpo le dolía, pero la presión más fuerte la tenía en la parte baja de su espalda, pues fue en el lugar que se golpeó cuando cayó el último peldaño.

El miedo la inundó por completo y no se encontró tranquila hasta que la doctora descartó daños en su embarazo.

—No puedes llorar de esa manera, le haces daño al pequeño angelito que llevas en tu vientre.

En medio de lágrimas y con dolor en su corazón por haberse roto mil pedazos, ella le contó a la doctora lo sucedido.

—En este momento siento mucho miedo y solo deseo irme lejos, pues ese hombre por ser tan poderoso puede buscarme y tratar de quitarle la vida a mi hijo ¡Necesito salir de este lugar!

La doctora quedó impactada con la historia que acababa de escuchar, pues aunque Amalia no le dio nombres ni apellidos, en su rostro demostraba horror y ella no podía dejar de ayudarla.

—Creo poder colaborarte. En una ciudad un poco retirada de acá te puedo conseguir un trabajo, pero sería en la cocina de un restaurante.

—Sí, sí, lo quiero. Yo tengo conocimientos en el arte culinaria y sería perfecto.

—Espérame acá y ya mismo haré las diligencias pertinentes.

Después de una larga espera, la doctora regresó con buenas noticias, así que ella decidió entrar al Penthouse a escondidas, tomar algunas cosas importantes y cerrar muy bien antes de marcharse.

Ese día, en la madrugada, con lágrimas en sus ojos, inició un largo viaje. Lo único que se repetía así misma, era que todo estaba bien y su bebé era un regalo de la vida.

Con el dinero que llevó rentó un lugar a su llegada, pero no pudo descansar porque debió presentarse al restaurante.

—¡Bienvenida! —la recibió Henry Soto, el propietario con espíritu negativo del lugar.

—¡Muchas gracias!

Ella se presentó y fue contratada de inmediato. Henry no tenía muchas expectativas para el lugar, pues nunca despegó como lo había soñado.

—Como puedes ver este lugar es un desastre, esperemos que pueda sacarle algo de dinero antes de irnos a la m****a.

—Lo primero que debes hacer es poner tu mente positiva y creer que esté lugar crecerá.

—¡Lo podrías hacer tú!

—¿Qué cosa? —preguntó con ingenuidad, pues acababa de llegar.

—Mantenerse positiva. Te informo que serás la encargada de la cocina y del personal que labora en ella.

Amalia omitió lo extraño del sujeto y sintió emoción al enterarse de que tenía trabajo y podía seguir adelante con su embarazo.

Mientras, Dante tenía sentimientos encontrados, pero el que lo dominaba en ese momento era la rabia. Él se sentó en su oficina y se estaba tomando whisky de manera imprudente mientras los pensamientos jugaban a enloquecerlo.

—¡Buenas noches! —se presentó Mía en un traje elegante y muy provocativo.

La exuberante rubia no quería perder la oportunidad que se le había presentado y rápido salió al ataque.

—¿Qué haces aquí?

—Solo me dieron deseos de visitarlo ¿Está mal enamorarse de un hombre felizmente casado?

Él observaba lo transparente de su vestido y lo sexy que lucía.

—No —respondió a su pregunta.

—Como veo que estás enojado, me marcharé.

Ella introdujo su dedo en la boca y lo miró de una manera atrevida y lujuriosa. Había ingresado a ese lugar para seducirlo y no pensaba salir sin lograrlo.

—¿Qué quieres? —preguntó al ver que se disponía a marcharse.

—Que me hagas tuya, quiero sentir tu falo erecto dentro de mí.

Él abrió grandes los ojos ante aquella petición y aunque quería negarse, se dejó llevar de la lujuria del momento y terminó debajo de las sábanas con Mía.

La tomó con furia y la penetró hasta sentir satisfacción propia, pero al terminar, ya no quería volver a verla. Él miró su reloj y se percató que era ya de madrugada, pero esperó la mañana y no esperó más.

—Gracias por tanta pasión, pero ya te debes ir.

Cuando se hizo más claro, ella se percató de que la habitación era muy pequeña para pertenecer a un hombre tan poderoso.

—¿Es está tu habitación?

—No. Esta es la de servicio, pero nunca ha sido ocupada y es donde me recreo cuando deseo permanecer en este piso.

Ella, aún desnuda, gateó hasta él —¿Y si ahora cogemos en la principal?

—Te he dicho qué deseo descansar.

Ignorando sus palabras, mordía suavemente sus senos y lamía su pecho —Complace a quien desea hacerte feliz.

Él pensó con rabia y la tomó por el pelo para volver a saciar su cuerpo, pero ella salió corriendo desnuda para que él la siguiera y como lo planeó. Fueron encontrados por el señor Octavio, quien se colocó de espalda al encontrarse con la escena.

—¡Upp! ¡Disculpe señor Jones!

—Dante, te espero en mi oficina —alzó la voz y lo trató como a un adolescente. Cosa que él siempre había odiado.

—Allí estaré.

Octavio se marchó y Dante se acercó a ella y la tomó por el brazo —¿Ya viste lo que provocaste?

—No me digas que estás asustado. Olvida todo y sigamos disfrutando del placer ¿No te ha gustado como ha sido nuestra noche?

—¡No! —gritó enojado —Aquí no ha sucedido nada que no provocarás.

—¡Ah, no, señor Jones! Ni pienses que soy una de esas putas con las que te acuestas una noche y no pasa nada ¡A mí me vas a respetar!

Él la miró a los ojos, estaba realmente furioso, tanto, que decidió terminar la conversación sin responder y solo dejarle claro que debía abandonar ese lugar y nunca más volver.

—¡No es como se trata a una dama! —gritó estando aún desnuda en el medio de la sala, pero al observar que no tenía su atención se vistió y fue en busca de Samuel.

—Señorita, no puedo hablar aquí con usted, si el jefe se entera me voy a meter en problemas.

—No menciones al estúpido de tu jefe. Ven y llévame a casa, tenemos que hablar.

Él miraba desesperado en todas las direcciones y fue cuando le comentó al ama de llaves que la señorita insistía en que debían llevarla hasta su mansión y ella estuvo de acuerdo.

Mía estaba muy exaltada cuando abordó el auto —¿Qué diablos hice mal? ¿Por qué no logro tener su atención? Me esforcé demasiado...

—No entiendo, señorita.

—¡Yo tampoco entiendo y es lo que me tiene furiosa! ¿Acaso no me contaste que esa relación había terminado? —ella le gritaba indignada por el trato recibido.

—Siempre le he contado todo como ha sucedido.

—Pues no lo parece, aunque me cogió toda la noche, no le importó para nada y eso lo dejó muy claro esta mañana cuando me trató como a una basura.

—Señorita, no creo que sea yo, la persona indicada para hablar sobre este tema. Solo la mantuve informada de lo que ocurría con la señora Amalia.

—¿Sabes por qué la echó?

—No, solo lo escuché repetir que era un monstruo.

—No puedo dejar perder esta oportunidad para acercarme a él.

—Le aconsejo que le dé un tiempo para qué pasé el enojo.

—¡No quiero!

Se había convertido en más que una obsesión para Mía permanecer junto a Dante y estaba dispuesta a mover hasta la última ficha para conseguirlo y quedarse con él.

Lo contrario de Dante. En cuanto ella salió de la mansión, él entró de inmediato en el jacuzzi tratando de sacar ese olor de su piel. Odió tomar la decisión y peor aún que su padre se había enterado de que estaban juntos.

Su mente era un caos y así pasó hasta la tarde. Permaneció encerrado en su habitación y no habló con nadie hasta que se presentó su amigo.

—Me preocupó mucho tu mensaje ¿Dónde está…?

—¡Ni siquiera menciones a esa mujer!

—Se supone que aquí, quien está falta de cerebro e inteligencia, yo soy ¿Has enloquecido?

—Me niego a cargar con el peso de un niño deforme ¿Qué dirán de mí las personas?

—No puedo creer lo que estoy escuchando. Es tu hijo y solo será diferente, no un monstruo como el que mencionas.

—Esa mujer, de seguro, está enferma, por eso el inusual color de sus ojos y su cabello.

Él la culpó de todo y Dylan solo podía escucharlo hablar incoherencias, mientras de sus ojos salía un dolor intenso.

—Sabes que es un problema de ambos porque no ha sido solo ella quien ha creado el bebé.

Él lo miró a los ojos con mirada severa —Hoy le pondremos fin a ese tema, no quiero saber nada con referencia a eso y te aseguro que si lo vuelves a mencionar, te quitaré mi saludo y amistad para siempre.

—Solo trataba de ayudarte.

—Eso no es todo.

Él le contó lo que sucedió con Mía y como su padre los encontró desnudos en el medio de la sala.

—¡Joder! ¿Ahora quién lo saca del error?

—No me importa. Él dijo que quería reunirse conmigo y yo me presentaré en la reunión, pero que no piense ni por un segundo que haré su voluntad ¡Ya no soy un niño!

Dante estaba fuera de sí, y eso le preocupaba mucho a Dylan, así que prometió estar muy cerca de su amigo y todo lo referente a Amalia, también le importaba mucho y no pensaba solo en abandonar el tema como se lo habían pedido.

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