A Robert le costaba salir de su asombro, no solo por la repentina interpelación que Samantha le había hecho, sino por la furia que mostraba en su rostro y con su postura.—¿A qué viene esa pregunta? —preguntó confundido.—Sabes perfectamente por qué la estoy haciendo. ¿Me llevaste al bar para restregarme en la cara a tu amante? ¿Es parte de tu plan para humillarme?Aquella acusación le molestó.—¿Qué maldita cosa dices?—Pensé que Deborah solo estaba encaprichada contigo, pero no, resultó ser tu amante. Una a la que debo soportar me guste o no, porque es la protegida de los Lennox. Me obligaste a trabajar con ella para luego restregármela en la cara, eres exactamente igual a Fernand. Si este fue tu plan desde el principio para humillarme por ser la hija de tu peor enemigo lo lograste. ¡Felicidades!Eso último lo gritó antes de dar media vuelta para marcharse de la habitación, con el corazón hecho pedazos, pero Robert corrió y se interpuso entre ella y la puerta.—¡¿De qué mierda habla
Robert tuvo que detener la conversación por esa noche a pesar de que Samantha le rogaba que le explicara todo. Pidió a Morrigan que le preparara un té que la ayudó a dormir, así lograría recuperar las fuerzas.Era mucho lo que se habían enterado ese día y aún faltaban detalles por conocer, pero él no podía abusar de sus emociones en su estado. No quería que enfermara y perdiera al niño.Se acostó a su lado abrazándola por detrás de manera posesiva. La mujer le había declarado su amor, eso era algo que no podía olvidar.Él sentía lo mismo por ella, pero se limitaba porque no quería forzar nada. Ya lo había hecho con Marisa y la estrategia no le resultó.Cuando conoció a su primera esposa tan solo eran jóvenes universitarios que vivían con las hormonas aceleradas. Sus cuerpos mandaron en esa relación, porque sus caracteres eran algo incompatibles.Robert era un tipo de negocios y emprendimientos, que por su oficio debía moverse por el mundo y estar en constante relación con la sociedad.
Robert estaba al tope con el trabajo. En la obra se le presentaron nuevos problemas y Samantha sospechaba que la mano siniestra de Edmund Muller estaba metida en eso. Aquello era la especialidad de su padre, sabotear el esfuerzo de otros para su beneficio.En el bar se dispuso a poner en orden las tareas. Fletcher había asistido, pero se mantenía tras la barra con rostro bajo, como si fuese una niña regañada.No solo Samantha la vigilaba, también lo hacía McGraw, Deborah y hasta Jenny, con quien Samantha pudo hablar antes de iniciar la jornada para contarle todo lo sucedido. Ninguno confiaba en ella, pero lo disimulaban delante del resto de los empleados.El ambiente se desarrollaba con total normalidad hasta que el jefe de los guardaespaldas se aproximó a ella para hablarle.—Señora, la señora Elaine Combs está abajo. Pide hablar con usted.Samantha quedó impactada por la noticia.—¿Elaine?—Sí, está sola. Evaluamos el perímetro y ni el señor Wesley ni nadie relacionado a él se encue
Samantha llamó a Robert. Él sabría sacar algo positivo de aquella situación tan confusa porque ella se sentía insegura por culpa de sus emociones contradictorias.—Robert, disculpa que te moleste, pero necesito hablar contigo —pidió al salir al estacionamiento rodeada por los guardaespaldas.Se sentó en una banca para conversar sin que la molestaran y para huir de la mirada ansiosa de Elaine, que esperaba su respuesta.—Tranquila, puedo hablar contigo porque justo estoy por irme a la casa. ¿Está todo bien?—Elaine Combs está aquí.—Lo sé, ¿hablaste con ella?—Vino a pedirme ayuda. Quiere que le pague un viaje a Portugal.—¿A Portugal? —consultó desconcertado.—Dice que Fernand la golpea y la humilla, que le tiene miedo, y que mi padre desapareció a su madre. Ella no sabe dónde se encuentra ni puede comunicarse con ella, por eso está tan asustada y quiere irse.Robert mantuvo silencio un instante, tal vez, reflexionando sobre lo que Samantha le contaba.—¿Claire está desaparecida y Ela
Al llegar a la mansión, Robert le pidió a Morrigan un té relajante para Samantha antes de que ambos se encerraran en su habitación.—No quiero dormir. Aún no tengo sueño.—Son las tres de la madrugada y estás embarazada. Necesitas descansar.—Lo hago toda la mañana.—Pero mañana tendremos que ir al control prenatal. ¿Lo olvidaste?Ella se sentó abatida en el borde de la cama y acarició con dulzura su vientre. Había pensado tanto en sus conflictos que se olvidó de la cita con el doctor.—Necesito que este problema termine antes de que dé a luz.—Dudo que las cosas se den tan pronto, aunque, por las señales que se presentan, es posible que todo estalle antes.Él terminó de quitarse la camisa y la lanzó sobre un sofá cercano. Samantha lo observó con descaro con las cejas arqueadas. Le encanta disfrutar del cuerpo desnudo de su esposo, cada día lo veía más atractivo.—¿Por qué dices eso?—Comanche ha reunido suficientes pruebas para relacionar a Johan con los Harkes. Lo puse en contacto c
A media mañana, Robert despertó a Samantha para que se preparara para la visita con el médico. Ella lo obedeció como si fuese una niña regañada, a quien despertaban temprano para ir al colegio.Él tuvo que batallar con ella para apurarla, incluso, para que comiera completo antes de salir. Ese día su nivel de terquedad se encontraba en su límite más alto.Con la paciencia de un Santo la subió al auto escuchando todas sus quejas y acudió con ella a la clínica. La secretaria del ginecólogo tuvo la valentía de coquetear con él mientras confirmaba la cita, recibiendo una mirada cargada de claras amenazas y un trato frío e intimidante de parte de Samantha.Robert tuvo que disimular una sonrisa mientras esperaban a ser atendidos.—Nunca imaginé que fueses tan celosa —dijo sin verla, fingiendo estar distraído con lo que trasmitían a través de la pantalla de la televisión que se encontraba en la sala de espera.Ella, en cambio, lo observó con los ojos entrecerrados, como si le lanzara rayos ca
Samantha se preparó para ir esa noche al bar, pero antes quería aclarar algo con Robert.Entró en su despacho aprovechando que la puerta estaba abierta. Él conversaba por móvil mientras miraba por la ventana las aguas de la bahía.—Planificaremos algo y luego te aviso. Lo haremos. Eso no dejará de pasar. Claro que estará invitado. Iré en un momento a hablar con él. Me encargaré de eso. Lo haré. Lo haré. ¡Claro que lo haré! ¡Vete a la puta mierda! Está bien. Sí. Lo haré.Las últimas frases las dijo entre dientes. Samantha apretó los labios para evitar sonreír divertida.Al cortar la llamada, Robert se giró hacia ella y la observó con las cejas arqueadas.—¿Qué te parece divertido?—La relación que mantienes con Court.Él gruñó con disconformidad y lanzó el móvil sobre el escritorio.—¿Estás lista? Te acompañaré al bar y luego me iré a la obra.—¿Aún hay obreros trabajando?—No, pero hay empleados molestos esperando por mí.Ella apretó la mandíbula con enfado.—¿Los Harkes siguen envian
La jornada de trabajo terminaba cuando Samantha se percató de la llegada de un cliente que perturbó el resto de su noche. Se impactó cuando Norman Breidert, el amante de Marisa, entró al bar mientras la miraba con fijeza, como si estuviese acechándola.El hombre se aproximó sin prisa, como si estuviese de paseo conociendo el negocio.—Señora Lennox —la saludó manteniendo fijos sus ojos en ella.—¿Cómo está? ¿Necesita algo? —preguntó de forma cortés, aunque manteniéndose alerta por las reacciones del hombre.—Me gustaría disponer de unos minutos con usted, si es posible.El jefe de los guardaespaldas se había percatado de la presencia del hombre, así que se acercó a ellos dispuesto a sacarlo. Robert había ordenado que impidieran su entrada a la mansión y suponían que allí tampoco sería bien recibido.Samantha lo detuvo con una mirada. No quería hacer un escándalo en una noche que había resultado perfecta. Intentaría sacarlo de una forma respetuosa.—Lo siento mucho, no podré atenderlo