La jornada de trabajo terminaba cuando Samantha se percató de la llegada de un cliente que perturbó el resto de su noche. Se impactó cuando Norman Breidert, el amante de Marisa, entró al bar mientras la miraba con fijeza, como si estuviese acechándola.El hombre se aproximó sin prisa, como si estuviese de paseo conociendo el negocio.—Señora Lennox —la saludó manteniendo fijos sus ojos en ella.—¿Cómo está? ¿Necesita algo? —preguntó de forma cortés, aunque manteniéndose alerta por las reacciones del hombre.—Me gustaría disponer de unos minutos con usted, si es posible.El jefe de los guardaespaldas se había percatado de la presencia del hombre, así que se acercó a ellos dispuesto a sacarlo. Robert había ordenado que impidieran su entrada a la mansión y suponían que allí tampoco sería bien recibido.Samantha lo detuvo con una mirada. No quería hacer un escándalo en una noche que había resultado perfecta. Intentaría sacarlo de una forma respetuosa.—Lo siento mucho, no podré atenderlo
Robert se acercó a Samantha en pocas zancadas. Sus piernas largas le permitieron incluso bajar los escalones de la entada de tres en tres.—¿Qué demonios te dijo? —preguntó con voz amenazante.Ella lo tomó por la mano para llevarlo a la oficina, aún quedaban unos pocos clientes en el bar.—Quería dejar esto para ti porque tú no permites que él se te acerque —notificó al estar solos y extender hacia él el sobre.Robert se le quitó de las manos y comenzó a abrirlo con rudeza.—Sí dejo que se me acerque, pero él no lo hace porque sabe que le arrancaré la cabeza.Sacó del interior un documento que tenía sello de un Tribunal. Samantha sintió curiosidad, pero no se atrevía a asomar sus narices porque Robert resoplaba cólera.Él estuvo unos segundos leyéndolo con mirada salvaje.—¿Qué es? —tuvo que preguntar, ansiosa.—Una demanda —gruñó antes de hacer una bola con el papel—. Así quieres jugar, imbécil —masculló entre dientes para sí mismo antes de enfocar su atención en ella—. ¿Qué te dijo?
Esa noche, a pesar de la agitación vivida, Robert y Samantha terminaron en la mansión acostados en su cama y envueltos en sus sábanas.Después de hacer el amor quedaron enredados entre sus brazos, con sus rostros muy juntos y compartiendo el mismo aire que los rodeaba.—Si me hubieses dicho desde el principio que no era hija de Edmund Muller y era dueña de una herencia importante que me dejó mi abuelo, te habrías ahorrado decenas de discusiones y problemas —se quejó ella acurrucada en su cuello, aspirando su delicioso aroma.—De haber sabido desde el principio que eras una persona confiable y no la rebelde que me retó el día de la boda mostrándose altanera, te habrías ahorrado decenas de disgustos. Ambos nos dejamos llevar por nuestros prejuicios.Él la abrazó más, de manera protectora, hundiendo su rostro en los cabellos de la mujer.—Aún me cuesta asimilar todo lo que nos ha sucedido en apenas unos meses.Robert se separó un poco de ella para mirarla a los ojos, conmovido por el bri
Robert se encargó de llevar a cabo un minucioso operativo de seguridad para trasladar a Samantha desde la mansión a la casa de su madre.La mujer viajó con dos autos adicionales siguiéndola, uno iba adelante y otro detrás. Eran vehículos blindados y lujosos y contaba con la presencia de doce guardias de seguridad armados hasta los dientes distribuidos entre cada uno.Además, la policía se encontraba cerca custodiando su pequeña caravana.Al llegar a la casa, Silvia salió para recibirla. Se había desatado un revuelo en el barrio por la presencia de los autos. De alguna manera todos sabían que irían a esa casa y ya le habían advertido a la mujer por móvil.Samantha salió del vehículo principal como si fuese un miembro importante de alguna familia real. Iba vestida con un conjunto elegante confeccionado por un diseñador, de blusa y falda larga, sandalias de tacón medio para no afectar su embarazo, sombrero tipo pamela y lentes oscuros. En sus manos llevaba un maletín de cuero.Su madre l
Esa noche Samantha llegó al bar ansiosa. Minutos antes había hablado con Robert contándole algunos adelantos de la información que le había dado su madre y pasándole los datos que le entregó para que Comanche los revisara.Quería conocer ya los resultados de esa investigación, pero sabía que aquello no sería tan rápido, además, no era lo único que hacía ese policía. Debía tener paciencia.Al llegar Jenny, entró enseguida a la oficina para tener noticias.—¿Y? ¿Cómo te fue con Silvia?Samantha la observó con el ceño fruncido.—¿Cómo sabes que fui a ver a mi madre?—Ya no vivo en ese barrio, pero me entero por mi tía de todo lo que pasa allí. Me llamó para saber si yo conocía el chisme. Todo el barrio se enteró que fuiste a ver a tu madre, no disimulaste ni un poco tu presencia.La mujer apretó la mandíbula con enfado.—Estoy cansada de esconderme. Siempre he intentado pasar desapercibida para que nadie me note y así evitarme problemas, pero ya no más. Soy lo que soy y al que no le gust
Aimara resultó ser muy buena en lo que hacía. En menos de una hora había diseñado casi todo el evento, incluyendo un aproximado de los presupuestos de comida y bebidas para una actividad que duraría unas cuatro o cinco horas.Solo le bastó hablar por unos minutos con Court a través del móvil para conocer los pormenores de la cantidad y del nivel de jerarquía de los invitados, así como del tipo de prensa que querían atraer. El resto lo hizo basándose en su experiencia. La mujer llevaba más de ocho años dedicándose a esa labor.Se pasearon por el bar para que conociera la estructura del negocio y así realizar los cálculos necesarios para la distribución de los invitados.Dio sugerencias en cuanto al tipo de decoración que se debía utilizar para que reflejara la imagen de la empresa y el estilo de música y espectáculos con el que debían amenizar el evento sin opacar las actividades centrales.En cuanto a lo profesional, Samantha no tenía ni una sola queja. Lo que no le gustaba, era el es
Al día siguiente, Samantha estaba emocionada porque había logrado hablar con Gary Price, el padre de Michael.El hombre estaba interesado en ayudar a su hijo. Desde que Michael se había comunicado con él, el hombre contactó a todos sus conocidos en Seattle para que lo ubicaran, pero nadie se atrevía a entrar en el barrio. Temían ser eliminados si preguntaban por él.Gary no podía viajar a esa ciudad porque debía organizar un traslado de mercancía importante a México y su jefe no le daba permiso de ausentarse hasta luego de terminada esa tarea, ya que él era imprescindible.Robert había averiguado que Gary se había convertido en el hombre de confianza de uno de los empresarios ganaderos más relevantes de esa región.Su figura no podía ser reemplazada en esas entregas, ya que lo veían como el jefe, mientras el real se ocupaba de asuntos de negocios y política. Por eso, la única opción de Gary era depender de otros para encontrar a su hijo.Samantha le prometió ocuparse de ese asunto y l
Samantha llegó al bar dispuesta a trabajar casi en su totalidad en el evento. Debía realizar una gran cantidad de llamadas para asegurar servicios y logística, y terminar de organizar con McGraw las entrevistas para los postulantes a contador que suplantarían a Fletcher.Se encontraba ocupándose de esos asuntos cuando apareció Jenny. Su ansiedad por tener alguna noticia de su hermano la obligó a ponerse de pie para hablar con la mujer sin que nadie más las escuchara.—¿Lograste algo? —le preguntó en susurros.—Creo que sí, no sé —reveló Jenny.—¿Cómo que no sabes?—Vi al Topo dentro del supermercado del barrio, pero él no permitió que me acercara. Estaba nervioso, creo que lo persiguen, por eso tampoco insistí. No quería ponerlo en peligro ni arriesgarme demasiado.—Maldición —se quejó Samantha cruzándose de brazos.—Pero me parece que él entendió lo que necesitaba decirle, porque cuando estuve haciendo fila para pagar, se me acercó un chico que trabaja allí y lo conoce y me entregó u