Samantha llamó a Robert. Él sabría sacar algo positivo de aquella situación tan confusa porque ella se sentía insegura por culpa de sus emociones contradictorias.—Robert, disculpa que te moleste, pero necesito hablar contigo —pidió al salir al estacionamiento rodeada por los guardaespaldas.Se sentó en una banca para conversar sin que la molestaran y para huir de la mirada ansiosa de Elaine, que esperaba su respuesta.—Tranquila, puedo hablar contigo porque justo estoy por irme a la casa. ¿Está todo bien?—Elaine Combs está aquí.—Lo sé, ¿hablaste con ella?—Vino a pedirme ayuda. Quiere que le pague un viaje a Portugal.—¿A Portugal? —consultó desconcertado.—Dice que Fernand la golpea y la humilla, que le tiene miedo, y que mi padre desapareció a su madre. Ella no sabe dónde se encuentra ni puede comunicarse con ella, por eso está tan asustada y quiere irse.Robert mantuvo silencio un instante, tal vez, reflexionando sobre lo que Samantha le contaba.—¿Claire está desaparecida y Ela
Al llegar a la mansión, Robert le pidió a Morrigan un té relajante para Samantha antes de que ambos se encerraran en su habitación.—No quiero dormir. Aún no tengo sueño.—Son las tres de la madrugada y estás embarazada. Necesitas descansar.—Lo hago toda la mañana.—Pero mañana tendremos que ir al control prenatal. ¿Lo olvidaste?Ella se sentó abatida en el borde de la cama y acarició con dulzura su vientre. Había pensado tanto en sus conflictos que se olvidó de la cita con el doctor.—Necesito que este problema termine antes de que dé a luz.—Dudo que las cosas se den tan pronto, aunque, por las señales que se presentan, es posible que todo estalle antes.Él terminó de quitarse la camisa y la lanzó sobre un sofá cercano. Samantha lo observó con descaro con las cejas arqueadas. Le encanta disfrutar del cuerpo desnudo de su esposo, cada día lo veía más atractivo.—¿Por qué dices eso?—Comanche ha reunido suficientes pruebas para relacionar a Johan con los Harkes. Lo puse en contacto c
A media mañana, Robert despertó a Samantha para que se preparara para la visita con el médico. Ella lo obedeció como si fuese una niña regañada, a quien despertaban temprano para ir al colegio.Él tuvo que batallar con ella para apurarla, incluso, para que comiera completo antes de salir. Ese día su nivel de terquedad se encontraba en su límite más alto.Con la paciencia de un Santo la subió al auto escuchando todas sus quejas y acudió con ella a la clínica. La secretaria del ginecólogo tuvo la valentía de coquetear con él mientras confirmaba la cita, recibiendo una mirada cargada de claras amenazas y un trato frío e intimidante de parte de Samantha.Robert tuvo que disimular una sonrisa mientras esperaban a ser atendidos.—Nunca imaginé que fueses tan celosa —dijo sin verla, fingiendo estar distraído con lo que trasmitían a través de la pantalla de la televisión que se encontraba en la sala de espera.Ella, en cambio, lo observó con los ojos entrecerrados, como si le lanzara rayos ca
Samantha se preparó para ir esa noche al bar, pero antes quería aclarar algo con Robert.Entró en su despacho aprovechando que la puerta estaba abierta. Él conversaba por móvil mientras miraba por la ventana las aguas de la bahía.—Planificaremos algo y luego te aviso. Lo haremos. Eso no dejará de pasar. Claro que estará invitado. Iré en un momento a hablar con él. Me encargaré de eso. Lo haré. Lo haré. ¡Claro que lo haré! ¡Vete a la puta mierda! Está bien. Sí. Lo haré.Las últimas frases las dijo entre dientes. Samantha apretó los labios para evitar sonreír divertida.Al cortar la llamada, Robert se giró hacia ella y la observó con las cejas arqueadas.—¿Qué te parece divertido?—La relación que mantienes con Court.Él gruñó con disconformidad y lanzó el móvil sobre el escritorio.—¿Estás lista? Te acompañaré al bar y luego me iré a la obra.—¿Aún hay obreros trabajando?—No, pero hay empleados molestos esperando por mí.Ella apretó la mandíbula con enfado.—¿Los Harkes siguen envian
La jornada de trabajo terminaba cuando Samantha se percató de la llegada de un cliente que perturbó el resto de su noche. Se impactó cuando Norman Breidert, el amante de Marisa, entró al bar mientras la miraba con fijeza, como si estuviese acechándola.El hombre se aproximó sin prisa, como si estuviese de paseo conociendo el negocio.—Señora Lennox —la saludó manteniendo fijos sus ojos en ella.—¿Cómo está? ¿Necesita algo? —preguntó de forma cortés, aunque manteniéndose alerta por las reacciones del hombre.—Me gustaría disponer de unos minutos con usted, si es posible.El jefe de los guardaespaldas se había percatado de la presencia del hombre, así que se acercó a ellos dispuesto a sacarlo. Robert había ordenado que impidieran su entrada a la mansión y suponían que allí tampoco sería bien recibido.Samantha lo detuvo con una mirada. No quería hacer un escándalo en una noche que había resultado perfecta. Intentaría sacarlo de una forma respetuosa.—Lo siento mucho, no podré atenderlo
Robert se acercó a Samantha en pocas zancadas. Sus piernas largas le permitieron incluso bajar los escalones de la entada de tres en tres.—¿Qué demonios te dijo? —preguntó con voz amenazante.Ella lo tomó por la mano para llevarlo a la oficina, aún quedaban unos pocos clientes en el bar.—Quería dejar esto para ti porque tú no permites que él se te acerque —notificó al estar solos y extender hacia él el sobre.Robert se le quitó de las manos y comenzó a abrirlo con rudeza.—Sí dejo que se me acerque, pero él no lo hace porque sabe que le arrancaré la cabeza.Sacó del interior un documento que tenía sello de un Tribunal. Samantha sintió curiosidad, pero no se atrevía a asomar sus narices porque Robert resoplaba cólera.Él estuvo unos segundos leyéndolo con mirada salvaje.—¿Qué es? —tuvo que preguntar, ansiosa.—Una demanda —gruñó antes de hacer una bola con el papel—. Así quieres jugar, imbécil —masculló entre dientes para sí mismo antes de enfocar su atención en ella—. ¿Qué te dijo?
Esa noche, a pesar de la agitación vivida, Robert y Samantha terminaron en la mansión acostados en su cama y envueltos en sus sábanas.Después de hacer el amor quedaron enredados entre sus brazos, con sus rostros muy juntos y compartiendo el mismo aire que los rodeaba.—Si me hubieses dicho desde el principio que no era hija de Edmund Muller y era dueña de una herencia importante que me dejó mi abuelo, te habrías ahorrado decenas de discusiones y problemas —se quejó ella acurrucada en su cuello, aspirando su delicioso aroma.—De haber sabido desde el principio que eras una persona confiable y no la rebelde que me retó el día de la boda mostrándose altanera, te habrías ahorrado decenas de disgustos. Ambos nos dejamos llevar por nuestros prejuicios.Él la abrazó más, de manera protectora, hundiendo su rostro en los cabellos de la mujer.—Aún me cuesta asimilar todo lo que nos ha sucedido en apenas unos meses.Robert se separó un poco de ella para mirarla a los ojos, conmovido por el bri
Robert se encargó de llevar a cabo un minucioso operativo de seguridad para trasladar a Samantha desde la mansión a la casa de su madre.La mujer viajó con dos autos adicionales siguiéndola, uno iba adelante y otro detrás. Eran vehículos blindados y lujosos y contaba con la presencia de doce guardias de seguridad armados hasta los dientes distribuidos entre cada uno.Además, la policía se encontraba cerca custodiando su pequeña caravana.Al llegar a la casa, Silvia salió para recibirla. Se había desatado un revuelo en el barrio por la presencia de los autos. De alguna manera todos sabían que irían a esa casa y ya le habían advertido a la mujer por móvil.Samantha salió del vehículo principal como si fuese un miembro importante de alguna familia real. Iba vestida con un conjunto elegante confeccionado por un diseñador, de blusa y falda larga, sandalias de tacón medio para no afectar su embarazo, sombrero tipo pamela y lentes oscuros. En sus manos llevaba un maletín de cuero.Su madre l