Capitulo 03.| No seré más esa mujer que se conforma con lo que otro quiera darle...

POV : ARIANNA.

Apenas puse un pie en aquel hotel inmaculado, me sentí fuera de lugar, mi vestido rojo con el escote y la abertura en la pierna destacaba demasiado sobre los otros vestidos discretos en colores pasteles.

¡Mierda!

¿Por qué me dejé convencer de Gina? enseguida tuve ganas de volver a casa y cambiar mi atuendo.

— ¿Crees que puedas conseguir prestada una chaqueta? pienso que este vestido no es adecuado para mí. — Le digo a Gina y ella me sonríe.

— Por supuesto que no harás eso...— Me miró de arriba abajo. — Sin duda alguna este es el vestido indicado.

— Pero la gente no para de mirarme. — Me quejé discretamente.

— Eso es porque estás jodidamente sexy. — Respondió. — A pesar de que no has seguido mí consejo del todo. — Fruncí mi ceño, mientras la veía.

— ¿Que dices? Claro que hice todo lo que me dijiste...

— ¿Entonces, por qué las llevas puestas?, eso arruina por completo el glamoroso vestido de «dos mil dólares» que llevas puesto. — Las mejillas se me pusieron coloradas apenas la escuché.

— No llevo nada. — Negó con su cabeza y reprimió una carcajada.

— Si claro... — Atravesamos la muchedumbre, siguiendo las indicaciones hasta llegar al salón que conducía a la galería, todo era absolutamente perfecto.

— Querida, debo reportarme con mi jefe, sera solo un momento.

— Oh, en aquella dirección está el área de postres sirvete lo que quieras.— Se acercó a mi oído y susurro: «Es gratis»

Mientras la veía alejarse pensaba en que demonios hago aquí, también empezaba a sentirme incomoda pues me encontré con otra turba de vestidos en colores variados que resaltaban aquí y allá pero ninguno de ellos era tan revelador como el mío.

— Disculpe, creo que la fiestas de modelos es en el " The Crystal Blue" — Un hombre bastante atractivo, se acercó para hablarme.

Se veía elegante igual que todos, sin embargo, no sentí alguna emoción porque se acercara, así que sonreí con incomodidad.

— ¡Oh, no! No soy una modelo, solo estoy acompañando a una amiga. — Hice un gesto con mi mano.

— Perfecto, hermosa. ¿Te gustaría tomar una copa conmigo mientras llega tu "amiga"? — Simuló unas comillas con los dedos en esta última palabra y no entendí por que lo hizo.

— No disculpe, esperaré a mi amiga en otro lugar.

— Me di la vuelta pero el hombre tomó mi mano con fuerza y me asustó un poco.

— Sólo quiero co..

— Disculpa ¿Interrumpo.? — dijo una voz profunda, cortando todo el parloteo incómodo de ese abusador.

Miré por encima de mí hombro y unos impresionantes ojos grises salpicados en verde intenso se encontraron con los mios. Era un tipo alto, de cabello liso color azabache aúnque podía verle uno que otro destello de finas canas que lo hacían ver pecaminoso y sexy.

«Me sofoqué de inmediato»

Se veía cómo un hombre poderoso, lo supe por su exquisito traje «negro.» hecho a la medida, combinado con una corbata gris.

La expresión en su rostro era dura y se quedó mirando el agarre en mí brazo, como si le molestara que aquel desconocido estuviese tocándome.

— Disculpe, pero ella es mi acompañante. —Noté que movía sus labios señalando algo, luego extendió su brazo para tomar mi mano y alejarme de aquel hombre incómodo.

Era cómo si me tuviera bajo un hechizo. Entonces, sonrió y dejó a la vista un conjunto de dientes perfectos.

La cara del acosador se volvió roja y nos miró con desprecio mientras nos alejamos, me sentía realmente mortificada algo así nunca me había sucedido.

— Es un placer conocerla... — Pregunta sin dejar de mirarme.

— Arianna...— a duras penas pude responder y no se me ocurrió otra cosa que dar mi apellido de soltera. — Mi nombre es Arianna Reece. — observé cómo lentamente sonreía.

— Es un grato placer conocerte Arianna, mi nombre es Dorian Lyonel Humboldt. Pero todos me llaman Lyon. — dijo y las mariposas dormidas en mi estómago alzaron vuelo, mis pezones se endurecieron debajo de mi vestido y los pensamientos impuros comenzaron a galopar en mi mente. «No estaba segura de que un hombre así realmente existiera.»

— Bueno... — Sentí que me ardian las mejillas mientras lo miraba. — No estoy segura que decir ahora mismo. — Susurré.

— Creo que un «Gracias por salvarme» sería suficiente. — Fruncí mi ceño.

— ¿De que crees exactamente que me salvaste? Yo misma podía salir de ese aprieto. — Respondí ofendida. «No soy el tipo de mujer que necesita que un hombre la salve.»

— De que pierdas el tiempo con alguien que claramente te incomoda. — comentó.

— ¿Y quien te asegura a ti que tú no me incómodas? — Contesté y negó con su cabeza.

— Si te incomodara ya hubieses soltado mi mano hace un par de minutos. Y tampoco estuvieras mirándome así.. — Bajé la vista y efectivamente nuestras dedos sin seguian entrelazados.

Lo solté de inmediato apenada, no podía dejar de mirar a ese hombre.

— ¡Eres un idiota engreído! — Exclamé sin pensarlo pero él lo único que hizo fue reírse.

— Tiene una forma muy particular de dar las gracias Señora Arianna. — Suspiré sintiendome apenada.

Creo que estoy siendo hostil con una persona que solo intentó ayudarme.

— Gracias. — Dije luego de unos segundos.

El sonrió, y yo moje las bragas al instante. Le hizo seña a un camarero para tomar dos copas, me entregó una y luego me guió hasta una mesa reservada.

— Bueno, hay algo que me gustaría saber Arianna.— Se llevo la copa a sus labios y tomó un largo sorbo. — Estoy en el negocio del ocio y tengo algunas empresas en esta ciudad.

¿Cómo es que nunca había visto antes una mujer tan hermosa como tú? —Preguntó.

Dí unos golpecitos en la mesa con mis dedos, este hombre estaba coqueteando conmigo.

¿Cuántos años habían pasado desde que un hombre coqueteó de esta manera conmigo?

Seguramente muchos..

Quería decir que no soy bonita, pero contuve el impulso. En este momento no sabía cómo actuar ni que decir.

Gina dónde te metiste ¡Joder!

— Bueno..

— Perdón, ¿Señor Humboldt?. — La voz de una mujer interrumpió, era muy hermosa igual que todos en este lugar.

— ¿Que sucede, Bárbara? Justo ahora estoy ocupado. — Ella se movió y le susurró palabras al oído. — Si, allí estaré. — Se inclinó en su silla para tomar mi mano de nuevo. — Dame cinco minutos y regresaré contigo para terminar nuestra charla. — Insistió.

Cuándo se alejaba estrechó la mano de algunas personas, pero por una fracción de segundos miró por encima de su hombro y me regaló una última sonrisa.

¡Vaya!

Nerviosa, bebí toda mi copa de un sólo trago, nunca antes me había excitado tanto a primera vista con un extraño, incluso hasta me sentí tentada a decir: ¿sabes qué? Vamos a tu casa y terminemos nuestra conversación en privado.

El hombre podría quedarse allí sentado sin hacer nada y yo estaría cómo tonta inventandome fantasías con él.

Los familiares acordes de una melodía llegaron a los altavoces del salón, era la canción que Uriel y yo bailamos en nuestra boda.

De repente ya no podía concentrarme en nada más, me veía a mi misma con Uriel a mi lado, a nuestros hijos y la vida en la que me juró envejecer juntos. Luego pensé en su traición y las palabras escritas en su carta dónde decía que no me amaba...

«Que yo no era suficiente para él.»

Moví la cabeza para deshacerme de los recuerdos, tomé mi bolso y abandoné el reservado antes de que cayeran mis lágrimas.

Fuí hasta el vestíbulo y apenas conseguí la salida corrí hasta el mar de taxis que se movían lentamente, lo sentía por Gina pero fue un error venir aquí en primer lugar.

Ahora que la música se había ido, podía respirar con tranquilidad, también podía irme a casa y terminar la velada en mi viejo sofá viendo una comedia romántica.

Me detuve en la acera y estiré mi mano para llamar un taxi pero alguien la bajó.

Unas manos enormes tomaron mi cintura con suavidad desde atrás y me hicieron girar.

"De nuevo el extraño sexy"

— ¿Es habitual en ti, huir de las cosas que deseas?. — Habló con suavidad mientras que juntaba su frente con la mía.

— No, no es eso. — Me quejé mientras que negaba con la cabeza. — ¿Te has perdido la parte en la que huí de la mesa porqué quiero marcharme? — Finalice esto último con sarcasmo.

— Ví claramente cuándo te marchaste, pero también sé que el fondo quieres que te persiga. — Se acercó un poco más y el olor de su perfume me excito todavía más. — ¿Cuéntame qué te ha pasado? ¿te marchaste por mi culpa? — Preguntó y de inmediato negué.

— Son muchas cosas... —Hice una pausa y me separé un poco.— Es que... Solo quería olvidar, quería sentirme una mujer hermosa de nuevo y estaba muy cerca de conseguirlo, pero... — dejé de hablar. ¿Que es lo que estaba haciendo? Estaba desnudando mi alma ante un desconocido.

— Tu... Eres una pasada de hombre estoy segura que cualquier mujer se sentiría afortunada de que alguien como tú se fijara en ella.. — Dije cambiando de tema, pero sus labios se encontraron con los míos, enredó una de sus manos en mi cabello y yo me aferré a su cuello con mis brazos.

«Oh, Dios mío...» Esto de verdad está pasando. «El hombre sabe delicioso»

Me subió un poco el vestido y contuve el aliento, estaba segura que lo que golpeaba mi pierna era una ereccion.

Deslizó sus dedos entre mis muslos para tocar la abertura de mí coño, húmeda, haciéndome gemir.

«Por supuesto que tiene que ser real...»

— ¿Nos quedamos en este hotel o quieres ir al Paradise?. — Preguntó con voz entrecortada.

— Quiero quedarme en este.

— ¿Suite del ático o penthouse?

— Penthouse.

— Bien. — Me guía de nuevo al vestíbulo, subimos al ascensor y la tensión sexual crece por momentos a pesar de que no nos tocamos o decimos nada.

El camino a la habitación fue una nebulosa y en cuánto atravesamos las puertas quedé boquiabierta de tanto lujo.

Recorrí el lugar con la mirada mientras el se aflojaba la corbata y desabrochaba la chaqueta de su traje.

Sin decir una palabra me apretó contra su pecho y me besó de manera descontrolada, no quería que por ningún motivo sus labios dejarán los míos, con manos temblorosas abrí su camisa y jadeé al ver el conjunto perfecto de abdominales.

Me agarró por la cintura y me levantó pegandome contra los enormes ventanales, mis piernas no esperaron y se enrollaron a su alrededor, dejé escapar un suspiro cuando mi trasero pegó contra el cristal.

Sin dejar de mirar sus ojos cautivadores, esperé a que bajara la cremallera de mi vestido, inclinó su rostro y capturó uno de mis pezones con su boca, lo trabajó unos cuantos minutos antes de pasar al otro.

— Ahhhhh. ¡Cielos!— Gemí con ainco.

Era la primera vez que un extraño me tocaba, pero hacía tanto tiempo de que un hombre no me adoraba de esta manera que me hizo sentir viva de nuevo.

Usó sus caderas para inmovilizarme y cubrió su polla con un preservativo, luego levantó la parte baja de mi vestido llevándola hasta mi cintura y finalmente movió mis bragas de un lado para deslizarse de un sólo envite dentro de mí.

El grosor de su polla era increíble así que grité mientras se hundía centímetro a centímetro, sin alguna restricción o cuidado, de algún modo sentía que estaba llegando a un lugar profundo con cada penetración.

No aparté la mirada de sus ojos mientras me follaba, él tampoco pudo evitar mirar los míos...

En la habitación el sonido maravilloso de nuestros cuerpos acoplandose resonaba en cada rincón y él solo continúo penetrandome sin piedad.

Gemía, jadeaba y Gruñía sin control, incluso susurraba mí nombre repetidas veces, mientras yo estaba apunto de desmoronarme en sus brazos.

Incapaz de aguantar un minuto mas cerré los ojos y me dejé llevar por todo lo que me producia su contacto, los temblores en mís piernas dieron paso a uno de los orgasmos más intensos que había tenido en la vida, así que terminé gritando a todo pulmón, mientras mí coño y mí cuerpo entero, se contraían para liberar ocho meses de tensión sexual acumulada.

— ¡Joder! Preciosa... — Dijo Lyon, tomando con más fuerza mi cintura, clavó su polla unas cuantas veces más antes de encontrar su propia liberación.

Inclinó su cuerpo para pegarse más a mí y hundió su rostro en mí cuello dejando un camino de besos, también susurró unas palabras, pero estaba tan sumida en mí aturdimiento por aquel coito tan salvaje, que no le presté atención, solo sentí cuándo de nuevo me colocó en el suelo.

Pasó los dedos por mí cabello con suavidad y luego sus manos bajaron por mi espalda, trazando la línea de mí columna, hasta terminar de quitar mí vestido.

— Voy a pasar las próximas horas devorando tu coño, y luego voy a follarte en cada rincón de esta habitación. — Dice mientras que besa mi hombro izquierdo.

— Pero... solo lo haré si tú estás de acuerdo. — incapaz de rechazar su oferta, asentí de manera afirmativa.

— Muy bien, dame un minuto. — Pidió para entrar en el cuarto de baño.

Minutos después estuvo listo para un segundo asalto y un pellizco en mi estómago me hizo querer huir, pero también quería lanzarme encima de él.

«Era tan extraño»

Extendió su mano para ayudarme a subir a la cama pero yo me negué y decidí tomar las riendas.

— Túmbate sobre el colchón. — Dije y con mis manos lo empuje hacía las sábanas, para que quedara sobre su espalda.

Había sorpresa y diversión en su rostro, así que terminó por hacer lo que le pedí, mordí mis labios mientras subía sobre él, para sentarme en su regazo apoyando mis piernas de lado a lado.

Esta vez no sería esa mujer que se conforma con lo que otro quisiera darle, yo tomaré lo que deseo y justo ahora lo deseo a él...

Soy muy consciente de lo que estoy haciendo, pero se supone que esta es mi noche ¿No?.

* * * * *

[Varias horas después...]

La respiración de Lyon es profunda y relajada, mientras miró hacía el techo mentalmente me felicito, jamás en mí vida pensé que pudiese hacer algo así.

Me levanté sin hacer ruido para vestime y poder ir a casa, no pienso quedarme aquí y esperar ese momento incómodo para cuándo despierte.

Una vez salí al vestíbulo se me ocurre sacar el móvil y ¡Joder! Tenía más de cincuenta llamadas de Gina, sin contar los mensajes que me había enviado. «Solo espero que no haya llamado a la policia»

Aún es de madrugada, tengo suficiente tiempo para llegar a casa, sin que alguien se dé cuenta y me vea con este atuendo.. Di un último vistazo al salír de aquel hotel, había sido una noche única pero cómo el cuento de la Cenicienta la magia estaba a punto de terminar y yo debía regresar a la vida real.

Una vida dónde no volvería a saber de Lyonel Humboldt...

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