Capitulo 04.| Gabrielle, hermana. ¿Cómo me haces esto?

POV : LYON.

La luz brillante del sol entró por las ventanas e impactó en mi rostro con sus duros y no deseados rayos, gemí mientras abría mis ojos con pesadez, observando, la fila de edificios que rodeaban el "GoldGarden"

Me froté el rostro con las manos, de arriba hacía abajo y por el rastrojo de mi barba, me sentía cansado pero definitivamente estaba muy satisfecho.

Necesitaba la presión del cuerpo de aquella diosa para sentirme caliente de nuevo, así que busqué con mi mano, a través de las sábanas en la cama que se desplegaban a mi alrededor y mi agarre solo alcanzó un espacio vacío.

Pero... ¿Que?

«¿Ella se había ido?»

Esto debe ser una mala broma...

Reproduje mentalmente las conversaciones de la noche anterior, todas las veces que estuve dentro de ella y las veces que la hice llegar al climax, no me había follado así a una mujer en mucho tiempo, ni tampoco había sido tan sincero.

«Ahora me sentía ridículo por actuar de esa manera.»

¡Dios!

¿En qué demonios estaba pensando?

Aparté las sábanas que cubrian mí cuerpo y caminé molesto por la habitación buscando mis pertenencias, tendría que pasar por el departamento a toda prisa para estar listo a una hora decente, en más de quince años nunca he llegado tarde a mi despacho.

«Parece que está mujer, no sólo desordenó mi cama, si no también mi mañana»

Dos horas despues de sobrevivir a mis propios pensamientos y al tráfico incesante de los sábados, llegué a mi edificio. Saludé con un gesto a las recepcionistas y me fui directo al ascensor, ya cuándo estuve en la última planta me acerqué al escritorio de Barbara. «mi asistente.»

— Buenos días, Señor. ¿Puedo ayudarle en algo?

— Si. — Contesté tajante, hoy no estaba de humor para las cortesías. — ¿Hay alguna variación en mí agenda Bárbara?.

— Muchas, señor Lyon. — Tomó una caja y me la entregó.

— Aquí tiene su premio por ser considerado como el empresario del año y la medalla "Andrew Callaghan" aunque anoche abandonó la sala a mitad de su discurso, igualmente han considerado entregarla.

La cita con su asesor de las diez de la mañana, fue reprogramada para las cinco de esta tarde.

— Gracias, Barbara. ¿Eso es todo? — Pregunté impaciente.

— El manager de su hermana ha llamado un par de veces, dice que es un asunto urgente. — Apreté mis labios por la sorpresa.

Tenía años sin saber de Gabrielle, no imagino para que querrá buscarme. Pero no es un buen dia para mí, así que no cederé a su juego esta vez.

En el pasado nuestra relación de hermanos fue totalmente inexistente, cada vez que me daba vuelta, Gabrielle, estaba firmando un nuevo contrato para una película, aparecer en un programa de televisión o promocionar una costosa marca de perfume. Siempre programaba citas para vernos a las que nunca asistía.

«Cómo si hablar conmigo fuese un asunto de trabajo» Nunca supe que la llevó a huir de casa de esa manera, tal vez, fue su forma de lidiar con el dolor por la perdida de nuestros padres o simplemente no se sentía a gusto con tenerme a su lado. Lo cierto es que un día dejó de llamar o buscarme, incluso cambió, su residencia, el número telefónico y por si fuera poco su apellido.

«Creo que esto último era una indirecta muy directa»

— Lo siento Barbara, pero no tengo ninguna hermana. — Llevé la caja por el pasillo hasta mí despacho, luego la dejé en algún rincón vacío. necesitaba hundirme en trabajo.

«Era la única manera de no pensar tanto»

Pero antes de hacerlo, observé mi reflejo en la ventana, había heredado los ojos grises de mi madre y su cabello oscuro.

Gabrielle, sin embargo, a pesar de ser mí melliza y tener un evidente parecido, tiene los ojos castaños cómo los de mí padre.

Un pequeño regalo que nos fue heredado de ellos, sacudí mi cabeza y dejé de pensar en el "pasado" para concentrarme en lo que realmente importa el "Ahora".

* * * * *

[...]

Luego de dos horas apreté el botón del intercomunicador en mi escritorio para finalizar una llamada con el abogado de Charles Humboldt «Mi tio»

Froté la parte de atrás de mi cuello con una de mis manos, el sábado se perfilaba cómo un día largo y eso que apenas comenzaba.

Había estado comprando propiedades durante un par de años, todas nuestras transacciones habían sido fáciles desde el principio, pues mi tío había estado perdiendo terreno mientras se retiró a viajar por el mundo y gastar su dinero en casinos y burdeles, lo que me hizo sencillo comprar varias de sus propiedades en ruinas por un precio muy bajo.

La vejez y su nueva esposa veinte años más joven habían traído de regreso al bastardo codicioso, el sabía lo que significaba para mí esa propiedad. Yo estaba dispuesto a pagar más de lo que valia en el mercado y el muy cabrón se estaba aprovechando.

Sé la clase de persona que es y lo cruel que puede llegar a ser, pero ya no le tenía miedo, incluso podía aplastarlo cómo un gusano, si así lo quiera pero aún quedaba algo de humanidad en mí.

Muchas veces pensé en que; tal vez, era momento de cortar lazos con aquel viejo hotel que una vez nos perteneció y seguir adelante.

El intercomunicador zumbó y prácticamente gruñí.

«Será mejor que Barbara me tenga una buena razón para interrumpir.»

— Si. — Corté en el altavoz.

—Sr. Lyon, su asesor Vincenzo Ritter está aquí para verlo. — Me informa.

— No estoy para nadie Bárbara. — Me quejé, sabía cuál era el motivo de su visita.

Ya casi iba a colgar cuándo se me ocurrió una idea.

— Barbara, dile a Vincenzo que pase por favor. —Hice una pausa. — Y, llama a mi agente inmobiliario, voy a realizar la compra de una propiedad al oeste de la ciudad.

Necesito que movilice todos los trámites necesarios.

Pero indícale que me consiga un trato decente. — Ordené.

— Ya me encargo, señor. — Dijo y terminé la conversación, luego envié el enlace que contenía la información del anuncio.

Segundos después Vincenzo entró a mi oficina con una sonrisa socarrona.

— ¡Ajá! picaron ya supe lo de anoche, hasta que por fin me hiciste caso. — Le dí una mirada inexpresiva mientras se sentaba frente a mí escritorio.

— ¿A que tengo el inmenso placer Vincenzo?. creí que solo nos veíamos en reuniones o juntas de trabajo. — Se hizo un largo silencio hasta que él decide ponerle fin.

— No pareces contento de verme hoy. — Se rió de nuevo.

—Nada contento. —digo.

Sacó un grueso documento de su maletín y lo deslizó por encima de la mesa.

— Son los términos de tu tío. — Pasé las páginas rápidamente.

— Le daré un vistazo luego. — añadí.

— Bueno y gracias por aceptar mi consejo. — Rodé los ojos.

— No acepté tu consejo, las cosas se dieron y ya... — Niega con la cabeza.

— En el fondo sabes que si lo hiciste...

Después de mi última ruptura es lo que hago Lyon, un clavo saca otro clavo, viejo y siempre funciona. — Dijo muy convencido.

— ¿Has venido a mi despacho para hablar de tu vida o para entregarme un documento? — sonreí.

— No, he venido para que me cuentes quién era esa mujer de anoche, todos estuvieron hablando de ustedes dos durante toda la noche.

— Su nombre es Arianna Reece, es lo único que sé. Tenía la esperanza que al menos, tu supieras quién era. — Negó.

— Diablos, Lyon ¿por qué no se lo preguntaste en la mañana? — No respondí y en su rostro comenzó a formarse una sonrisa. — No... no, no, no. ¡Joder! ¿ella se escapó de ti.? — Ignoré su pregunta.

— Hombre, sa mujer me dejó loco.

Pensé que lo que ocurrió anoche había sido algo más que piel... — Dije con sinceridad. — Cuando estuvimos juntos... ella me... ella me..

— hice un gesto tratando de expresar lo que sentía.

— Ella te completa, sentiste que era tu media mitad, la mujer que tanto habías esperado y tu alma gemela. — Me interrumpió Vincenzo, burlándose de mí y su tono de voz fue más agudo simulando romance.

— Maldito imbécil, no se para que te cuento las cosas. — Respondí enojado.

— No, viejo. Tu eres el imbécil te mandé a follar.

«que te divirtieras» No a qué te enamorarás en una noche por una simple cogida.

¡Joder!

—No fue una simple "cogida" Vincenzo, pero ya, como sea. Igual no volveré a verla. — Centré mi atención nuevamente en el ordenador y lo comencé a ignorar.

— Está bien Lyon, soy tu amigo, no tienes que enfadarte.

Solo quiero que te sientas bien, se que has tenido mucha presión.

Y para que lo sepas... — Añadió. — Los empleados murmuran mucho más sobre tí últimamente. — Arqueé un ceja, esperando una explicación. — Todo el tiempo estás en guardia, te enfadas más rápido de lo normal. — Sonrió.

— Ese hotel era tu legado familiar, se toda la historia, pero en serio, hay vida más allá de estas paredes. — No dije nada porque el cabrón tenía razón, cuánto más podría arriesgar por conseguir esa propiedad. — Necesitas distraerte, no enredarte con más problemas, sobretodo si se trata de amor.

¿Quizás una salida con los chicos, cómo en los viejos tiempos te anime.?

— Lo que necesito es que los empleados dejen de andar en chismes y se concentren en su puto trabajo... — Respondí con sorna.

— ¿ves? ¿ves lo irritable que puede resultar ser amable contigo?. — Puse mis ojos en blanco.

—¿Ya terminaste... tengo que pagarte por este psicoanálisis que no te pedí o tus malos consejos son grátis? — dije.

— Está bien búrlate y sí. Ya me voy. —Tomó su maletín y se dirigió a la salida.

— ¿Vincenzo? — lo llamé cuando iba llegando a la puerta. — El próximo domingo podemos quedar en algo con los chicos.

Pero hazme un favor, no me presentes a ninguna de tus antiguas ex novias. — Bromeé y el sacó su dedo corazón cerrando la puerta irrespetuosamente.

Segundos después la puerta de mi despacho fue abierta de manera abrupta.

— Ah, regre... — sellé mis labios de repente al darme cuenta dé que no era Vincenzo él que abrió, sino Barbara. — ¿Que sucede.?

— Señor... Lo siento, pero es importante debe ir a la sala de juntas de inmediato. «Se califica como una emergencia.» — Dice y su rostro se veía totalmente pálido.

Me acerqué con rapidez a la sala de juntas, pero antes de entrar me detuve.

— Será mejor que sea algo importante Barbara.

— Añadí pero una voz profunda detrás de mí, respondió a mi pregunta.

— Lo es, señor Lyon. Y no sabe lo mucho que lamento ser portador de tan malas noticias.

— Que sucede dígame, tiene toda mi atención.

Soy el abogado de su hermana Gabrielle, mi nombre es Matt Dustin. — Le dí un apretón de manos.

Ayer en la noche hubo un incendio terrible en la residencia de su hermana, Señor.

Y ella ha fallecido.

Me mantuve en silencio, no tenía idea de que decir. Con manos temblorosas saqué mi móvil y comencé a teclear el nombre de mi hermana en la pestaña de G****e.

«Cientos de resultados aparecieron en lista, no pude hacer click en ninguno.»

— El esposo de su hermana; Ben Stanford logró salir del incendio pero tenía el 95% de quemaduras en su cuerpo y falleció esta mañana...

Antes de morir su hermana y su esposo me pidieron contactarlo. — Continuó aquel hombre.

¡Dios! Ni siquiera sabía que ella estaba casada.

— Yo no lo conocía, debe saber que no me trataba con mi hermana, teníamos más de una década sin hablar. — Asintió.

— Pero ella siempre lo tenía presente señor, necesito que por favor firme los documentos que su hermana dejó, para proceder con el funeral de ambos cuerpos. — Me entregó el contrato de aceptación y un sobre amarillo, luego caminé hacia una de las mesas.

Leí los párrafos entre líneas antes de firmar, el sobre lo abriría cuándo estuviese a solas, no quería darle más largas a esto, me sentía muy aturdido con la noticia.

«Mi hermana había muerto»

— En el trascurso de la semana me reuniré con su abogado para finiquitar el proceso de su herencia y entregarle sus restos ya que usted es el pariente más cercano.

— ¿Pero el no tenía parientes? — Bajó la vista y negó.

— De acuerdo. — Me aclaré la garganta sintiendo un dolor familiar en el pecho, así que me levanté para marcharme.

— No puede irse aún Señor Lyon.. — El hombre y Bárbara se atravesaron en frente.

— ¿Por qué, no? — Pregunté.

— Venga conmigo. — Abrió la segunda puerta y una mujer jugaba con una niña pequeña.

«Que Carajos» Por Dios, que no sea lo que estoy pensando.

— Ella es Gwen Stanford Humboldt, su sobrina.

Si antes pensaba que mi día iba mal ahora creo que ya nada puede ser peor...

¿Una hija? ¿Es en serio?

— Gabrielle ¡Joder! cómo es que me haces esto... — Exclamé, mirando el cielo.

Una cosa era un esposo, pero ¿una hija? cómo pudo ocultarme eso.

Los nudos comenzaban a subir por mi garganta.

La mujer que asumo es de servicios sociales, se acercó con la pequeña, quién parecía un poco confundida pero luego de verme me sostuvo la mirada y le susurró algo a la muñeca que cargaba bajo su brazo.

Era una niña preciosa, tenía los ojos iguales a los míos, solo que en el centro tenía motitas castañas cómo los de Gabrielle.

— Gwen, ¿sabes quién es el señor? — Preguntó la mujer inclinandose para quedar a su altura.

La niña asintió aún con su mirada fija en mí.

— Es mi tío Lyonel, vive en el corazon de mi muñequita "fí, fí"

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