XLVIII Muñecos
—Se extrañaba tu presencia aquí, el banco no era lo mismo sin ti, Jacob —acompañó la declaración con una mirada coqueta y una sonrisita ladina.

La hermosa ejecutiva de cuentas se quedó toda alborotada con la llegada de su compañero y por nada, él apenas y la saludó. El Jacob que regresó de su licencia médica distaba bastante del rompecorazones de sonrisa fácil y provocativa, siempre con un comentario amable y halagüeño, de esos que subían el ánimo de una mujer y la hacían sentir hermosa y deseada. Ella se sentía deseada por él y no era la única. No era la única que acabaría decepcionada.

La pequeña oficina, que ya no contaba con su mayor atributo que era tener en frente a Isabella, le pareció tosca, asfixiante. En cuanto se sentó, deseó levantarse inmediatamente y salir corriendo muy lejos de allí. Este no era su lugar, eso creyó por mucho tiempo, pero había acabado tomándole cariño, pues había hallado allí una motivación muy poderosa para que ser asesor financiero se convirtiera en
NatsZ

La decepción ha herido a Jacob. ¿Se dejará consolar por Xiomara?

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