Tres sitios de interés halló la policía en un radio de diez kilómetros a la redonda de la zona donde Matilde había sido encontrada. No creyeron posible que hubiera avanzado más de eso. Uno era un viejo puesto de caza. En sus muros todavía colgaban cornamentas y los pellejos resecos de algún animal seguían en la mesa de faena. La caza ya no estaba permitida y ciertamente no había rastros de que alguien pudiera vivir allí además de las ratas. Otro era una cabaña, habitada por un hombre desgarbado y con una escopeta al hombro. Lo detuvieron para interrogarlo y los de escenas del crimen registraron el lugar en busca de huellas. El último era una estación climatológica. Si el hombre desgarbado se hubiera enterado de que no detuvieron al guardia, se habría enfadado bastante. De todos modos recolectaron huellas y otros rastros. —No creo que ella haya estado retenida en ninguno de esos sitios.—No eres la única, Valencia. Tal vez la transportaban y se escapó del auto. Hay que conseguir los r
"La angustia de toda una familia ha llegado a su fin. Matilde Crown, la joven que llevaba desaparecida setenta y nueve días, se recupera en el hospital en compañía de sus padres. Estaremos pendientes para traerles las últimas novedades del caso. Ahora sigan disfrutando de la mejor música con..."Por la húmeda carretera tras la reciente llovizna, Jacob conducía hacia la casa familiar. Así la llamaban todos aunque lo que albergaba dentro distara un poco de lo que se consideraría una familia.Una vez casi lo fueron, por breves instantes.*Las inquietas manos de Xiomara interrumpieron el sueño de Jacob.—¿Qué haces aquí?—Vine a dormir contigo, en mi habitación no se puede estar, hay mucho ruido.—No, vete.Su resistencia fue inútil contra la imparable muchacha. Se metió en su cama y se le arrimó. Le acomodó una pierna entre las suyas, demasiado cerca de su miembro adolescente, que con tanta facilidad se emocionaba.—¡¿Por qué tiene que traer a otra mujer?! ¡No lo entiendo!—¿Estás celosa?
Los días pasaron y Matilde estuvo lista para volver a casa, lejos del ajetreo del hospital, que le causaba crisis de pánico, sobre todo cuando los detectives asomaban sus entrometidas narices. Su hija no sabía nada, debían dejarla en paz.—El pasatiempo que más amabas era tocar piano. Lo tocábamos juntas —sentada en la banqueta, Isabella empezó a tocar su parte de la Fantasía a cuatro manos de Schubert.Había leído que la música era excelente para reavivar la memoria y desenterrar recuerdos sepultados.—¿La recuerdas?—No, lo siento. Mejor iré a ver mi habitación.Las notas se silenciaron mientras Matilde era guiada amorosamente por Mary. No podía rendirse todavía, esto estaba apenas comenzando, así que siguió con el plan B: enviar a su sobrina a hablar con ella, entre muchachas podrían entenderse.Sonia miró a Matilde desde el umbral. Era la primera vez que la veía desde que apareciera. —Fue un caos mientras no estabas.—Eso he oído. Pasa, Sonia.—¡¿Te acuerdas de mí?!Matilde se car
—¿Y dónde se conocieron?Las preguntas de Matilde se sucedían una tras otra, estaba muy interesada en saber todo sobre el flamante novio de su madre.Isabella contestaba feliz de la vida, encantada de la buena aceptación que Jacob estaba teniendo con la muchacha. "Se llevarán muy bien", eso pensaba. Una nueva y hermosa etapa de su vida estaba comenzando.Luego de la cena fueron al salón, donde Isabella tocó el piano, siempre con la ilusión de hacer brotar las memorias perdidas de su hija como principal objetivo y de alardear de su talento frente a Jacob como objetivo secundario. Tan concentrada estaba que no vio a la muchacha bostezando. Sus dedos, que danzaban sobre las teclas, se quedaron suspendidos cuando Jacob le besó el cuello.—¡La niña! —le recordó en tono de regaño.—La niña se fue a dormir hace rato —se sentó a su lado en la banqueta—, y ya no nos está mirando. La cercanía y su encantador perfume eran la fórmula de un hechizo contra el que Isabella no tenía defensa. Cambió
Isabella se puso de pie, mientras Oliver seguía gritando tras el teléfono.—Eres el menos indicado para pedir explicaciones. —¡Yo nunca llevé a Lu a nuestra casa, mucho menos la metí a nuestra cama! ¡Eres una inmoral, Isabella!—Ya nada de eso es tuyo desde que decidiste dejarme por esa zorra. ¿Cómo te enteraste?—La niña me lo dijo. ¡Metiste a un extraño en nuestra casa estando Matilde ahí! ¡Y sabiendo lo que pasó con Vladimir!—¡Ni siquiera se te ocurra compararlos! ¡Jacob jamás le haría daño a Matilde!—¿Ah sí? ¿Desde cuándo lo conoces?¿Desde cuándo conocías a Vladimir? Habrías puesto las manos al fuego por él antes de saber lo que hacía. Te dije que no confiaras en ningún recién aparecido y tú vas y lo metes a la casa. ¡¿Eres estúpida?! ¡¿Tan caliente estabas?! ¡¿No aprendiste nada con la desaparición de Matilde?!...Isabella cortó. Todo el cuerpo le temblaba. Sentada nuevamente, se aferró la cabeza y lloró largo rato.En la cocina, Matilde se preparaba un sándwich, Mary andaba de
Los oídos de Valencia zumbaban y no era por la intrusiva voz de Tobar, que debía haberse quedado sin palabras igual que ella al encontrarse con la escena del sillón. Apenas cruzó la puerta del sitio del evento, Bri le quitó las anteojeras. Con sus gafas puestas le dio un vistazo al lugar, el vestíbulo de una casa cualquiera. Las cortinas le impidieron ver el exterior; la música poder captar otros sonidos del ambiente.Erick Johnson apareció por el pasillo y la cogió del brazo. La jaló hacia el interior.—¿Cuántos hombres hay?—Tienes suerte, hub0 cambio de planes y sólo estarás con uno.El único, que debía ser el cliente misterioso, estaba sentado en la sala con la muchacha pelirroja encima. Subía y bajaba ella con las potentes embestidas, completamente desnuda y sometida. Del collar de cuero salían unas delgadas cadenas que apresaban sus manos, dejándolas suspendidas a la altura de los hombros. Las manos del cliente le reptaban por el vientre y le clavaban los dedos en la piel húmed
La mirada de Isabella estaba llena de terror, las palabras de Oliver resonaban en su cabeza.¿Jacob era un peligro?Pasar de nuevo por las mismas dudas de antes volvía más intenso su dolor, la desconfianza se le clavaba como una daga al rojo vivo.—¿Qué... qué le hacías a mi hija, Jacob?Él no sabía por dónde empezar, fue Matilde quien habló.—Jacob no me hizo nada, mamá, yo... yo me sentía muy mal y... y quise hacerme daño, pero él me detuvo.Jacob pareció más pasmado que antes cuando Isabella lo miró. Se sentía realmente atrapado. —¿Es eso cierto?"Por favor, por favor", gesticulaba Matilde con desesperación, sin que Isabella la viera.Jacob asintió.—¡¿Por qué querías hacerte daño, hija?! —¡Porque ya no soporto no recordar nada! Y... y siento un dolor muy grande y no estoy segura de por qué... no lo aguanto...El llanto de las mujeres no se detuvo. Jacob las instó a levantarse y les llevó té a la habitación de Matilde. Eran las tres de la mañana cuando la muchacha se durmió por f
Algunas personas gozan de la fortuna de disfrutar de un sueño profundo y reparador. Una vez que apoyan la cabeza sobre la almohada y cierran los ojos, ya no vuelven a abrirlos hasta que suena la alarma. Isabella era de esas personas. Tal vez fuera porque, con su hija a salvo en casa, ya nada la perturbaba y, de su propia mano, no cargaba con peso alguno en su conciencia que le quitara el sueño.A otros, sin embargo, el silencio de la noche sólo vuelve más patente su agitación interna y más fuerte se oían los murmullos de sus conciencias, como el roer de ratas en la cabeza, como el raspar de uñas contra un cristal. Esos no duermen nada bien.Parada en la sala a mitad de la noche, Matilde miraba por la ventana. Jacob llegó a su lado.—El policía se fue —susurró ella.—Con lo ocurrido con los detectives, ya no hay ningún sospechoso, ningún peligro evidente del que protegerte. Era cosa de tiempo para que se fuera. Si ella dijera lo que sabía, las cosas cambiarían, ¿pero a quién decírselas