Matilde ha empezado a hacer de las suyas. ¿Acabará separando a Isabella y a Jacob con sus intrigas?
—¿Y dónde se conocieron?Las preguntas de Matilde se sucedían una tras otra, estaba muy interesada en saber todo sobre el flamante novio de su madre.Isabella contestaba feliz de la vida, encantada de la buena aceptación que Jacob estaba teniendo con la muchacha. "Se llevarán muy bien", eso pensaba. Una nueva y hermosa etapa de su vida estaba comenzando.Luego de la cena fueron al salón, donde Isabella tocó el piano, siempre con la ilusión de hacer brotar las memorias perdidas de su hija como principal objetivo y de alardear de su talento frente a Jacob como objetivo secundario. Tan concentrada estaba que no vio a la muchacha bostezando. Sus dedos, que danzaban sobre las teclas, se quedaron suspendidos cuando Jacob le besó el cuello.—¡La niña! —le recordó en tono de regaño.—La niña se fue a dormir hace rato —se sentó a su lado en la banqueta—, y ya no nos está mirando. La cercanía y su encantador perfume eran la fórmula de un hechizo contra el que Isabella no tenía defensa. Cambió
Isabella se puso de pie, mientras Oliver seguía gritando tras el teléfono.—Eres el menos indicado para pedir explicaciones. —¡Yo nunca llevé a Lu a nuestra casa, mucho menos la metí a nuestra cama! ¡Eres una inmoral, Isabella!—Ya nada de eso es tuyo desde que decidiste dejarme por esa zorra. ¿Cómo te enteraste?—La niña me lo dijo. ¡Metiste a un extraño en nuestra casa estando Matilde ahí! ¡Y sabiendo lo que pasó con Vladimir!—¡Ni siquiera se te ocurra compararlos! ¡Jacob jamás le haría daño a Matilde!—¿Ah sí? ¿Desde cuándo lo conoces?¿Desde cuándo conocías a Vladimir? Habrías puesto las manos al fuego por él antes de saber lo que hacía. Te dije que no confiaras en ningún recién aparecido y tú vas y lo metes a la casa. ¡¿Eres estúpida?! ¡¿Tan caliente estabas?! ¡¿No aprendiste nada con la desaparición de Matilde?!...Isabella cortó. Todo el cuerpo le temblaba. Sentada nuevamente, se aferró la cabeza y lloró largo rato.En la cocina, Matilde se preparaba un sándwich, Mary andaba de
Los oídos de Valencia zumbaban y no era por la intrusiva voz de Tobar, que debía haberse quedado sin palabras igual que ella al encontrarse con la escena del sillón. Apenas cruzó la puerta del sitio del evento, Bri le quitó las anteojeras. Con sus gafas puestas le dio un vistazo al lugar, el vestíbulo de una casa cualquiera. Las cortinas le impidieron ver el exterior; la música poder captar otros sonidos del ambiente.Erick Johnson apareció por el pasillo y la cogió del brazo. La jaló hacia el interior.—¿Cuántos hombres hay?—Tienes suerte, hub0 cambio de planes y sólo estarás con uno.El único, que debía ser el cliente misterioso, estaba sentado en la sala con la muchacha pelirroja encima. Subía y bajaba ella con las potentes embestidas, completamente desnuda y sometida. Del collar de cuero salían unas delgadas cadenas que apresaban sus manos, dejándolas suspendidas a la altura de los hombros. Las manos del cliente le reptaban por el vientre y le clavaban los dedos en la piel húmed
La mirada de Isabella estaba llena de terror, las palabras de Oliver resonaban en su cabeza.¿Jacob era un peligro?Pasar de nuevo por las mismas dudas de antes volvía más intenso su dolor, la desconfianza se le clavaba como una daga al rojo vivo.—¿Qué... qué le hacías a mi hija, Jacob?Él no sabía por dónde empezar, fue Matilde quien habló.—Jacob no me hizo nada, mamá, yo... yo me sentía muy mal y... y quise hacerme daño, pero él me detuvo.Jacob pareció más pasmado que antes cuando Isabella lo miró. Se sentía realmente atrapado. —¿Es eso cierto?"Por favor, por favor", gesticulaba Matilde con desesperación, sin que Isabella la viera.Jacob asintió.—¡¿Por qué querías hacerte daño, hija?! —¡Porque ya no soporto no recordar nada! Y... y siento un dolor muy grande y no estoy segura de por qué... no lo aguanto...El llanto de las mujeres no se detuvo. Jacob las instó a levantarse y les llevó té a la habitación de Matilde. Eran las tres de la mañana cuando la muchacha se durmió por f
Algunas personas gozan de la fortuna de disfrutar de un sueño profundo y reparador. Una vez que apoyan la cabeza sobre la almohada y cierran los ojos, ya no vuelven a abrirlos hasta que suena la alarma. Isabella era de esas personas. Tal vez fuera porque, con su hija a salvo en casa, ya nada la perturbaba y, de su propia mano, no cargaba con peso alguno en su conciencia que le quitara el sueño.A otros, sin embargo, el silencio de la noche sólo vuelve más patente su agitación interna y más fuerte se oían los murmullos de sus conciencias, como el roer de ratas en la cabeza, como el raspar de uñas contra un cristal. Esos no duermen nada bien.Parada en la sala a mitad de la noche, Matilde miraba por la ventana. Jacob llegó a su lado.—El policía se fue —susurró ella.—Con lo ocurrido con los detectives, ya no hay ningún sospechoso, ningún peligro evidente del que protegerte. Era cosa de tiempo para que se fuera. Si ella dijera lo que sabía, las cosas cambiarían, ¿pero a quién decírselas
Isabella se sobresaltó al sentir los labios de Jacob besando su hombro. Después de la llamada de Oliver, se había ido a la cocina y allá llegó él a buscarla.—Hueles a alcohol.—Tomé... tomé un trago de whisky... Lo necesitaba —dijo ella, todavía de espaldas a Jacob, sin atreverse a mirarlo.—Matilde ya está dormida. Tú también te ves cansada, vayamos a la cama.—Sí... ya voy.—¿Ocurre algo? Era el momento preciso para exigirle explicaciones. ¿Por qué su prima inventaba otro nombre para volverse la amante precisamente de su esposo? ¿Por qué él no le había confesado que la conocía cuando le habló de ella y hasta le mostró su foto? ¿Por qué le mentía hasta el día de hoy?¿En qué más le mentía el encantador Jacob? Temía que dejara de ser encantador si se lo preguntaba. Tomó más whisky.—¿Isabella?Ella se volvió por fin a mirarlo. Se veía cansado también. —Esta casa y mi hija son lo más valioso que tengo. Mis cuentas bancarias están casi vacías, vendí mis joyas y mi auto es una porque
Isabella cruzaba la puerta de su casa cuando unos gritos la hicieron salir corriendo.—¡No, Jacob, suelta ese cuchillo! —gritaba Matilde. ¡Un cuchillo! ¡¿Y qué hacía Jacob ahí a esa hora?! El terror que la embargó duró hasta que llegó a la sala después del comedor, de rodillas porque un pie se le dobló.Jacob y Matilde estaban sentados frente a la tv, jugando videojuegos.—¡Isabella! ¿Qué te pasó? —él la ayudó a levantarse.Con taquicardia y sintiendo las piernas de gelatina, Isabella se dejó caer en el sillón.—¿Están... jugando?—Sí, Jacob trajo una consola de videojuegos. En esta casa hay de todo, menos algo así. ¿Nunca tuve una?—Claro que no, los videojuegos pudren el cerebro.—El mío ya está medio podrido —repuso Matilde.—En mi casa tampoco había videojuegos, pensé que sería buena idea —Jacob le había quitado un zapato y le examinaba el pie—. El tobillo se te hinchó, te traeré una compresa fría. Isabella esperó a perderlo de vista.—¿Hace cuánto llegó?—Como una hora. Estuvimo
*—Oye bien esa risa, Jacob, recuérdala. Esa es la risa de la hija de tu enemigo.Jacob miró una vez más a la muchacha.—Ella ríe, pero tú no lo haces. ¿Te parece que eso es justo?Tal vez él también reiría si tuviera una pelota para jugar en el agua como ella. Ya hasta sospechaba que no tendría oportunidad ni de meterse al agua.—Algún día serás dueño de todo lo que ella tiene.Por ahora Jacob deseaba sólo su pelota.—Su padre no tiene hijos hombres para que sean sus sucesores. El heredero será a quien su hija favorita elija como esposo, así que tendrás que casarte con ella.—¡¿QUÉ?!El espanto en la voz de Jacob lo hizo reír, ya se imaginaba su expresión de horror.—¡JAJAJAJAJAJA! Es una broma. Tendrás que ser mucho mejor que su esposo, en todo sentido, para que nuestro enemigo te escoja a ti en vez de a él, un extraño en vez de alguien de la familia. ¿Lo harás?—¡Por supuesto que sí!El camino de Jacob hacia la excelencia sólo se fortaleció desde ese momento, hasta que apareció Maria