Desafiantes
—Y solo por eso estuviste a punto de hacer algo estúpido, ¿no pensaste en que lo podías perder si te lo quitabas?, ¿qué habría pasado si en lugar de encontrarlo yo, lo fueras tirado en algún otro lado? Agnes, como secretaria serás muy eficiente, pero como esposa dejas mucho que desear.

—Oiga —se quejó.

—No me interrumpas, soy yo el que está haciendo un llamado de atención aquí. —Agnes volvió a bajar la mirada y se calló—. Si tengo que vivir en tu sombra, bien, viviré pisándote los talones de ahora en adelante, pero me aseguraré de que no cometas más equivocaciones.

—Pero…

—Sin peros —recriminó—, es una orden.

—No puede.

—¿No puedo qué? Soy tu esposo, soy tu jefe, en ambas partes todo de tí me pertenece. Así que comienza a hacer las cosas que te corresponden como la esposa que deberías ser. —Agnes se sonrojó por el bochorno, no podía ante tal injusticia, pero no tenía nada a favor para objetar—. De lo contrario me veré en la necesidad de corregirte cada que haga falta ¿lo captas?
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