—Y solo por eso estuviste a punto de hacer algo estúpido, ¿no pensaste en que lo podías perder si te lo quitabas?, ¿qué habría pasado si en lugar de encontrarlo yo, lo fueras tirado en algún otro lado? Agnes, como secretaria serás muy eficiente, pero como esposa dejas mucho que desear. —Oiga —se quejó. —No me interrumpas, soy yo el que está haciendo un llamado de atención aquí. —Agnes volvió a bajar la mirada y se calló—. Si tengo que vivir en tu sombra, bien, viviré pisándote los talones de ahora en adelante, pero me aseguraré de que no cometas más equivocaciones. —Pero… —Sin peros —recriminó—, es una orden. —No puede. —¿No puedo qué? Soy tu esposo, soy tu jefe, en ambas partes todo de tí me pertenece. Así que comienza a hacer las cosas que te corresponden como la esposa que deberías ser. —Agnes se sonrojó por el bochorno, no podía ante tal injusticia, pero no tenía nada a favor para objetar—. De lo contrario me veré en la necesidad de corregirte cada que haga falta ¿lo captas?
—Esa no parece la cara de alguien que quería hablar cuando accediste a venir conmigo —señaló Herman mientras se encontraban en la mesa del restaurante al que la había llevado. —No es nada —masculló ella volteándolo a ver, desde que la había llevado con él y habían llegado a ese lugar, le veía una expresión amarga en la cara mientras desviaba la mirada hacia un costado. Parecía enfadada. —¿Segura? No veo esa clara determinación que tuviste en mi oficina —destacó alzando las cejas, Agnes respiró pesado y dejó de fruncir el ceño. —Así es —repuso al mostrar una apariencia más calmada—, ¿sobre qué quería hablar cuando decidió traerme aquí? Él cedió a no inquirirle más al respecto y decidió pasar directo al punto por el que se encontraban allí. —Bueno, siendo puntuales —habló con una voz algo amarga mientras dejaba los codos sobre la mesa para apoyar el peso y cruzar los dedos frente a él—. Hablaré directo y sin miramientos. Pienso que deberíamos trabajar más en ser un buen matrimonio y
Apenas iba saliendo de casa esa mañana, mientras cerraba la puerta estaba pensando en la noche anterior con su jefe y en lo sucedido en la cena con él, le cruzó por la mente lo que habían hablado. Justo estaba volteando para ir a la calle en cuanto se detuvo de forma instantánea.Para su sorpresa, se había topado con que él estaba esperándola, el auto estaba estacionado frente a su casa y él parecía llevar rato allí fuera, Herman hizo sonar el claxon para llamar su atención en cuanto la había visto salir, pero Agnes no dio respuesta alguna.Estaba fija en su lugar, tal como si se encontrara en una pausa estática, desconectada de ella misma.«¿Qué carajo está haciendo?, ¿qué hace aquí tan por la mañana?» pensó haciendo una mueca incrédula, a punto de fruncir el ceño.—¿Qué hace aquí tan temprano? —inquirió con desconfianza mientras se acercaba y él salía del auto para observarla. Agnes tenía la costumbre de salir más temprano de su casa por el largo tráfico y lo lento que a veces e
El lunes por la mañana, Agnes y Gwen de alguna forma acabaron por coincidir de nuevo en sus horas de entrada para trabajar, ambas llegaron en simultáneo frente al edificio, mientras que Gwen había llegado a pie desde la parada de autobús en donde había bajado, Agnes estaba saliendo del taxi justo en ese momento.En cuanto se vieron cruzaron un saludo y ambas se dirigieron hacia la entrada del edificio.—¿Taxi de nuevo? Creí que te traería con él otra vez —puntuó provocando que Agnes se incomodara.—No lo menciones, que durante todo el día no me dejaron de perseguir con sus miradas, me sentí tan sofocada que la larga reunión en la que tuve que estar presente después junto con él se sintió como un alivio, nadie me estaba mirando y nadie me hizo sentir extraña.Ella recordaba que el sábado fue un día que le gustaría olvidar, pero en contraste a ello, el domingo fue justo lo contrario, la extraña actitud de todos daba un vuelco y la habían comenzado a tratar distinto, evitando incluso
Martes por la tarde.—Parece que todo ha bajado —le comentó Isa mientras estaban cerca de su cubículo, Agnes suspiró pesado y guardó lo último en lo que estaba trabajando. Miró hacia los empleados, la atmósfera tensa parecía haber reducido la intensidad.—Es un alivio por lo menos —afirmó con mejor cara que la que había tenido todo el día—, hablé con algunos, les pedí que ya no me siguieran llamando señora Rodh ni nada por el estilo, solo Agnes y ya. Parece que funcionó.—Suena a que te hicieron caso —expresó al notar que las aguas parecían haberse calmado—, estabas bastante enojada antes de eso.—No me lo recuerdes… —masculló con vergüenza, unas horas antes se había quejado en privado estando con ellas—. Es demasiado molesto pensar en cómo me estaban tratando, porque mi apellido siempre será Callen, sin importar todo lo que pase sigue siendo el mismo y tampoco me gusta eso de señora.Ellas la miraban mientras se compadecían, en ese momento la habían visto bastante estresada y ha
Para llegar a hacer lo que esperaba como pensaba hacerlo, necesitaba que ella estuviera dispuesta a colaborar, esa mañana, Herman estaba observando desde su despacho por las persianas plegables de su oficina. Separó un poco las ranuras entre dos de ellas con los dedos para observar hacia donde estaba trabajando Agnes, estaba encimada en lo que hacía, concentrada como siempre que la veía sin que ella lo notara, podía vigilar a sus empleados de vez en cuando y estos nunca notaban que los veía. Volvió a su escritorio y se sentó a pensar por un momento, recordando la conversación con ella en la noche anterior. Convencer a Agnes no sería sencillo. Tendrían que aprender a tomarse cariño para estar de acuerdo, él estaba dispuesto a aprenderlo con tal de que las cosas salieran bien encaminadas. Sin embargo, entre más lo imponía, más rebelde se ponía ella. —Menuda esposa la que me he ido a buscar, es como un enjambre de hormigas encerrado en una pequeña caja de fósforos. —Intentó reír de l
Al darse cuenta de lo que pensó, meneó alarmada la cabeza para despejar de su mente el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. «¿Qué demonios acabo de pensar?, debo estar perdiendo mi juicio» No olvidaba que aún estaba enojada con él, seguía molesta y si era capaz de seguirle hablando, era solo por cosas del trabajo y no tenía opción alguna, no podía desatender sus labores de secretaria por muy enfadada que estuviera con él. —Antes de que sigan con sus suposiciones les digo esto, no estoy molesta por que no haya una luna de miel, no me importa una luna de miel y menos me interesa que en un principio no haya habido una. ¿Estamos? Así que dejen de estar haciendo más incómodo mi día por el tema —sentenció con notorio mal humor, su desagrado la estaba haciendo enojar con esa conversación y con ellas. —Oh, bueno… Qué pena, porque si necesitaban estar a solas te iba a sugerir que podían tener unos minutos en privado en el elevador o en la sala del conserje donde guardan las escobas.
Habían dado las siete de la noche para el momento en que Agnes recibió una llamada, se había sentado a ver televisión, recostada de lado en su sofá después de haber cenado. Cuando se dio cuenta que la estaban llamando, tomó el teléfono para contestar.—Diga.—Agnes, ¿cómo te va? ¿Estás libre esta noche? —La voz femenina al otro lado de la llamada le hizo cambiar el ceño fruncido por una mirada más calmada.—Ah, hola Helen, ¿cómo has estado? —contestó mientras se levantaba por un vaso con agua en la cocina—. Algo así, estoy de vacaciones y no tengo compromisos para hoy, ¿por qué preguntas?Dejó el teléfono presionado entre su hombro y el oído mientras abría el grifo para llenar el vaso y luego se recostaba de la mesa junto a ella, apoyando la espalda para escuchar mientras daba un sorbo.—Asuntos matrimoniales —respondió, haciendo que Agnes escupiera de forma súbita el agua que tenía en la boca.—¿Qué has dicho? —tosió antes de recuperarse estando alarmada.—¿Qué fue eso?, ¿qué te pasó