Desacato

—¿Quiere saber lo que opino? —habló arrastrando la voz con cierta altanería, su cara demostraba que estaba ebria, su actitud terca solo era alentada por eso—, usted es un pesado.

—¿Un pesado? —Elevó una ceja con desconcierto, contrariado.

—Sí, es un pesado. Quiere jalarme de aquí para allá y así me quiere mangonear como si yo le perteneciera.

—Si no lo olvidas soy al que le debes respeto porque estamos casados, por eso tengo el derecho a “ser un pesado” si te encuentro borracha como justo ahora. —La presión en su voz hacía entender el esfuerzo que estaba haciendo por reprimir su enfado, el enojo que sentía hacía que tuviera un espasmo agitado en las cejas sobre el ojo derecho.

—Vaya esposo, esposo de cartón querrá decir, he tenido más contacto íntimo con mi ropa interior que con usted. —Él abrió ampliamente sus ojos con desconcierto en silencio—. Si eso le duele puede agarrar su hombría y largarse.

Herman alzó las cejas asombrado, ella lo estaba desafiando, pero era más que solo
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