—No pensará… —Se acalambró y sus mejillas adquirieron el color de una doncella en cuanto pensó en lo que se refería, o al menos en lo que ella suponía se estaba refiriendo. Tenía las piernas temblando y se daba cuenta de que sus manos también estaban inquietas, estaba concentrada en las ideas que había pensado a raíz de eso, tanto que no se percató de el instante en que él se presentaba. El sonido de una carpeta que era dejada caer y se estampaba sobre la mesa justo delante de ella la fue lo que la alertó, causando un sobresalto. Ella se asustó, lo tenía en su espalda y no se había dado cuenta de que estaba ahí. Había interrumpido sus pensamientos, solo lo miró con agitación y él en cambio mostraba su mismo aire de recelo, con la misma mirada de reproche antes de inclinarse a abrir la carpeta, dejando ver el documento. —Ahora..., hablemos de lo de anoche —sentenció. Tomó el contrato y comenzó a pasar página tras página, buscando una en específico. Agnes estaba abrumada y no le dab
Herman la había llevado a su casa poco después de haberle expuesto sus planes de llevarla con él a Italia. No le dio derecho a objetar, ni tampoco le permitió tiempo de tardanza, irían solo para que fuera a buscar sus maletas y tras recoger sus cosas saldrían hacia el aeropuerto.Agnes maldijo su suerte en cuanto bajó del auto de su jefe, el auto elegante, la forma en que ella iba vestida con el mismo atuendo de la noche anterior, además de que su jefe bajó poco después de ella para ponerle una mano en la cintura, hizo que llamara la atención de su vecina, sintió espanto y a la vez enfado.«Esa maldita vieja chismosa ya me vio» pensó con resentimiento, sabía que tenía la costumbre de hablar de más y ni ella se salvaba, algunas veces ocasionaba que fuera el motivo de atención y pláticas indeseadas.Su jefe no le dio oportunidad a seguir pensando demasiado y la encaminó hacia la casa, ella iba a paso retrasado, casi con timidez y de manera sumisa al ser guiada por él.Una vez dentro, la
Solo esa mañana había despertado en la casa de su jefe, y ahora se encontraba a una larga distancia muy lejos de la suya, sus pensamientos fueron interrumpidos en cuanto él la sujetó por el hombro para atraerla y envolvió el brazo por encima de ella. —Ella es mi esposa, talvez le tome algunos días acostumbrarse, pero después le caerá bien estar aquí. Agnes lo volteó a ver y no emitió palabra en respuesta, solo vio de reojo luego de eso a la dueña de la casa. Había estado tan abstraída que no tenía idea de qué estaban hablando antes de que la introdujera a la conversación. La dueña del lugar, la señora Philips, era una mujer de unos cuarenta y algo más, con el cabello negro hasta la altura de los hombros y la piel morena un poco bronceada, llevaba anteojos de molde redondo y vestía un suéter y pantalón de color claro. Tras ver a Agnes, le giró la mirada a Herman para responder. —No se preocupe, le aseguro que los atenderán bien. Las damas de la limpieza se han ido a casa a estas ho
Durante la cena, Agnes no desprendía su mirada de su jefe, él charlaba con la señora Philips, quien se había quedado a hacerles compañía y se encontraba sentada en un sillón a un costado mientras hablaba de indeterminados temas conforme la plática se fuera dando. Aún estaba pensando en sus palabras de antes de que dejaran la habitación, de momento a momento podía percatarse de que él le devolvía la mirada y entrecerraba los ojos, apenas un gesto breve, pero el suficiente para verla hacerle una mueca y volver a su cena. Agnes desconfiaba de él, pero no le dedicó más atención de la que ameritaba y en su lugar enfocó su mente en el pensamiento que estaba formulando desde una hora antes. Al terminar de cenar, ella se retiró primero de la mesa y fue a la habitación para tomar su maleta e irse a otra habitación. Al ir saliendo se topó con él al momento que venía entrando. La miró extrañado al darse cuenta de que llevaba su maleta y alzó las cejas con intriga para preguntarle. —¿A dónde
Ese día por la mañana, estaban dando un recorrido desde temprano tras el desayuno, para ver lo que Nápoles tenía para ofrecer. Después de haber visitado unas paradas previas, él la había llevado a caminar por la bahía para finalizar y ver el panorama de esa mañana, tras la lluviosa noche anterior, se podía sentir un aroma a humedad y a asfalto mojado desde los alrededores. Él parecía estar de buen humor, sin embargo, ella parecía estar pensando en algo, durante la mañana y desde que habían salido de la villa, se la notaba metida en sus pensamientos y un poco ida de lo que pasaba frente a ella. Aunque lo estuvo más desde hacía solo un rato antes. —Tengo que atender algo, dame un segundo —le comentó mientras miraba hacia su teléfono el cual estaba marcando que lo llamaban, Agnes solo concordó y se quedó mirando hacia el horizonte con una expresión perdida. Herman la vio de reojo un poco extrañado mientras se alejaba un par de metros para atender su llamada, se le hacía raro verla tan
Para las siete, ella estaba en la habitación de él, le había pedido verla primero para decidir si lucía bien cómo iba vestida. Se estaba mirando en un espejo, él llevaba su traje formal color negro y al cerrar los botones en sus mangas la miró a ella. —Para mí estás bien. —Eso no se oye como si dijera un cumplido —respondió de manera reseca y con mirada desafiante. —Esta noche es un asunto serio, el tema es que tenemos unas horas importantes por delante y te necesito lo más decente que te pueda mostrar. —Él caminó hasta la mesa a un lado del espejo y abrió una pequeña caja para sacar una cadena delgada con una pequeña rosa de plata como colgante en el centro. —¿Mostrar?, ¿a qué se refiere? —dudó ella extrañada mientras él se quedaba parado detrás de ella para ponerle la cadena en el cuello. —Si haces un escándalo esta noche te va a ir tremendamente mal —advirtió haciendo que se pusiera tensa al respecto. Su voz había sido fría. Estaba en sus manos, era una marioneta sin voluntad
—¿A qué se debe eso? —preguntó Eustace con cierto interés desconfiado mientras miraba a Agnes de manera fría. Herman intercedió rápidamente antes de que ella fuera a estropearlo más sin querer hacerlo. —Bueno, apenas llevamos casados un mes y toma tiempo hacer arreglos, para un matrimonio convencional no habría sido problema alguno, pero lo que nos diferencia es que fue muy repentino todo. Puede quedarse conmigo o seguir usando la suya un tiempo más, no le impondré que venda su propiedad, es dueña de ella desde antes que nos casáramos, no tengo por qué decirle que la deje. Eustace pareció poco convencido, pero el testimonio de su hijo sonaba válido y en cuanto a Agnes, ella pensó que él había salido al frente para socorrerla y eso la impresionaba un poco. Se sintió aliviada, pero le duró poco, al verlo pudo notar que él la fulminaba con la mirada por el rabillo del ojo. «Mide tus palabras» pensaba enojado con ella, antes de suspirar y relajarse con un pensamiento más condescendien
Ya había transcurrido una larga hora desde que habían llegado. Mientras hablaron de otros temas y la conversación se mantuvo, no se tocó temas muy delicados de nuevo, pero a Agnes se la notó algo perdida en su mente desde que habían hecho la pregunta anterior. —Bueno, supongo que está bien así, un mes también es bastante tiempo —señaló Eustace, él había estado sumergido en una conversación con su hijo los últimos minutos. Agnes se había distanciado a pequeños temas con la esposa de su suegro y mientras conversaban los ignoraban a ellos, e incluso no objetó cuando Herman le dejó el brazo ensortijado en la cintura, para dejarla más estrecha hacia él. Ella simplemente no le prestó atención a ello. —Tenemos pensado que no sea demasiado, ya habrá otras vacaciones y otros momentos para darnos un tiempo, pero justo ahora no podemos olvidarnos mucho del trabajo, dado que mi esposa y yo tenemos muchos compromisos en la oficina —apuntó Herman sin darle mucho peso al tiempo que estarían allí.