Para las siete, ella estaba en la habitación de él, le había pedido verla primero para decidir si lucía bien cómo iba vestida. Se estaba mirando en un espejo, él llevaba su traje formal color negro y al cerrar los botones en sus mangas la miró a ella. —Para mí estás bien. —Eso no se oye como si dijera un cumplido —respondió de manera reseca y con mirada desafiante. —Esta noche es un asunto serio, el tema es que tenemos unas horas importantes por delante y te necesito lo más decente que te pueda mostrar. —Él caminó hasta la mesa a un lado del espejo y abrió una pequeña caja para sacar una cadena delgada con una pequeña rosa de plata como colgante en el centro. —¿Mostrar?, ¿a qué se refiere? —dudó ella extrañada mientras él se quedaba parado detrás de ella para ponerle la cadena en el cuello. —Si haces un escándalo esta noche te va a ir tremendamente mal —advirtió haciendo que se pusiera tensa al respecto. Su voz había sido fría. Estaba en sus manos, era una marioneta sin voluntad
—¿A qué se debe eso? —preguntó Eustace con cierto interés desconfiado mientras miraba a Agnes de manera fría. Herman intercedió rápidamente antes de que ella fuera a estropearlo más sin querer hacerlo. —Bueno, apenas llevamos casados un mes y toma tiempo hacer arreglos, para un matrimonio convencional no habría sido problema alguno, pero lo que nos diferencia es que fue muy repentino todo. Puede quedarse conmigo o seguir usando la suya un tiempo más, no le impondré que venda su propiedad, es dueña de ella desde antes que nos casáramos, no tengo por qué decirle que la deje. Eustace pareció poco convencido, pero el testimonio de su hijo sonaba válido y en cuanto a Agnes, ella pensó que él había salido al frente para socorrerla y eso la impresionaba un poco. Se sintió aliviada, pero le duró poco, al verlo pudo notar que él la fulminaba con la mirada por el rabillo del ojo. «Mide tus palabras» pensaba enojado con ella, antes de suspirar y relajarse con un pensamiento más condescendien
Ya había transcurrido una larga hora desde que habían llegado. Mientras hablaron de otros temas y la conversación se mantuvo, no se tocó temas muy delicados de nuevo, pero a Agnes se la notó algo perdida en su mente desde que habían hecho la pregunta anterior. —Bueno, supongo que está bien así, un mes también es bastante tiempo —señaló Eustace, él había estado sumergido en una conversación con su hijo los últimos minutos. Agnes se había distanciado a pequeños temas con la esposa de su suegro y mientras conversaban los ignoraban a ellos, e incluso no objetó cuando Herman le dejó el brazo ensortijado en la cintura, para dejarla más estrecha hacia él. Ella simplemente no le prestó atención a ello. —Tenemos pensado que no sea demasiado, ya habrá otras vacaciones y otros momentos para darnos un tiempo, pero justo ahora no podemos olvidarnos mucho del trabajo, dado que mi esposa y yo tenemos muchos compromisos en la oficina —apuntó Herman sin darle mucho peso al tiempo que estarían allí.
—¿Usted qué hará? —inquirió dejando a medio terminar su desayuno para hablarle un segundo—. No es que me interese, pero me parece que planea hacer alguna otra cosa por su cuenta. —Estaré ocupado, tengo trabajo que hacer, sigo siendo tu jefe y el de muchos más, así que no tengo mucho descanso. Tras el desayuno, Agnes hizo caso a lo que le había sugerido y decidió usar el tiempo para estar distraída, tras caminar un poco por la villa terminó yendo de regreso a la habitación a poco antes de las once. Se había sentido intranquila, pensativa y su mente había empezado a dispersarse mientras daba su recorrido. Demasiadas cosas venían a su mente y no terminaban de ser claras, al ver acercarse la hora en la que él le había dicho debían estar listos para salir, decidió echar un ojo a la ropa que había comprado. Tenía que escoger algo, mientras ella elegía cómo vestirse para ello, Herman estaba terminando con lo que se había ocupado en otra habitación, todavía sentado frente a un escritorio,
El intercambio solo duró unos segundos, pues Agnes le mandó un gesto severo antes de regresar a su charla con las otras dos mujeres frente a ella. Antes de dejarla de mirar, Herman dedicó unos juiciosos segundos para contemplarla, no estaba mal para él observarla de vez en cuando con el aspecto de una delicada esposa de clase alta, claro que, lo de delicada estaba un poco exagerado. «Mi esposa es una fiera, lo delicada se le quedó en los colmillos...» pensó antes de hacer una mueca a punto de sonreír y devolver su atención al frente. —No está mal —murmuró en voz baja. En su lugar en la mesa, Agnes se trató de desentender de su molestia y no pensar en eso, pero de nuevo acabó mirando de reojo hacia él, a pesar de que solo unos segundos atrás se había dicho que no lo haría. Solo que esta vez él ya se había alejado y no la estaba mirando más, en ese descuido momentáneo, Loise aprovechó que tomaba a Agnes con la guardia baja y sacó la pregunta más afilada de las suegras, una temida p
Herman parecía disgustado, ella estaba escuchando atentamente su conversación mientras observaba sus expresiones. Parecía pensativa. Hundiéndose en sus ideas mientras transcurría todo. Por un instante y por impulso, no pudo saber qué lo originó, pero sintió el deseo de decir algo, aunque no quedó en más que eso, solo un deseo, sin llegar a convertirlo en una acción, sin embargo sintió la necesidad de objetar algo ante su suegro a favor de Herman. —Te puedo recomendar a alguien que te puede mostrar algunas opciones —continuó hablando Eustace—, aún podrían acomodarse en un lugar más adecuado. —De su bolsillo sacó una tarjeta con un número de teléfono para entregársela. Herman la tomó y tras darle un vistazo la guardó en su bolsillo. —Lo tomaré en cuenta —afirmó, pasando por alto su humor previo. Horas más tarde, mientras conducía de regreso hacia la villa y yendo a buena velocidad, se deshizo de la tarjeta arrojándola por la ventanilla. Agnes lo miró con duda, alzando un poco las ce
Miércoles 02 de agosto. Esa mañana se había dedicado a deambular por la villa, recorriendo sin destino específico de llegada a ningún lugar, en tanto iba pensando en cómo iba a proceder en lo que respectaba a los siguientes días. Al despertar más temprano, mantenía aún fresca la idea de hacer que los días de su suegra fueran un tormento. «En definitiva haré que se arrepienta de lo que me dijo...» pensó truncando el entrecejo al recordar el motivo por el cual había salido a caminar, aunque durante un breve lapso, pensó en los demás sucesos de la noche anterior y recordó el comentario de Herman, y lo sucedido en el pasillo. Se rozó los labios con descuido al igual que antes de haberse ido a dormir, pero tras percatarse de que esto la distraía de su cometido, mostró una cara de enfado, reemplazando a la duda. —Es un arrogante… —musitó con amargura—. Eso de mugrosa estuvo de más… —Su expresión se distorsionaba con desagrado y mostraba un par de muecas de inconformidad al
—Ellos quieren que los veamos de nuevo en algún momento... —musitó inseguro. Agnes alzó un poco las cejas con una mirada incrédula. —¿Cómo dice? —inquirió alzando aún más las cejas, casi poco confiada en eso. Ante lo cual, él frunció la boca y arrugó el entrecejo en una nueva mueca. Le costaba hacer el comunicado de lo que le habían propuesto. —Me han llamado para decir, que esperan vernos otro día si disponemos de el tiempo para hacerlo. —Oh… Ya veo, ¿y entonces? —Primero pregunto —respondió entrecerrando un poco sus ojos—, antes quiero tu opinión. —Él esperaba saber su respuesta, su veredicto vendría según la aprobación que diera ella al asunto. —¿Mi opinión? —No es necesario aceptar por obligación. Está en tu decisión, verlos antes era porque se conocieran, pero no hace falta que nos veamos con ellos todas las veces si no quieres hacerlo, si quieres rechazar, puedes decir que no. —Bueno… —Se frotaba el dedo índice en la barbilla mientras lo pensaba con detenimiento.